Sandra RozasReseña de Spencer, de Pablo Larraín
Spencer no es el biopic de Lady Di de Pablo Larraín. Spencer es el cuento (de navidad) que hemos creado sobre leyenda de Lady Di. Un cuento oscuro, casi de terror a veces.
La propuesta de Larraín (El Club, Ema) no la oculta en ningún momento. No es una película que pretenda sugerirte reflexión (Larraín da por hecho que es un tema sobre el que todos ya hemos reflexionado suficiente), es una película sensorial, que a lo que te invita es a sumergirte en el mal viaje de Lady Di. Desde un primer momento nos dice que lo que vamos a ver es una «fábula sobre hechos reales». No es un biopic, no tiene tono realista, ni busca plasmar exactamente cada acontecimiento tal cual ocurrió. Ya conocemos la historia, está ahí, podemos acceder a los datos. Larraín se propone hacer una aproximación a lo que él entiende es la leyenda de Lady Di.
El ritmo, los primeros planos contrapicados , la fotografía extraordinaria de Claire Mathon (Retrato de mujer en llamas, El desconocido del lago), la falta de diálogos (imperceptible casi, por bien ejecutada), la maravillosa propuesta de Jonny Greenwood con la música: Todo al servicio del artificio del cuento.
Ese equilibrio de tono tan difícil de conseguir entre la caricatura y el drama es exactamente lo que trasmite la propia Kristen Steward en su papel de Diana. Y se suma a ese grupo de representaciones en cine de personajes históricos y populares que no busca mimetizarse exactamente con la representada, Diana, simplemente se parece en matices, gestos, detalles. No es una imitación como tal, trasmite su alma en pantalla. Trucos repetidos a lo largo de la película por Kristen (esa mirada ladeada caída) que suma un elemento característico más a esa propuesta de sátira de casi cuento terror que es el Spencer de Larraín.
El protagonismo de Greenwood en la forma en la que Larraín nos cuenta este mal sueño es sobrenatural. Greenwood nos sumerge en la pesadilla con la misma facilidad que nos despierta una sonrisa. Es la perfecta pareja de baile (de la corte) de Larraín, sin olvidar en ningún momento el extraordinario trabajo de Claire Mathon como directora de fotografía. La fotografía es fría, distante, áspera. Temes que esa campiña inglesa te haga un corte en cualquier momento. Esa luz, cegadora a veces, la niebla que obstaculiza la vista otras, siempre tiñendo todo de un aura de ensoñación constante. Un mal sueño, oscuro, casi pesadilla a veces.
Y es que si algo se esfuerza en mostrar Larraín, porque ésta es una propuesta de autor con mayúsculas, es la soledad de Lady Di. El personaje de Diana no interactúa con casi ningún personaje, y siempre que lo hace (salvo con sus hijos) es para contrastar la distancia que hay entre ellos, bien sea del servicio, de su familia política o del pueblo. Sientes la distancia, el frío, la soledad, lo patético y lo ridículo de la existencia de la Corte y de lo que ocurrió en esa Corte en particular. De nuestra reacción ante ello.
Larraín muestra no sólo la soledad que ella pudo sentir durante esa Nochebuena (y durante el resto de su vida en la Corte de la monarquía británica), sino también la soledad que le impusimos incluso nosotros como sociedad, que a pesar de su popularidad, siempre estuvo realmente sóla. La tratamos de loca, de ‘outsider’, de no ser de las nuestras. O eso se esforzaban en repetir desde la Corte. Ella era el abrigo de paño rojo carmín entre el campo sembrado de Barbour de color verde-caqui de campiña inglesa.
Hablo de Lady Di y no de Diana de Gales, porque creo que Larraín muestra más nuestro reflejo de ella, a modo de mal sueño, de pesadilla de navidad, de aquella Nochebuena como representación de todo el legado de la figura de Lady Di. Esa individualidad que nunca abandonó y que la sociedad nunca le perdonamos del todo. Del legado de todo aquello. La vestimos de Chanel pero la dejamos sóla para ejercer de muro de contención de todo ese mundo rancio que supone la monarquía y esa Corte en particular. Nunca un espantapájaros había estado tan bien vestido.
La historia de Lady Di nos marcó a todos, como sociedad. Trascendió incluso la propia sociedad británica (el Candle in the wind de Elthon John en el funeral de Diana sobrevoló el Planeta Tierra). Spencer es el mal sueño del legado de Lady Di.
