Desde los primeros cortos, como los de la trilogía de Código 7, Nacho Vigalondo ha mezclado premisas de ciencia ficción extremas con el costumbrismo más cotidiano. Este planteamiento exige al espectador hacer un ejercicio de disociación entre lo que ve y lo que imagina. La estética, exceptuando algunos recursos concretos, es la de una tragicomedia romántica que se desarrolla en casas totalmente corrientes y en las calles de Madrid. No se recurre a ningún efectismo fantástico desde la fotografía o el montaje. Sin embargo, lo que ocurre de fondo es un planteamiento de ciencia ficción extremo. Toma un planteamiento similar a Origen pero se atreve a subvertir las normas más allá de lo racional, mezclando realidad y sueño, acercándola a propuestas más atrevidas como la de Paprika. Lo lleva a tal extremo que roza la abstracción, consiguiendo una realidad virtual solipsista emergente que haría las delicias de Greg Egan.
Como digo, todo este atrevimiento cyberpunk no va acompañado de una estética que podríamos relacionar con el género sino que se plasma como una película romántica indie, por lo que si el espectador no pone de su parte, puede no alcanzar lo radical del planteamiento. Sí que juega con efectos digitales, como el personaje con fallo de racord día/noche, o cuando el protagonista puede hacer maravillas. El estupendo traveling que acaba con los coches flotando es uno de los pocos momentos en los que ofrece la ciencia ficción visualmente, además del inquietante ruido blanco que define la nada de manera creciente.
Vigalondo usa este universo solipsista para hablar del egocentrismo masculino y de cómo todo, incluida por supuesto la novia, debe girar en torno a él. Llegando al punto en que Daniela ya no es absolutamente nada más que “su novia”. En mi opinión esto tiene dos lecturas interesantes. La obvia es la del hombre egoísta que considera a su pareja como un anexo, como una secundaria de su propia vida, y las dinámicas de masculinidad tóxica que supone esto: posesión, celos, control. Ya había abordado este lado oscuro de la masculinidad en Colosal y tengo la impresión de que no es un discurso lanzado como señalamiento del otro sino que parte de una primera persona del plural mucho más humilde. Este concepto lo tenemos también en Her, donde el protagonista usa a la IA como una novia a la carta.
La segunda lectura que hago, en la misma línea pero más específica, es la de una alegoría del narrador. El protagonista no deja de ser el guionista de sus sueños. Construye una ficción que no termina de funcionar bien porque solo desarrolla el personaje de ella como “la novia de”. Precisamente, cuando cambia la historia construyendo un personaje que dejaría mucho más contenta a Alison Bechdel, es cuando todo empieza a funcionar con más consistencia. En muchos aspectos, esta película bebe de Origen, pero en la vertiente de género podríamos decir que la corrige. El mayor punto débil de Nolan como narrador es precisamente que sus personajes femeninos suelen ser un apéndice que solo sirve para definir al protagonista. Son dos lecturas diferentes las que hago pero en esencia son la misma, el protagonismo de las mujeres más allá de su rol relativo a los hombres, en la realidad y en la ficción.
Obviamente, habla del duelo. Duelo por la muerte o por la ruptura de una relación. Es en gran medida la lucha de una persona entre afrontar la realidad o sumirse en la autocomplaciencia de la ficción. Muestra las conductas tóxicas que pueden derivarse de la depresión. Cómo se puede llegar a confundir la realidad y el mundo imaginado. Cómo evadirse a un mundo imaginario puede tener efectos nocivos sobre el mundo real. Cómo nuestras ficciones pueden deteriorar nuestra realidad. Cuánto más crece el detalle de la ficción, más pequeño se hace el mundo real. Más se encierra en sí mismo. Las pastillas son una referencia clara a los antidepresivos, que de hecho se mencionan explícitamente. Vigalondo ha escrito esta película en un momento de depresión, y casi se puede decir que como terapia. Se nota que es una película personal.
La realidad y la ficción, es otro de los temas de la película, que usa dos formatos y dos texturas diferentes. Un formato de cine, con más escope y buena calidad de imagen, y una realidad en formato más cuadrado y con menos calidad. Los sueños, por supuesto, son en formato cine. Esto también conecta con Origen, que es una alegoría de la creación cinematográfica, y con Paprika, en la que había comentarios sobre la técnica de cine dentro de los sueños. La idea de que la realidad tenga una imagen mucho menos atractiva recuerda a películas como La rosa púrpura de El Cairo, donde la ficción es un lugar de escape de la gris realidad. Siguiendo con Woody Allen, en Desmontando a Harry cuenta la historia de un autor que no funciona en la realidad pero sí en el arte, lo que encaja con la percepción del personaje, que pasa de su vida en formato pobre al mundo de la ficción con amplio escope. Insisto en que apenas usa recursos de fantasía para hacer atractivo ese mundo que simplemente es un Madrid soleado, basta con el cambio de formato. Esta idea de hacer funcionar la vida del autor en el arte también encaja con el estado de ánimo de Vigalondo al escribir esta historia.
La música
Un componente importante de la película es la música. La banda sonora original está compuesta por Hidrogenesse que ya habían trabajado con Vigalondo en su capítulo para las nuevas Historias para no dormir, La alarma. Pero además de la composición original aparecen dos canciones suyas de forma explícita en la película. De hecho, en una de ellas, Escolta la tempesta, aparecen ellos tocándola. Una canción que habla de ruido blanco, que tiene una gran importancia en la película. La otra canción es El beso, la canción que abre el maravilloso disco Un dígito binario dudoso, dedicado a Alan Turing, y que metafóricamente quiere despertar (revivir) a Turing, por una referencia a La bella durmiente en la que ahora no voy a entrar. De hecho, al final de la película, se usa la letra para una dedicatoria in memoriam, entre ellas a Itziar Castro que aparece en la película y que falleció recientemente. Al ser una película sobre el duelo, la canción es totalmente pertinente. Además, la historia de Turing, que se desarrolla más en las siguientes canciones del disco, habla de cómo Turing perdió a su amigo íntimo siendo joven y tenía el deseo de revivirlo a través de la inteligencia artificial. Esto encaja perfecto con la vertiente cyberpunk de la ficción como falsa reconstrucción de la persona perdida.
Otra canción que tiene importancia, hasta el punto de sonar dos veces, abriendo y cerrando la película es Perlas de El columpio asesino. Ya solo el hecho de que Nacho ‘Alacrán’ Vigalondo haya elegido una canción para una discoteca que no sea de Joe Crepúsculo, nos da una pista de que la canción tiene relevancia. Una letra que nos lleva al personaje asumiendo sus errores y pidiendo una oportunidad para continuar.
Sé que no lo hice bien
Ahora sé que mal es lo mejor que lo puedo hacer.
No pretendo arreglar
El daño que está hecho ya
Pero por favor
Ábreme la puerta hoy
Por favor
Concédeme tregua hoy