El cine sigue teniendo poder para influir en la sociedad

Estos días estaba escribiendo un texto sobre como el cine y la televisión han ayudado en la retropia que alimenta la extrema derecha, esa idea de un tiempo pasado mejor que nos han arrebatado, cuando surgió un debate en Bluesky a propósito de ciertas críticas -infundadas para mí- al discurso de Anora.  La pregunta era ¿sigue teniendo el cine y la televisión la influencia de antaño para construir relatos o influir en la percepción de la sociedad?

De verdad. Las películas no «blanquean» nada. Ni la prostitución ni las infiltraciones policiales. Si pensáis que el cine, el arte o la literatura tiene algún tipo de palanca en el pedal de las dinámicas sociales, sólo demostráis una entrañable ingenuidad.— Jorge Loser (@jorgeloser.bsky.social) 5 de marzo de 2025, 0:07

En una era dominada por internet y las redes sociales, algunos creen que el audiovisual tradicional ha perdido protagonismo. Es cierto que el consumo de cine en salas ha cambiado drásticamente en la última década y que la asistencia ha disminuido. Sin embargo, el streaming y las series han experimentado un auge sin precedentes. Las plataformas digitales han llevado el cine y la producción televisiva a millones de hogares, y muchas series buscan igualar al cine en formato, ambición y promoción. El audiovisual, por tanto, sigue siendo relevante. De hecho, viendo la vehemencia con la que la extrema derecha ataca cualquier historia que considera “woke”, está claro que ellos siguen creyendo en su importancia. Al fin y al cabo, como ya sabemos, las redes sociales son cámaras de eco que amplifican debates que, a menudo, nacen fuera de ellas: en la política, el deporte, los realities o, sí, en las películas.

No se trata solo de cuánta gente va al cine, sino del impacto que generan las películas. Del mismo modo que la influencia del fútbol no se mide solo por la asistencia a los estadios, sino por la cantidad de debates, noticias y conversaciones que genera, incluso entre quienes no vieron el partido más allá de un resumen, el cine sigue siendo un motor de discusión y tendencias.

En los últimos años hemos presenciado ejemplos clarísimos de cómo el cine puede catalizar debates sociales poderosos. La película Parásitos (2019) de Bong Joon-ho, por ejemplo, provocó en su país un intenso debate sobre la creciente brecha social y la falacia de la meritocracia. Solo en Corea del Sur vendió más de 10 millones de entradas (en torno a una quinta parte de la población del país), lo cual da idea de su penetración sin contar la gente que la vio en streaming, e instaló la discusión sobre la desigualdad en la agenda pública nacional. Su denuncia de la lucha de clases no se quedó en la pantalla, sino que saltó a periódicos, tertulias e incluso discursos políticos. Otro caso: Joker (2019), la película de Todd Phillips, tocó fibras sensibles sobre la violencia, la salud mental y la exclusión social. Desde su estreno generó controversia ¿era una crítica al abandono institucional de los enfermos mentales o una peligrosa reivindicación del nihilismo violento? Hubo cientos de artículos analizando su mensaje; algunos advertían que eclipsaba la conversación sobre la enfermedad mental por su crudeza, mientras otros defendían que precisamente exponía las fracturas sociales que pueden engendrar violencia. En cualquier caso, Joker se convirtió en un espejo incómodo de la sociedad contemporánea y generó debate más allá de lo cinematográfico.

De Bane a Joker: el pueblo está muy cabreado

04/11/2019 - Iñaki Ortiz Gascón

Joker está siendo la película del momento y parte de lo que cuenta es cómo algunas personas están necesitadas de una chispa que encienda la mecha para salir a la calle, máscara en mano, a volcar la rabia que tienen dentro. Pero no es la única película en los últimos años en tocar este tema, […] Leer más

Black Panther (2018) es otro ejemplo del impacto cultural del cine actual. Este primer gran blockbuster de superhéroes con un elenco mayoritariamente negro y ambientado en África supuso un fenómeno social. No solo batió récords de taquilla sino que fue celebrado como un hito en representación. Suscitó orgullo e identificación en comunidades afroamericanas y africanas, al presentar un país ficticio africano (Wakanda) avanzado y digno, libre de estereotipos coloniales. Con trajes inspirados en culturas africanas reales y personajes fuertes, Black Panther desmontó clichés sobre los hombres y mujeres negros en la pantalla. Mucha gente acudió al cine vestida con atuendos tradicionales africanos en señal de celebración, y abrió debates sobre la representación racial en Hollywood, el afrofuturismo, e incluso sobre las heridas del colonialismo y la diáspora africana. En resumidas cuentas, siendo una película palomitera, también se convirtió en símbolo de un cambio de era en la cultura popular, donde la diversidad ya no puede ser ignorada.

Un caso evidente es el de Barbie (2023), la película de Greta Gerwig, demostró que incluso un producto aparentemente ligero y comercial puede detonar conversaciones profundas si aborda según qué temas. Barbie partió con la expectativa de ser una cinta rosa de nostalgia noventera, pero resultó ser una sátira metanarrativa sobre el patriarcado, la identidad y las contradicciones del feminismo de consumo. En cuestión de días tras su estreno, generó miles de columnas de opinión, hilos en redes y discusiones en podcasts sobre su lectura del patriarcado, la crisis de identidad de sus protagonistas, la crítica a los estereotipos de género y hasta sobre la condición masculina en la sociedad actual. Pocas veces una película reciente había provocado un debate tan extendido sobre teoría de género en conversaciones cotidianas. Desde medios serios hasta memes, todos parecían estar hablando de Barbie, ¡¡incluso sin habela visto!!. De hecho, se puede decir que Barbie se convirtió en un fenómeno sociológico: instaló palabras como “patriarcado” en el centro de la conversación pop. Es una película con apenas un par de años, pero ya se han escrito tesis y trabajos académicos que hablan de su impacto y de de cómo Barbie convertirse en “un símbolo de empoderamiento, despertando un debate sobre si su narrativa feminista resuena más allá de la pantalla. Y es que lo lograron: para bien o para mal, millones discutieron si Barbie era suficientemente feminista, si se quedaba a medias, si era “feminismo blanco”… En otras palabras, la película cumplió la función de un espejo cultural, reflejando las tensiones sobre género y poder, y obligándonos a hablar de ello.

Un caso mucho más cercano, uno de los artículos más leidos de esta web es este en el que Iñaki hablaba sobre la controversia que se había generado sobre si Luca, el personaje de la película de Pixar, era gay. Escribimos el texto porque había debate en nuestro entorno y a nivel global.

¿’Luca’ de Pixar es una historia gay?

20/06/2021 - Iñaki Ortiz Gascón

Antes de nada, si no has visto Luca te recomendaría que lo hicieras antes de leer esto. Entre tanto, puedes leer la bella crítica de Lucia que no tiene spoilers. Aquí hablaré en detalle de muchos aspectos de la trama. Luca, la última película de Pixar, trata la amistad de dos chicos en un bucólico […] Leer más

En todos estos casos, el cine actuó como catalizador de debate social. No es fácil medir cambios sociales concretos en el corto plazo atribuibles a una película, pero sí vemos que lograron algo importante: colocar sus temas en la agenda pública y en la discusión cotidiana. Ya sea cuestionando la desigualdad, replanteando la representación racial o provocando conversaciones sobre género, el cine reciente ha demostrado su capacidad de influir y reflejar la sociedad. Además, funciona en tándem con las redes sociales, que amplifican su alcance e impacto. Las películas siguen siendo relevantes porque se sigue hablando de ellas: en redes, en medios, entre amigos. Por eso desde las cúpulas políticas –tanto para bien como para mal– se les da tanta importancia.