Reseña de Spider-Man: Cruzando el multiverso
Spider-Man: Cruzando el Multiverso es la primera parte de la continuación de Spiderman: Un nuevo universo y, como aquella, nos presenta una trama que sigue a varios Spider-Man de diferentes universos tratando de mantener la estabilidad temporal del mundo. El Spider-Man Miles Morales y la Spider-Woman de Gwen Stacy repiten como protagonistas, aunque en esta ocasión se nos presenta a la Spider Society, un super equipo formado por diferentes versiones de Spider-Man liderada por Miguel O’Hara (otro Spider-Man), juntos tratarán de mantener el orden ante el caos provocado por un villano llamado La Mancha.
Los directores de Spider-Man: Cruzando el Multiverso son el trio Joaquim Dos Santos, Kemp Powers y Justin Thompson quienes, más allá de la anterior entrega, apenas tienen nada más destacable en su currículo como directores. Sin embargo están al frente de una película que tiene un grado de experimentación visual y narrativa nada común en los blockbusters, especialmente en las sagas gestionadas por Disney -Marvel y Star Wars a la cabeza-, que empiezan a dar muestras de agotamiento y de un secuestro creativo por parte de un fandom intransigente sobre lo que se espera de las tramas y los personajes. Esa idea será cogida por los guionistas Phil Lord, Christopher Miller y Dave Callaham e integrada con naturalidad en la trama. Algo habitual en varias grandes producciones recientes –Top Gun, Scream, Matrix– y que viene a demostrar que los guionistas están aburridos de ser corregidos por algoritmos y fans intransigentes que no salen de sus habitaciones.
El frenesí
Lo primero que llama la atención de esta entrega de Spider-Man es el derroche visual. Animación 2D que mezcla todo tipo de estilos. de una manera constante y estroboscópica, pero siempre con sentido. No es un batiburrillo de referencias, sino que cada una tiene su porqué y se integra en la cama. Cada universo tiene su estilo y en este frenético viaje terminan por superponerse el estilo de acuarela lavada, las tramas de puntos Ben-Day, el street art, los manuscritos de Da Vinci, los mundos de Syd Mead o el anime entre otros. Por supuesto hay homenajes al cómic con didascalias, onomatopeyas y la pantalla dividida en viñetas. Aunque algunos de estos recursos, al más puro estilo de los youtubers, duren menos en pantalla del tiempo necesario para leerlos. No pueden faltar tampoco los homenajes a portadas y viñetas clásicas de los cómics de nuestro amigo y vecino Spider-Man.
He utilizado las expresiones mezcla estroboscópica y frenético viaje para hablar del estilo visual. Por supuesto tengo que repetirme al hablar del endiablado ritmo narrativo que se acerca más al esquema de Todo a la vez en todas partes que a un esquema narrativo clásico. Hay multitud de arcos simultáneos y clímax a lo largo de todo el metraje contados a través de tomas muy rápidas, con agitación nerviosa, colores, fondos bulliciosos y dibujos con trazos bien visibles. Y humor, muchísimo humor. Eso sí, la película no teme detener la acción cuando es necesario y buscar la emoción y la tensión emotiva desde la pausa. Igual lo hace para que los que no somos de la generación Z y no estamos tan acostumbrados a la sobrexposición sensorial y el bombardeo frenético de historias podamos descansar y asimilar lo que hemos visto.
Este estilo encaja a la perfección con el personaje porque no hay que olvidar que estamos ante una película de superhéroes y los superhéroes nacieron como personajes para publico infantil o, como mucho, adolescente. Frank Miller o Nolan han podido llevar a los cómics a otro lugar, pero los superhéroes no nacieron ahí y su lugar natural no es ese. Spider-Man: Cruzando el multiverso no lo olvida y la trama está salpicada de conflictos adolescentes: el primer amor, los padres que no entienden la forma de hablar o vestir de sus hijos y vuelcan sus propias expectativas en ellos, la incomunicación, el encontrar un grupo (banda, cuadrilla) de gente similar… la adolescencia y los problemas de las rupturas generacionales. Temas con los que cualquier adolescente puede conectar fácilmente.
La ruptura del canon
Lo más interesante es cuando integra la idea de que el drama y el trauma son partes fundamentales de la identidad de Spider-Man, de los diferentes Spider-Man que aparecen. Lo que en la película se llama «el canon». Todos esos Spider-Men tienen algún rasgo que los hace particulares, pero en realidad son iguales, siguen el canon, sufrieron dramas similares -muerte de tíos, novias, amigos- que les enseñaron que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. El joven Miles Morales desafía este canon y quiere forjar su propio camino, quienes más cerca están de escucharle son Gwen, casi tan joven como él, o un Spider-Man Punk, movimiento que representa la ruptura generacional y de normas como pocos, que incluso llega a mencionar el Do It Yourself (Hazlo tu mismo). Evidentemente esto es un metáfora de cómo las nuevas generaciones desafían las normas y las expectativas establecidas para buscar su propia identidad y propósito.
Esto encaja con lo que comentaba al principio de esta reseña, de como los guionistas integraban en la trama la idea de que las grandes sagas empiezan a dar muestras de agotamiento y de un secuestro creativo por parte de un fandom intransigente. También he comentado hace unos párrafos que Miller y Nolan llevaron a los cómics y sus personajes a un lugar que no era el que nacieron; desde entonces la industria no hace más que repetir el mismo esquema una y otra vez con pequeñas variaciones. Dramas que lo explican todo. Traumas que definen carácteres. Fans que han asumido que esa historia que les marcó a ellos cuando la leyeron con la edad de Miles es el canon que no se puede romper. La Spider Society representa a la base de fans más conservadora, y las máquinas con las que detectan las anomalías temporales son los algoritmos que parecen escribir algunos guiones en base a los gustos de esos fans. Miles Morales, dibujando graffitis, escuchando a A$AP Rocky, hablando en un spanglish que desespera a su madre, es un joven que toma el destino en sus manos y se enfrenta a quienes tratan de imponer como debe ser su historia. Su lucha no es contra La Mancha, un villano de segunda; es una lucha por autodeterminarse. Por la libertad creativa también. Hay un momento en que dice “¿vais a fiaros de lo que diga un algoritmo?” Está claro que los cambios y las mejoras vendrán de jóvenes enérgicos como Miles y no de adultos cansados y amargados como Miguel O’Hara. Gente que rompa las normas como hicieron Frank Miller o Nolan antes de ser “el canon”.
Es genial que estás reflexiones las haga Spider-Man porque a estas alturas que los superhéroes ya han sido absorbidos por el imaginario colectivo, podemos deconstruirlos y analizarlos en sus aspectos más básicos y, a pesar de sus seis décadas de existencia, si algo define al trepamuros es que siempre ha sido el superhéroe adolescente por excelencia. Y adolescencia significa ruptura.