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Hacia el final de Entrevista con el Vampiro, Louise (Brad Pitt) explica cómo fue su vida durante el siglo XX, gracias a que la llegada del cine le volvió a permitir contemplar el amanecer. Louise alegra su oscura existencia en sesiones nocturnas donde las películas le ofrecen una experiencia a la que no puede acceder en la vida real. El vampirismo siempre está relacionado con la cinefilia. Da unas pinceladas que resumen los amaneceres del siglo XX en las salas de cine. Dice que primero lo ve plateado, mientras vemos imágenes del cine mudo, Amanecer y Nosferatu, ambas de Murnau. Después llegaron los tonos rojizos, dice, sobre un precioso cielo de Lo que el viento se llevó. “Y por último azul”. El Superman de Richard Donner orbitando el planeta tierra con el sol apareciendo al fondo

Superman (1978) tenía mucho de eso, de experiencia vampírica. Nos hacía volar como solo podíamos hacerlo en los sueños, y para ello invertía largas secuencias en las que no sucedía nada más que eso. Simplemente, Superman volaba para que Louise, el vampiro, disfrutara el bello espectáculo desde la última fila de una sala de cine. Con un scope 2.39:1, fotografiado por Geoffrey Unsworth, quien ya había mostrado las maravillas del cosmos y los imponentes paisajes africanos en 2001, odisea en el espacio. Quería ser algo más que otra adaptación de Superman para niños, quería ser gran cine. Brando, Hackman, Puzo en el guión y Williams haciendo historia en la banda sonora. La película más cara hasta la fecha.

Superman (2025) de James Gunn, la que ahora nos interesa, parece fijarse específicamente en la película de 1978, lo notamos ya desde la estética de los créditos iniciales, con una tipografía, color y efectos similares (antes punteros, ahora retro). No parece recordar nada de las oscuras exhibiciones del superhombre que idolatró Snyder. Mucho menos se va a acordar de la nadería de Bryan Singer. Gunn parece querer tomar el testigo del clásico. Sin embargo, al contrario que aquella, no tiene, ni busca el sentido de la maravilla. Aunque está rodada para IMAX, como toda superproducción que se precie (las entradas IMAX son mucho más caras), no persigue planos deslumbrantes. Con un formato más modesto, 1.85:1, se centra más en el espectáculo de la acción que en la experiencia cinemática. Y lo consigue con secuencias vibrantes, como Mr. Terrific peleando en un plano imposible mientras genera una cúpula de protección a Lois. Porque, admitámoslo, hoy en día cualquiera vuela. Vuela el perro. Vuelan, de una manera u otra, los componentes de la Banda de la justicia. A nadie -ni espectadores ni personajes- le llama la atención que Superman vuele. No terminas la película pensando en que Superman volaba, no le has prestado atención. Volar, en 2025, es un superpoder tangencial. Volar se ha vuelto rutinario.

Así que no hay tiempo para largos planos de paseo con Lois. No interesa que el joven Clark le eche una carrera al tren en su Smallville natal. Olvida los amaneceres. Gunn resume todo lo que Donner mostró en los 45 minutos iniciales con un recurso textual ingenioso, que además por su particular estructura de anáfora en crescendo, aporta su propio tempo. Porque ya nos lo sabemos (gracias). Porque ya no impresionan a nadie los superpoderes y no es necesario ir descubriéndolos poco a poco. De hecho, uno de los problemas habituales de admirar tanto la extrema perfección de Superman, es que después resulta difícil ponerle en apuros. El mayor defecto dramático de Superman siempre ha sido su excesiva invulnerabilidad. Pero esto también lo resuelve Gunn desde el principio. Nuestro héroe escupe sangre, agonizando, nada más empezar la película, en lo que podría ser el clímax en una concepción más académica. Le salva Krypto, su supermascota.

Este Superman sangra

En pocos minutos Gunn ha definido las líneas generales de su película:

1- No vamos a ver los orígenes, se cuenta con que el espectador los conoce.

2- Este superman es claramente vulnerable.

3- Empezamos en alto, la peli no va a parar.

4- Hay superperretes, déjate llevar.

Son líneas que encajan perfectamente con la filmografía del director. No le interesan los personajes perfectos, ni mucho menos. Es un director de antihéroes así que incluso al hombre de acero lo hace más vulnerable, más humano. Por otro lado, no tiene ninguna vergüenza en optar por lo grotesco, por lo cómico. Es un director que empezó con la Troma, en la serie B, en un cine que no se tomaba en serio a sí mismo. Todo vale, por esperpéntico que sea, si juego a favor de la película, aunque lo haga de forma improbable. Está muy lejos de ese proyecto de 1978 que intentó reunir a los mejores y demostrar calidad. Y desde esa convicción de no tomarse en serio, desde el descaro desacomplejado, desde lo ridículo, de algún modo siempre llega al núcleo emocional de los personajes, a conseguir que te importe lo que estás viendo. Diría que ese es su sello. En este caso, el juego entre paternidad biológica y adoptada, entre patria natal y patria de acogida, es redondo.

Humor kaiju

Además de llevarla a su propio terreno, se puede decir que Gunn lleva a este Superman a 2025. Como ya he comentado, es apreciable en la forma. Más relevancia al montaje que a la composición. Poco tiempo para admirar los poderes, más acción. Multiversos asombrosos, criaturas extrañas, acción frenética. Más elementos, más personajes. Uno de los pocos momentos en los que la película para la acción y la trama, es en la entrevista que le hace Lois a Superman, reflejo opuesto de la misma entrevista que le hacía en 1978. Si en aquella Lois babeaba por ese portento extraterrestre y le preguntaba de qué color llevaba la ropa interior, en esta Lois es una periodista implacable que le pone contra las cuerdas. Con una mirada compleja y comprometida. En eso también ha pasado medio siglo.

Entonces, ¿qué queda de aquél Superman que el cineasta parece respetar y homenajear? Sus principios, su bondad, su empatía hacia la humanidad. Eso es lo que no ha cambiado en todo este tiempo. Esa es la verdadera identidad de Superman, no su fuerza. Y lo que ha cambiado en este tiempo es el contexto social. El odio en las calles, el miedo a hacer lo correcto, el triunfo del malismo. Si el Lex Luthor de entonces tenía que esconderse de la autoridad en el subsuelo de Metrópolis para planear sus fechorías de especulador, el de ahora se exhibe en lo más alto de un rascacielos y está teniendo reuniones con el gobierno en el Pentágono. Con la megalomanía, el ego frágil y los beneficiosos contratos públicos que maneja Elon Musk. También es fácil pensar en Trump y en aquel vídeo hecho con IA que pretendía convertir la franja de Gaza en un resort. Y es que las referencias a Palestina son sorprendentemente claras, para venir de Hollywood. Gunn no se corta. Habla de la guerra, habla de inmigración. Juega mucho con la palabra alien, tan de moda en las proclamas xenófobas del gobierno actual. Es de agradecer este enfoque de cordura después de la propaganda trumpista que ha sido F1.

Superman es una bomba contra el cinismo. Se ríe de los monos iracundos que inundan de odio las redes. Lo más importante de nuestro nuevo héroe no está en sus superpoderes, ya no es eso lo que le hace único. Superman es un personaje que defiende que ser buena persona debería ser el nuevo punk. Una idea que funciona porque aunque la película es política no es una fábula moralista. Es divertida, gamberra, con ese sentido del humor de Gunn que le permite convertir a Linterna Verde en un bufón bordado por Nathan Fillion. De nuevo, esa dualidad entre no tomarse demasiado en serio pero tampoco tenerle miedo a lo emocional. Esa actitud le permite proponer con desarmante ingenuidad que ser buena persona no solo está bien, sino que puede ser revolucionario. En 1978, volar era el milagro que queríamos admirar en la gran pantalla. En 2025, el milagro es la bondad.

¡Viva el buenismo!

Superman

Media Flipesci:
7.2
Título original:
Director:
James Gunn
Actores:
David Corenswet, Rachel Brosnahan, Nicholas Hoult, Edi Gathegi, Anthony Carrigan
Fecha de estreno:
11/07/2025