Ricardo FernándezReseña de Noche de Fuego, de Tatiana Huezo
Tatiana Huezo, quien hasta ahora solo habia rodado documentales tan potentes como Tempestad, ha dirigido Noche de fuego, su primer largometraje de ficción, y el resultado es una auténtica joya. Sin perder el ojo para mostrar la realidad más cotidiana, la cercanía y la autenticidad de los personajes y situaciones, muestra también un extraordinario talento para el lirismo y el simbolismo. Hay belleza y crudeza, hay sueño y pesadilla, hay risas infantiles y desesperanza adulta en este durísimo relato sobre la vida en un pequeño pueblo de la montaña interior mexicana dominado por la presencia de los cárteles de la droga.
En concreto, Tatiana Huerzo se fija en la mujeres, madres e hijas, y las pocas posibilidades que les brinda el futuro en esas tierras. Siguiendo a Ana, una niña que juega despreocupada con sus dos amigas sin entender muy bien porque su madre insiste en cortarle el pelo, en impedir que se pinte los labios, en mostrar ningún atisbo de feminidad. Sin entender porque la cara desfigurada -un labio cortado- de su amiga María parece ser una especie de bendición a los ojos de las madres del pueblo. Ella y su madre tienen preparados escondites y agujeros por si se acercan extraños, pero todo parece ser un extraño juego para ella.
Sin embargo Ana va creciendo, los profesores van pasado y Tatiana Huerzo trata muy bien el paso del tiempo con una amplia y brusca elipsis que muestra que han pasado los años, han cambiado los cuerpos, pero nada ha cambiado en sus vidas o, mejor dicho, en sus esperanzas. Solo que Ana es más mayor y empieza a comprender cosas. Sin recurrir a diálogos explicativos, solo con retazos de conversaciones muchas veces en segundo plano, se va dibujando el retrato del lugar. Un nuevo cártel, unas autoridades corruptas, unos jóvenes atraídos por el poder de las armas, unas jóvenes sin apenas posibilidades de escapar del lugar.
La música de Jacobo Lieberman y Leonardo Heiblum junto con la fotografía de Dariela Ludlow contribuyen a dar a la película una atmósfera inquietante y bella al mismo tiempo. Los teléfonos brillando como estrellas en la única colina que tienen cobertura es, a la vez, una imagen hermosa y terrible por lo que significa. Una única zona con (mala) cobertura en la que prácticamente solo hay mujeres abandonadas por sus parejas o padres. La belleza y el peligro conviven disfrazados de serpiente de bellos colores en ese lugar olvidado por todos.
El último acto de la película es estremecedor. Con una notable interpretación de Marya Membreño como una Ana adolescente, que solo con la mirada es capaz de explicar todo lo que pasa por la cabeza de esas jóvenes condenadas en vida a un futuro sin esperanza.
