Reseña de Anatomía de una caída, de Justine Triet
Muchas veces la valoración de las películas es una cuestión de expectativas. Una película notable puede decepcionarte si esperabas algo sobresaliente y, en cambio, puedes salir satisfecho de una película correcta si lo que esperabas era un desastre. Es decir, el listón no es el mismo cuando entras a ver la última película de Scorsese que cuando entras a ver la última de Justine Triet, cuya anterior película fue El reflejo de Sibyl. Del mismo modo una película no se suele juzgar igual cuando se ve en un Festival de Cine como el de Cannes, que cuando se ve en una sala comercial un día cualquiera. Lo dicho, es cuestión de expectativas (o de prejuicios).
El caso es que quien esto escribe no esperaba gran cosa de Anatomía de una caída más allá de otra de esas películas francesas rodadas con solvencia y sin demasiadas aspiraciones que suelen salpicar la, por otro lado siempre brillante, selección de Cannes, sin sospechar que lo que vería sería un sólido thriller judicial que deriva en un análisis de las relaciones de pareja con un toque casi Bergmaniano. Lejos de merecer la Palma de Oro que finalmente ganó, pero igual de lejos de ser una medianía sin sustancia.
En el cine francés abundan los últimos años películas que se centran en juicios que sirven como pretexto para analizar a la sociedad más allá de la sala de vistas. Desde El oficial y el espía (2019) a Le procès Goldman que hemos podido ver este año en la Quincena de Cineastas pasando por Saint Omer (2022) o 12 jours. Anatomía de una caída es el último ejemplo.
La mortal caída que da título a la película es la del escritor Samuel (Samuel Theis), desde la última planta de su chalet en los Alpes franceses. El suceso no se muestra y no hay testigos, pero a lo largo de sus dos horas y media de duración, la película disecciona las posibilidades que pudieron haber llevado a la muerte de Samuel. Pronto, su esposa, la exitosa autora alemana Sandra (una impecable Sandra Hüller) se convierte en la principal sospechosa de su asesinato.
Sandra Hüller ofrece una actuación magnífica, ella es lo mejor de la película. Hay que destacar que también se encontraba en The Zone of Interest, la película que ganó el Gran Premio del Jurado. Es decir, estaba en las dos películas que se han llevado los premios más importantes del Festival (después del Flipesci Cannois, por supuesto). Gracias a Hüller los intercambios dialécticos que diseccionan su relación -las relaciones en general-, el concepto de “verdad”, los prejuicios y la presión social, son brillantes y muy creíbles.
El guión coescrito por Triet y Arthur Harari es hábil con sus giros y vueltas durante gran parte de la película pero se enreda un poco en su último tramo con una resolución del caso algo forzada y un final demasiado alargado. El personaje del hijo y ciertas decisiones judiciales que se toman respecto a él son lo menos creíble de la película y lo que le resta verosimilitud a la trama. El estilo clásico de Triet no le sienta mal al relato y logra darle dinamismo a la sala de vistas; pero en otros momentos no tiene la fuerza suficiente para impulsar la película.
Como decíamos al principio, la valoración es una cuestión de expectativas. Así que será mejor que la flamante Palma de Oro no suba mucho el listón de las expectativas. Anatomía de una caída es una buena y disfrutable película, pero está lejos de algunas de las joyas que se han podido ver estos días por Cannes.