Empiezo el Zinemaldia un día tarde y poniéndome al día con películas que no pude ver ayer. Por ejemplo la notable El autor -a la que dedicaré un texto más extendido- de Manuel Martín Cuenca. En ella el profesor de un taller de escritura le dice al protagonista que utilice la vida como fuente de inspiración. «Vive, observa, escucha». También vale eso para el cine. Por ejemplo, la película Alanis está muy pegada a la realidad (como bien explica Iñaki en su recomendable crítica). Handia, a pesar de parecer algo casi fantástico, no sólo está basado en hechos reales sino que gran parte de su mensaje se puede extrapolar a situaciones de hoy en día. O una película como la extraordinaria The Square no sólo  habla de la sociedad actual, sino que en días como hoy traspasa la pantalla de una manera ridículamente cómica, como cuenta Iñaki en su divertido videoblog de hoy.

Ni juge, ni soumise

Sin embargo la película que hoy me ha generado más problemas con la realidad ha sido el documental de Yves Hinant y Jean Libon, que sigue durante largo tiempo a la extravagante y políticamente muy incorrecta jueza belga Anne Gruwez.

Asistimos, atónitos, a las contestaciones y comentarios fuera de tono de la jueza, todo un personaje.  El problema radica ahí, ¿es un personaje o es real? La cámara está tan presente que cuesta no creer que la jueza esté exagerando su papel, luciéndose frente al objetivo. Por otro lado los directores lo saben y se recrean en ello, no buscan la autenticidad, ni la credibilidad y se esfuerzan en potenciar el aspecto más freak del personaje.

Eso es algo que también hace Seidl, pero con la diferencia de que en sus documentales el mensaje está claro. O por lo menos creo captarlo de manera diáfana. En Ni juge, ni soumise no lo tengo tan claro. Hinant y Libon muestran una serie de sucesos de crónica muy negra y los alternan con situaciones absurdas que por momentos parecen buscar la ridiculización de los acusados. Acusados que son en su práctica totalidad emigrantes, lo que unido a los comentarios de la jueza puede dar a entender un mensaje bastante xenófobo. Pero por otro lado está claro que buscan el lado cómico de muchas situaciones ¿es un ejercicio de humor negro entonces?. O quizá quieran mostrar la insensibilización que el contacto diario con la tragedia provoca en profesionales como la jueza que se permite bromear con lo que a nosotros nos horroriza. También podríamos pensar que denuncia en manos de quién está la justicia.

Entre los miembros Flipesci hay opiniones como la de Sandra, a la que le gusta como refleja lo aséptico del trabajo judicial y la de Johan, que indignado con el show que buscan los directores explotando al personaje y olvidando la radiografía social, la ha votado con un cero.

La douleur

Está basado en el relato autobiográfico de mismo título que Marguerite Duras escribió durante los días de la Resistencia a la ocupación nazi en Francia. La autora afrirmaba que encontró los manuscritos entre unos viejos papeles guardados y que fue toda una sorpresa para ella misma, que no recordaba haberlos escrito.

Así, Emmanuel Finkiel une el relato literario con las imágenes rodadas. Inserta poderosas líneas de texto en unas imágenes que, a través del uso del fuera de campo, los desenfoques y los sobreencuadres, tratan de evocar la angustia y la opresión que sentía Marguerite aquellos días.  Aquí es donde las opiniones Contraplaneras difieren. A Carlos le gusta como enlazan las dos partes, las imágenes si le transmiten sensación de opresión y le gusta el juego del gato y el ratón -en el que los papeles se intercambian- entre Marguerite Duras y un policía aleman. Por contra, yo veo lo que el director trata de hacer, pero las imágenes no me transmiten nada, el texto me parece potentísimo, pero me interesa más que lo que estoy viendo, y el juego entre el policía y la escritora no me interesa realmente.

En lo que si que coincidimos es que a la película le sobra metraje y que un poco de tijera no le habría venido mal.

 

Handia

Iñaki ha hablado largo y tendido de la película en su reseña y en la entrevista que hizo a sus directores, Jon Garaño y Aitor Arregi.

Handia, un western en Gipuzkoa

Yo no soy tan fan como él de la película, aunque también me gusta. En esta ocasión Carlos y yo opinamos lo mismo. Tras una primera hora realmente notable y destacable que presenta muchas ideas y muchas situaciones muy interesantes -como menciona la reseña– la película se simplifica, difumina todas esas ideas y escoge un camino más lineal y menos interesante, más tópico también. Eso sí, en su final la película vuelve a remontar y cierra de una manera de nuevo notable. La película ha sido muy bien recibida por los asistentes al pase de prensa.

Handia
6.1