Reseña de Anora, de Sean Baker
Sean Baker es uno de los cineastas que mejor está retratando las clases sociales marginales de Estados Unidos. Como a los hermanos Safdie, a Sean Baker le gusta moverse por los estratos que lindan con la parte lujosa, con las zonas de postal. Las zonas menos conocidas de Los Ángeles, Orlando, Florida o, ahora, Nueva York. El sueño está ahí, a la vista, casi lo pueden tocar, pero los protagonistas de sus películas probablemente no lo alcancen nunca.
The Florida project. Árboles rotos que siguen creciendo
28/09/2017 - Ricardo FernándezReseña de The Florida Project La nueva película de Sean Baker, director de la notable Tangerine, fue una de las grandes triunfadores de la Quincena de Realizadores este año. Una de esas películas que dio argumentos a quienes decían que la Quincena tenía mejores películas que el propio Festival de Cannes. The Florida Project gira […] Leer más
Con el punto de partida de Anora, el Hollywood de los 80 y 90 seguro que hubiera hecho una comedia romántica, otra Pretty Woman, pero por suerte Sean Baker no es así y ya ha demostrado en su filmografía que su visión de las trabajadoras sexuales es mucho más honesta, sincera y respetuosa que todo eso. Anora es Ani (Mikey Madison), una trabajadora sexual que vive con su hermana en Brighton Beach, Brooklyn. Trabaja en un club de lap dance en Manhattan, donde conoce a Ivan (Mark Eydelshteyn), un joven ruso adinerado. Su relación, inicialmente transaccional, evoluciona rápidamente, culminando en un matrimonio impulsivo en Las Vegas. Sin embargo, las cosas se complican cuando el padre oligarca de Ivan interviene, descontento con el matrimonio de su hijo con una trabajadora sexual. Toros (Karren Karagulian), Garnick (Vache Tovmasyan) e Igor (Yura Borisov) son los hombres enviados por su padre intentan anular el matrimonio, lo que desata una serie de eventos caóticos en 24 horas realmente frenéticas.
Mikey Madison y Yura Borisov destacan en un reparto que brilla con muchísma fuerza. Madison (a quien conocemos de la estupenda serie Better Things) interpreta a Ani con una mezcla de dulzura y dureza que humaniza su personaje sin renunciar a hacerlo peligroso e indomable cuando es necesario. Borisov (que ya brillaba en Compartimento nº6), destaca en su papel de Igor, mostrando una sensibilidad oculta bajo su fachada de dureza. Sean Baker permite que ambos actores brillen, proporcionándoles espacio incluso en escenas en las que el ritmo puede ser frenético para desarrollar sus personajes a base de gestos y miradas. Dos papeles muy físicos pero que, a la vez, se construyen sobre gestos muy sutiles.
Normalmente, Sean Baker no sale de las zonas marginales que hablábamos al principio del texto. Sus personajes quieren llegar, hacen planes para hacerlo, pero no lo logran. En esta ocasión Ani lo consigue, por un breve espacio de tiempo, pero enseguida Sean Baker nos vuelve a llevar por lugares más auténticos, habitados por luchadores y gente que sueña con salir de ahí. La fotografía de Drew Daniels, en 35mm, captura la esencia de cada escenario, desde el vibrante club de Manhattan hasta la sombría Coney Island en invierno, dando a cada lugar una vitalidad y textura únicas.
Pero si algo define al cine de Sean Baker es su respeto por sus protagonistas. No los juzga ni los culpa, tampoco los dulcifica o suaviza. Son como son, con vidas duras y decisiones difíciles. Baker muestra a sus personajes de manera cruda y realista, reflejando sus luchas diarias sin caer en estereotipos o sentimentalismos. Este enfoque auténtico permite a los espectadores ver la humanidad en cada uno de ellos, a pesar de sus defectos y decisiones cuestionables.
Eso nos lleva a la última escena en la que Sean Baker vuelve a dar en el clavo. Tras un frenético viaje de apenas dos semanas, llega el invierno, la realidad golpea y Sean Baker muestra cómo Ani enfrenta la dura verdad de su situación. La película culmina con un golpe emocional que refuerza la idea de que, aunque los personajes de Baker pueden soñar con un futuro mejor, están atrapados en un ciclo de luchas incesantes que refleja la crueldad de la estructura social que los rodea. Y en esos momentos nada mejor que el abrazo de alguien que te entiende y te respeta.