Se cumplen 200 años de la publicación de Frankenstein, uno de los más importantes clásicos del terror. Para algunos, la primera obra de ciencia ficción moderna. Por este motivo, este año la Semana de Terror de San Sebastián dedicará su cartel y el ciclo paralelo a «El legado de Mary Shelley«. El ciclo, en el momento en que escribo estas líneas, está aún sin concretar pero en su presentación se han citado casi todos los títulos de los que voy a hablar a continuación. Por otra parte, el viernes 13 (qué apropiado) se estrena una película dedicada a su autora, Mary Shelley, protagonizada por Elle Fanning y dirigida por Haifaa Al-Mansour. La película, en un alarde de imaginación, se llama Mary Shelley. Sobre lo que espero de esta película hablaré al final pero primero quiero hacer un repaso las apariciones en cine de la escritora. Es decir, no me refiero a las adaptaciones de su obra sino aquellas películas en las que aparece Shelley como personaje, como será el caso del próximo estreno.

La novia de Frankenstein de James Whale (1935)

Es una aparición muy temprana de Shelley en el cine, allá por los años 30, la época dorada del cine y, en concreto, un momento dulce para las películas de Frankenstein con su intérprete más icónico: Boris Karloff. James Whale propone aquí una continuación a la obra original y para ello se sirve de un prólogo en el que muestra en un salón a Lord Byron, Percey Shelley y Mary Shelley en una actitud ridículamente formal para unos poetas repudiados por la sociedad. Ella incluso está haciendo bordado, con gran decoro. Mary les explica la secuela que tiene en mente y su narración da paso al resto de la película. En ese prólogo acaba toda la aparición de la escritora, aunque es notable que fuera ya en 1935, pasaría tiempo hasta que se le volviera a prestar atención.

Como curiosidad, Elsa Lanchester interpreta tanto a Mary Shelley como después a la novia de Frankenstein, aunque en los créditos eso queda en un interrogante juguetón. La película tiene muchos valores cinematográficos, como su montaje brioso y moderno, unos efectos especiales nada desdeñables para la época, bastante dinamismo en los movimientos de cámara y sobre todo, una carga icónica -ahora ya pop- que ha pasado a la historia. Por lo demás, una historia voluntariamente jocosa que creo que queda lejos del horror que ideó Shelley aquel verano de 1816 en la villa Diodati.

El año sin verano en la villa Diodati

Frankenstein se concibió en la villa Diodati, en el año sin verano. Diodati era la villa que tenía Lord Byron alquilada en Suiza, cerca de Ginebra. Allí se encontraba alejado de Inglaterra, donde había sido repudiado por sus escándalos. Vivía junto al lago Ginebra, navegando y pasando los días con el médico y poeta John Polidori. En 1816, Mary Shelley -por aquel entonces aún Mary Godwin- viajó a una casa cercana, a pasar el verano escapada con quien después sería su marido, el poeta Percey Shelley. Percey aún estaba casado con otra pero él y Mary llevaban tiempo viviendo juntos, con el consiguiente escándalo en la sociedad del momento. Les acompañaba la hermanastra de Mary, Claire Clairmont, quien llevaba en su vientre al hijo de Byron.

Ese verano, el grupo visitó frecuentemente la villa. 1816 es conocido por haber sido “el año sin verano”. Un invierno volcánico provocado entre otras cosas por unas brutales erupciones en el monte Tambora (Indonesia). Fue un verano frío que tuvo una especial crudeza en Suiza. Cosechas perdidas. Hambre. Lluvia. Un contexto ideal para el nacimiento de un monstruo. Estas condiciones provocaron que el grupo tuviera que refugiarse en la villa durante días, mientras fuera llovía. Byron propuso que todos escribieran un relato de terror y Mary creó a Frankenstein.

La particularidad del grupo, defensores del amor libre y dados a los excesos de los poetas, unida a las condiciones tan particulares de gestación de uno de los grandes clásicos de la literatura, han propiciado que este pasaje de la historia sea material para diferentes enfoques cinematográficos. Lo curioso es que las tres principales películas que tratan directamente los días en la villa Diodati se produjeron en solo dos años. Gothic, de Ken Russell, en 1986; Remando al viento de Gonzalo Suárez, en 1988; y Verano atormentado de Ivan Passer, también en 1988. Ni siquiera parece que unas fueran consecuencias de otras, pues no hay demasiado tiempo para que fuera posible. Suárez habla de ello en una entrevista de la época en El País, a su paso por la sección oficial del Zinemaldia:

Al iniciar el proyecto no tenía ninguna información sobre que alguien estuviera trabajando sobre la creadora de Frankenstein. Cuando fuí a Londres para poner en marcha la película me enteré de que Russell y también Huston -éste, lamentablemente, no la pudo hacer- trabajaban sobre Mary Shelley. La primera impresión fue de una profunda desmoralización, pero luego pensé que lo que trae el viento es para todos y que cada cual hace lo que puede con él. Por otra parte, el interés de esos directores me sirvió para reafirmarme en la actualidad del tema”.

 

Una historia a priori tan jugosa no había sido de interés hasta los 80. Es muy posible que aquí influya el hecho de que Mary Shelley no fue valorada como merecía hasta los años 70. Hasta entonces era más la mujer del poeta Percey Shelley -creo que por aquí van a ir los tiros de la nueva película. La primera biografía completa de la escritora no se publicó hasta 1989, Romance y Realidad de Emily Sunstein. Así que seguramente Suárez estaba en lo cierto al decir que era un tema de actualidad. Y no solo por el reconocimiento de la autoría de Shelley, también por la ruptura moral de aquellos poetas.

Gothic de Ken Russell (1986)

La versión de Russell se concentra principalmente en una noche en la villa Diodati. Una noche de catarsis, de excesos, de drogas y pasiones delirantes. Una noche en la que el monstruo se materializa en la mente de Mary, a través del contexto viciado. Pero sobre todo, la película de Russell hace honor a su título: nos muestra una historia particularmente gótica. La figura de Byron encarnada por el siempre oscuro Gabriel Byrne, pasa por ser un señor del castillo, un Drácula. Y es que la obra de Shelley no fue el único resultado de esa noche. John Polidory escribió El vampiro, que se considera la primera historia moderna de vampiros que influiría, entre otras, en el Drácula de Bram Stoker. Estaba inspirada en una idea de Byron, pero sobre todo, estaba influida por la personalidad de Byron -Polidori hace que el personaje sea un aristócrata con rasgos de personalidad inspirados en él. Esta fascinación por el poeta queda clara en la película. Así que tiene sentido que el Byron de Russell tenga algo de Drácula.

Russell, amigo de los excesos formales y la provocación (es el director de Tommy y The Devils) lleva al extremo la representación de esa noche. Otra de las esencias góticas está en las pasiones sexuales subterráneas y en las emociones desbocadas. Aquí tenemos a un Polidori con una atracción enfermiza por Byron y una visión del amor libre como una amenaza atrayente. Russell juega con la simbología y con los precedentes de arte. Por ejemplo, el homenaje a La pesadilla de Fuseli que aparece tanto en la película como en el propio póster de la película, una obra de unas décadas antes que es toda referencia de terror romántico y que encaja con el supuesto de que Mary tuvo la idea de Frankenstein en un sueño esa noche (el cuadro muestra un íncubo que se coloca sobre una doncella en sueños). Otra imagen que parece un disparate de Russell, las de las tetas con ojos, tiene una base real, al menos si hacemos caso al diario de Polidori. Percey, después de escuchar los versos de Christabel, el primer poema inglés que menciona vampiros, esencia de terror gótico de nuevo, quedó impactado y relató la imagen de los ojos en lugar de pezones.

Mary Shelley, interpretada por Natasha Richardson, tiene protagonismo en la película y seguramente es el personaje más relevante aunque la historia es más bien coral y los personajes no son tan importantes como el retrato de la corriente que representan. Aunque su obra es claramente la más importante y así queda explicitado en el prólogo y epílogo, no hay referencias demasiado explícitas al monstruo. Lo que sí vemos es cómo la muerte ronda a Shelley, hasta el punto en que en esa noche ella tendrá visiones sobre las muertes de sus seres queridos que ya han sucedido o que están a punto de ocurrir y que, sin duda, influyeron en su obra. Quien se centra más explícitamente en esto es Gonzalo Suárez.

Remando al viento de Gonzalo Suárez (1988)

El planteamiento de esta versión se centra en los monstruos interiores de Shelley. El Frankenstein que ella crea es una figura que representa la muerte inevitable que le espera a sus seres queridos. Una presencia que acecha cuando alguien está a punto de morir o que profetiza el final de alguien. Una licencia poética entre la aparición, la alucinación y el presentimiento.

La vida de Mary Shelley fue dura. A los pocos meses de nacer murió su madre, lo que le impuso una culpabilidad para toda la vida. Tuvo un hijo prematuro que murió y después, dos de sus hijos murieron siendo niños. Su marido murió joven y hubo varios suicidios a su alrededor. Todas estas vivencias debieron influir en su obra. Aquí Mary siente culpabilidad porque la criatura que ha desatado con su imaginación es la que lleva la desgracia a su familia. La idea de la culpa por la propia creación es a su vez uno de los temas de la novela.

El pasaje en el que Percey quedaba aterrado por una visión -que en Gothic se traducía en la escena de las tetas con ojos- aquí se aprovecha para que vea a Frankenstein a lo lejos. Dicho de otro modo: ve al monstruo de Mary. Más adelante, en Italia, le confesará que nada es lo mismo desde que vio a su monstruo. 

A pesar de que en esta versión todo gira en torno a Mary, el personaje interpretado por Lizzy McInnerny no termina de tener tanta personalidad como en Gothic. Queda eclipsada por un jovencísimo Hugh Grant en el papel de Lord Byron. Incluso el paroxismo de Percey le roba planos. La película no se centra solo en la estancia en Génova. Empieza en Inglaterra y termina en Italia, mostrando cómo el monstruo les perseguirá siempre. La historia está contada un poco abrupta, con bruscas elipsis.

Su mayor valor, aparte de adentrarse en la oscuridad de la escritora, es que es evocadora. Tiene imágenes potentes: los barcos en el lago, el prólogo entre el hielo, la jirafa doméstica de Byron… Si la de Russell se centraba concretamente en la novela gótica, Suárez se abre más al movimiento más general de la época, el romanticismo.

Verano atormentado de Ivan Passer (1988)

Es la versión más realista de las tres aunque quizá también la menos interesante. Se centra en las vacaciones en Génova, sin salir de ahí como Remando al viento, pero no transcurre solo en una noche, como Gothic. Su punto a favor es que los personajes están dibujados con más detalle y matices. Esto hace que las relaciones entre ellos resulten más interesantes. Shelley es interpretada por Alice Krige, aunque los miembros del reparto más conocidos son Laura Dern en el papel de su hermanastra y Eric Stoltz como Percey.

También juega abiertamente con la sensualidad a la hora de retratar su búsqueda del amor libre. Desde el principio, con un trío que sucede de forma natural. La otra búsqueda, por supuesto, es la del mal a través de drogas y malos viajes.

Como en las otras, aquí también se representa las alucinaciones de Percey. En este caso se plantea como una apuesta con Byron quien le predispone a ver el lado oscuro de su mujer, a través de la droga y la sugestión. Una idea más explícita de lo que se sugiere en Remando al viento cuando Percey ve al monstruo de su mujer.

La pesadilla de Fuseli vuelve a aparecer, esta vez como obra dentro de la casa.

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Decía al principio que hay quién considera que Frankenstein es la primera novela de ciencia ficción moderna. Uno de los defensores de esto fue Brian Aldiss, reconocido autor de la nueva ola. Decía que era la primera verdadera novela de ciencia ficción, en contraste con los ejemplos anteriores que tenían elementos de fantástico. Con esta admiración, Aldiss se lanzó a homenajear a Shelley en los años 70 con su propia novela. La premisa es fabulosa: un científico americano del siglo XXI viaja a la Suiza del XIX y se encuentra tanto con la autora como con la creación, que al parecer existió realmente.

La versión cinematográfica llegaría de la mano del rey de la serie B en la que fue su última película, con un buen reparto: John Hurt como el científico del futuro, Raúl Julia como Victor Frankenstein y Bridget Fonda como Mary Shelley. Lo cierto es que el personaje de Mary no afecta demasiado a la trama y es una cuestión más de capricho y homenaje que otra cosa. Hay una breve aparición de Byron (interpretado por un joven Jason Patric) y Percey en Diodati, pero sin mayor trascendencia. Se juega con que Shelley está escribiendo inspirada en los hechos reales. Por otra parte, su personaje está un poco mezclado con el de su hermanastra. Se refieren a ella como la amante de Byron.

En realidad, el homenaje importante es a la propia obra, pues el científico del futuro es un reflejo de Victor Frankenstein, al haber creado a su manera su propio monstruo. En cualquier caso, una película juguetona y divertida.

Mary Shelley de Haifaa Al-Mansour (2017)

Y llegamos a la película sobre Mary Shelley que está a punto de estrenarse en cines, interpretada por la excelente Elle Fanning. ¿Qué espero de ella? Pues más bien poco, la verdad. La crítica ha sido bastante dura con ella, incluso aquellos que tenían en estima a la directora saudí por La bicicleta verde.

Por lo que parece, la película se centra en el mensaje de una mujer luchando contra la sociedad de su tiempo que no creía en su autoría. Si la película va, como parece, por la reivindicación feminista, tiene por dónde avanzar. Aparte de la propia condición de autora de Shelley en tiempos difíciles, su madre fue una filosofa feminista (en el siglo XVIII, nada menos). Pero sobre todo, por la actitud rompedora con la época en cuanto al matrimonio, el sexo, la independencia económica… Temo que va a ser bastante blanca e inofensiva y dudo que se adentre en la personalidad rompedora de Shelley. Si se centra solo en la lucha de una escritora por ser aceptada, el resultado va a ser muy superficial y, lo peor para representar a la autora de Frankenstein: convencional.

En cualquier caso, veremos.