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Reseña de Marco, de Jon Garaño y Aitor Arregi

Marco es la última película de Jon Garaño y Aitor Arregi. En esta ocasión, no han formado un trío con Jose Mari Goenaga —aunque participa en el guion—, el tercer director que, junto a Garaño, Arregi y el productor Xabier Berzosa, conforman Moriarti Produkzioak. La película se centra en la vida de Enric Marco, específicamente en el momento en que, tras años encabezando la agrupación de deportados españoles víctimas de los campos de concentración nazis, escribiendo sus memorias y dando cientos de charlas sobre su supuesta experiencia como prisionero, se descubre que, en realidad, Marco mentía y nunca estuvo preso en un campo de concentración. Es un proyecto que comenzó a gestarse hace 18 años, cuando estalló el escándalo, y que en sí mismo daría para otra película, la cual sería, en el fondo, otro retrato del personaje principal. Una historia repleta de mentiras, intentos de control del relato y afán de protagonismo.

Es comprensible que la historia de Enric Marco atrajera a Arregi y Garaño, no solo por lo increíble de la misma, sino también por su faceta de cineastas. Un cineasta es alguien que debe contar algo y darle credibilidad, engañar al espectador con el fin de lograr un propósito. Incluso cuando dirigen un documental —Arregi y Garaño dirigieron el notable Lucio en 2005— se suele recurrir al montaje, a forzar situaciones, a omitir otras… bordeando, cuando no cruzando, la frontera entre verdad y mentira. Esto es aún más cierto en las películas basadas en hechos reales, por lo que rodar una película sobre Enric Marco puede resultar atractivo para un cineasta. Vivimos en un mundo donde la verdad ha dado paso a la postverdad, y la gente está dispuesta a creer lo que refuerce sus argumentos, obviando las señales —a veces gigantes— que indican que no es cierto.

Las mentiras tienen dos caras: la del que miente y la del que cree la mentira. A veces es más sutil: hay alguien que oculta o calla, y alguien que no quiere ver ni oír. Este tema está estrechamente ligado al nazismo —como bien refleja la reciente La zona de interés—, a los deportados españoles víctimas de los campos de concentración —Franco no quería que se le relacionara con Hitler, y los gobiernos posteriores tampoco mostraron mucho interés—, o al propio cine, que no funcionaría si el espectador no ejerciera la suspensión de la incredulidad. A veces hay gente que engaña y otra que desea ser engañada. Esto lo presentan muy bien Arregi y Garaño a través del personaje de la mujer, interpretada por Nathalie Poza, pero también a través de los propios integrantes de la asociación que no ponen reparos al ingreso y posterior ascenso de Enric Marco, y solo hacen público el caso cuando es inevitable. La pareja de directores también juega con que el espectador deba poner de su parte para creerse algunas cosas, destacando que lo que están viendo es una película.

Es relevante saber que el proyecto, en un principio, era un documental, que más tarde evolucionó hacia un documental que mezclara ficción y no ficción, y finalmente se convirtió en una película basada en hechos reales. Esto permite a Arregi y Garaño jugar con lo que es ficción y lo que no, convirtiendo el argumento casi en metacine. La inclusión de imágenes y voces reales junto a las de la película está muy bien lograda. Otros guiños, como el de la claqueta que inaugura la película, ayudan a que el espectador recuerde que todo es un engaño, aunque lo que se cuente sea cierto, al menos en el fondo del asunto.

Los italianos utilizan la expresión «se non è vero, è ben trovato», algo parecido a «si no es verdad, está bien inventado», para referirse a relatos que, si bien pueden no ser ciertos, cuentan bien una historia o sirven a un propósito. ¿Qué más da si una anécdota no es rigurosamente cierta, pero es divertida y refleja bien el carácter de una persona o situación? Si no es cierta, pero podría serlo. Esto es lo que puede pensar un cineasta, y es lo que podría haber pensado Enric Marco. Su historia no era cierta, pero podría haberlo sido y no hubiera habido mucha diferencia. Se apropió de historias ajenas y utilizó su talento como narrador para hacerlas populares. Se podría pensar que fue una mentira útil para un buen propósito —dar a conocer los horrores de los campos de concentración y el ninguneo de España hacia los presos españoles en dichos campos—, pero en realidad las motivaciones podrían ser otras más egocéntricas: el placer de sentirse importante. Ese es el hilo conductor que hilvana las mentiras y la huida hacia adelante de Enric Marco.

Eduard Fernández realiza un gran papel —y el trabajo de maquillaje es excepcional—. Saltando de un tono a otro, a veces es dramático, otras cómico e incluso a veces parece sobreactuado, pero todo eso forma parte de ese juego de ficción y no ficción, de creerse lo increíble. Es fácil que el espectador piense que hay situaciones difíciles de creer; pero es que, seguramente, las cosas más increíbles de la película —en el sentido de imposibles de creer— no sean las inventadas. Garaño y Arregi saben sacar mucho partido a estas situaciones.

Marco es una película llena de pequeños detalles cargados de significado, de toques de humor, de algo de drama, pero sobre todo de ternura. En estos tiempos en que todos se esfuerzan por construir el relato, en que la mentira campa a sus anchas, no está mal poner el foco en un personaje así. Y si se non è vero, è ben trovato.

Marco

Media Flipesci:
7.1
Título original:
Director:
Aitor Arregi
Actores:
Eduard Fernández, Nathalie Poza, Sonia Almarcha, Chani Martín, Fermí Reixach, Daniela Brown, Vicente Vergara
Fecha de estreno:
08/11/2024