Iñaki Ortiz GascónPornomelancolía de Manuel Abramovich está categorizada como documental, y en parte lo es, aunque también está bastante dramatizada. Vemos un rodaje de una película porno y lo cierto es que ese rodaje es real y esa película va a existir. El protagonista, Lalo Santos, se interpreta a sí mismo, otra cosa es que consideremos que se está grabando realmente su propia vida, pero tampoco vamos a entrar ahora en estos viejos debates sobre la no ficción, bastante superados ya.
Es una película que por un lado habla de porno, por supuesto. De cómo le afecta a un influencer sexual y actor porno, el día a día de trabajo, en confrontación a su vacío interior. Pero se puede entender en términos mucho más generales, más cotidianos y que nos afectan a todos, porque esta película habla también de las redes sociales. De cómo nos mostramos en ellas, siempre ofreciendo una imagen bonita de nuestras vidas pase lo que pase detrás. Cómo hay una demanda de afecto en la necesidad de atesorar seguidores que no tiene una respuesta satisfactoria. El protagonista tiene 130.000 seguidores pero nadie con quién hablar. Antes habría sido una historia sobre el vacío de la fama, pero ahora cualquiera de nosotros es en cierta medida famoso. Al menos los que usamos las redes sociales de forma medianamente activa. Vemos cómo el personaje se graba en una discoteca como si estuviera genial y al apagar está deprimido. Y sobre todo, vemos cómo cuando entabla relaciones cercanas con sus compañeros de trabajo es donde habla de cuestiones como el VIH de manera más sincera, lejos de los emojis de diablillos con los que responde a desconocidos.
El personaje también es activo, aunque en otro sentido. En la película penetra a su compañero quien pide que baje el ritmo, pero el director -el de la porno, aunque quizá en el fondo el de esta película también- exige un ritmo mayor, sin importar el dolor y la incomodidad de sus trabajadores. Esta compleja relación laboral que se puede dar en el mundo del porno, donde un abuso de autoridad puede magnificarse, lo veíamos también en la película Pleaseure, que trataba sobre una actriz porno, y que sin moralizar la profesión sí que mostraba lo que podría ser su peor cara. Todo esto en un tiempo de #MeToo donde se están revisando los excesos en los rodajes, en los de las películas normales quiero decir, porque esta misma lectura de abuso se puede llevar al cine en general. Curiosamente, el actor se ha quejado del trato en esta película, de hecho, no ha venido a Donosti a presentarla.
Una película interesante, con temas de actualidad, que trabaja muy bien los aspectos tecnológicos de las redes, en cuanto a elegir las redes en concreto y mostrar su funcionamiento, pero también en la forma en la que se integra en pantalla. Un retrato de nuestro tiempo a partir de una cuestión tan específica como es el porno, que parece estar ocupando espacio importante en el cine general, como temática.
