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La noticia de que MMXX de Cristi Puiu formaría parte de la Sección Oficial del Festival de Cine de San Sebastián fue acogida con entusiasmo por gran parte de la crítica y numerosos cinéfilos. A priori, la película prometía ser uno de los platos fuertes del festival. Cristi Puiu, director de películas como La muerte del señor Lazarescu, Aurora o Sieranevada, es uno de los exponentes de la Nueva Ola Rumana, movimiento cinematográfico que también incluye a directores como Cristian Mungiu, Radu Muntean o Corneliu Porumboiu. Aunque cada uno tiene su estilo, todos reflejan en sus películas las miserias de una Rumanía marcada por la corrupción y el nepotismo desde el final del régimen socialista hasta la actualidad. Los planos prolongados, la relevancia de los diálogos y un estilo austero son también características comunes en las películas de este movimiento. Y Puiu fue uno de los pioneros que marcó esta senda.

MMXX, que representa el año 2020 en números romanos, es fácilmente localizable en el tiempo por las omnipresentes mascarillas, recordándonos que estamos en los albores de la pandemia. La película consta de cuatro historias, apenas conectadas entre sí y, como suele suceder con estas películas segmentadas, no todos los segmentos tienen la misma calidad.

El primer segmento es uno de los más destacados y humorísticos. Lo protagoniza una peculiar terapeuta llamada Oana (Bianca Cuculici) que atiende a una nueva paciente en su casa de Bucarest. La sesión es un despropósito, con un cuestionario que recuerda a una encuesta telefónica y respuestas absurdas, interrupciones y llamadas telefónicas. Es un retrato agudo y divertido del egoísmo y ensimismamiento de la sociedad. En el segundo segmento, es el hermano de Oana quien representa el egoísmo. En su apartamento se queja constantemente por todo mientras su otra hermana, enfermera, intenta ayudar a una amiga embarazada hospitalizada. Debido a las restricciones de confinamiento, busca desesperadamente contactos que le permitan acceder al hospital, reflejando la importancia de tener «enchufes» en Rumanía (y no solo allí). También está Septimiu, el esposo de la hermana, un hombre desagradable que protagoniza el tercer segmento, donde un compañero le relata una historia delirante que involucra a chechenos, moldavos y gangsters. El último segmento se centra en el investigador criminal Narcis Patranescu (Dragos Bucur) y aborda temas oscuros como la prostitución infantil y el tráfico de órganos.

Estilísticamente, la película se compone principalmente de largos planos fijos, especialmente en el primer y tercer segmento. El segundo, más dinámico, recuerda a Sieranevada con sus discusiones familiares y teorías conspirativas. Aunque la pandemia es un elemento presente, no parece tener un impacto significativo en los protagonistas. No hay grandes diferencias estéticas, argumentales o de tono con respecto al resto de la filmografía de Puiu. A pesar del título y la presencia de mascarillas, el COVID-19 no parece tener el protagonismo esperado.

Los elementos característicos del cine de Puiu están presentes: la muerte, la corrupción, los planos estáticos o la cámara que se mueve por diferentes estancias, las extensas conversaciones literarias, el espacio para que el espectador complete las historias y el realismo intercalado con metáforas. También destaca una dirección de actores impecable y diálogos ricos y fluidos. Sin embargo, en esta ocasión, estos elementos no logran armonizar del todo. La relación escasa entre los diferentes segmentos hace que su unión en una misma película no genere una sinergia, y los segmentos menos logrados opacan a los más brillantes, haciendo que los 160 minutos de duración se sientan excesivos.

MMXX

Media Flipesci:
5.5
Título original:
Director:
Cristi Puiu
Actores:
Bianca Cuculici, Laur Bondarenco, Otilia Panaite, Florin Tibre, Igor Babiac, Roxana Ogrendil, Adelaida Perjoiu