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Parece obvio que Else de Thibault Emin es una película marcada por el confinamiento y la pandemia en general, pero también es cierto que es una versión larga de un corto con el mismo nombre que realizó el director en 2007. No son realidades excluyentes, pues si bien el argumento es el mismo, el largometraje está cargado de detalles aprendidos durante esa experiencia colectiva. Los efectos psicológicos del aislamiento, la obsesión por las actitudes del vecino, la hipersensibilidad hacia la higiene más aséptica.

Else nos muestra una confrontación entre un personaje escrupuloso, ordenado y obediente; con una mujer caótica, de higiene distraída y normas relajadas. Plantea esa contradicción humana entre la atracción y la repulsión que produce lo orgánico, fuente de peligro y de placer. De cómo en el ámbito sexual se liberan actitudes que fuera de este contexto están limitadas por la precaución de los escrúpulos. Este choque de sentimientos opuestos que ha nutrido gran parte de la filmografía viscosa y purulenta de David Cronenberg, que una vez más es una influencia clara. Las enfermedades venéreas, el contagio, los fluidos, el placer, la entrega absoluta, la fusión de los cuerpos. Una tensión constante entre el sexo y la muerte que de una manera u otra han afrontado muchos cineastas. De un modo distinto pero también muy carnal, Verhoeven ha tratado muchas veces esa dualidad entre sexo y muerte.

La película que empieza como una comedia romántica, con la habitación colorida y bien ordenada del protagonista, se va volviendo oscura, en escala de grises. Surrealista y onírica en la tradición del cine europeo de las últimas décadas del siglo XX. Húmeda, extraña y emergida del universo de comic francés, como el cine de Marc Caro y Jean Pierre-Jeunet. Decadente y reflejo oscuro de la sociedad europea, en un universo que coexiste, como la trilogía de Europa de Lars von Trier, especialmente Epidemic. Estéticamente también puede recordar a Bertrand Mandico, por su juego con el blanco y negro -con ese tipo de blanco y negro- y por la sensualidad de los materiales. Aunque quizá el mayor referente, especialmente por las paredes corriéndose y las referencias darwinistas, sea Evolution de Lucile Hadžihalilović. Como ella, apela a nuestra condición de criaturas dominadas por la biología y las leyes evolutivas más que por la moral o el pensamiento. Ni mucho menos por la justicia. Los niños tendrán que acostumbrarse a su nueva condición, como los primeros peces anfibios respiraban con un dolor al que no tienen por qué acostumbrarse. Placer, dolor y una absoluta vulnerabilidad ante la aletoriedad del universo. En este sentido también cabe señalar la trilogía de la depresión de Lars von Trier: la amenaza de la naturaleza de Anticristo, la cruel indiferencia del universo de Melancolía y la predominancia de la carne en Nymphomaniac.

La película propone una entrega absoluta a nuestra condición biológica, para bien y para mal, una reacción al cyberpunk y al posthumanismo. Una victoria de nuestra esencia analógica frente al asepticismo digital. Else es mucho más que una simple ensalada de referencias, tiene su propia personalidad, más allá de su herencia genética dentro del cine. Ya desde su inicio como comedia romántica contagiosa que tiene su propia manera de definir el ámbito de lo sensual. Pero sobre todo por la manera en la que consigue exportar las cavidades orgánicas del cuerpo a la sociedad, de manera literal y también conceptual. Con una estética pausada, menos violenta y agresiva que la de Cronenberg, más lírica. Una caricia pringosa. Una experiencia de ASMR infeccioso. Una película cutánea pero no epidérmica. La aceptación de nuestra fragilidad carnal después de que hayamos creído por un momento durante la pandemia que todo se puede esterilizar, que la contaminación biológica se puede detener. No, amigos, no. Reina el caos.

Else

Media Flipesci:
5.8
Título original:
Director:
Thibault Emin
Actores:
Lika Minamoto, Edith Proust, Matthieu Sampeur