Reseña de Tori y Lokita, de los hermanos Dardenne
Los hermanos Dardenne llevan nueve participaciones en la Sección Oficial a concurso del Festival de Cannes y dos Palmas de Oro: en su primera participación con Rosetta en 1999 y en la tercera con El niño en 2005. Desde entonces varias han sido las veces que los rumores les han otorgado la ansiada tercera Palma, lo que sería un récord absoluto. Su manera de hacer cine social, abordando la ficción con técnicas de cine documental, eliminando artificios y abordando sus duras historias desde una naturalidad no exenta de cierto lirismo, supuso todo un descubrimiento y una nueva manera de abordar ciertas temáticas.
La mayor parte de la crítica ha venido aplaudiendo todas y cada una de sus participaciones en Cannes a pesar de que algunos consideramos que El niño de la bicicleta es su última gran película. Hay algo de fórmula en títulos como La chica desconocida y Dos días una noche, además de una narrativa algo forzada para justificar la idea que ellos quieren transmitir. Con El joven Ahmed muchos de quienes pensábamos que los Dardenne habían perdido el rumbo sentimos que lo recuperaban, en cambio no fueron pocos los seguidores que se sintieron decepcionados y no terminaron de ver como encajaba el discurso de los dos hermanos belgas en el protagonista de la película, un joven consumido por el fanatismo religioso.
Con Tori y Lokita los Dardenne vuelven al terreno que mejor conocen. La protagonizan Tori y Lokita, dos jóvenes (ella adolescente, él casi un niño aunque muy resabiado) con buen corazón, mejores intenciones y un entorno tan oscuro como el porvenir que les espera. No son hermanos, aunque se hacen pasar por ellos y se comportan y quieren como si lo fueran. Solo quieren estar juntos y apoyarse para conseguir salir a flote, pero no se lo van a poner fácil. La burocracia les pone pegas, la gente que les ayudó a llegar a Bélgica les quita hasta el último euro y unos traficantes se aprovechan de su necesidad para explotarles.
Los dos hermanos directores protegen a sus personajes y dejan que muchos de los momentos más duros y desagradables pasen fuera de campo. Sin embargo lo que sí hacen es estrujar la máquina de desgracias y llenar la película de personajes planos y sin matices. Malos muy malos dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias sin que sea necesario, simplemente porque son malos. La relación entre Tori y Lokita es muy bonita, pero no ayuda que sus interpretaciones sean muy pobres y que, más que interpretar, reciten de memorias sus líneas. Todo resulta muy plano, muy previsible, muy esquemático.
Tori y Lokita no es una película que destaque en ningún sentido, ni para bien ni para mal. La formula de los Dardenne necesita nuevos ingredientes porque esta fórmula comienza a resultar insípìda.