Que la secuela de Trainspotting iba a ser floja, ya lo sabíamos. Porque era una secuela innecesaria, por más que la novela estuviera escrita hace años. Porque era un proyecto que solo se iba a sostener sobre la premisa de la nostalgia. Y sobre todo, porque Danny Boyle es muy riguroso a la hora de alternar peli buena y peli no tan buena, y la anterior, Steve Jobs, había sido excelente. Estaba cantado. Ahora bien, ni en mis peores pronósticos había vislumbrado el desastre que iba a ser a todos los niveles. Algo bastante incomprensible pues no era tan difícil hacer algo salvable para los fans de la mítica primera entrega.
Pronto descubrimos que la película no va a tratar absolutamente de nada. La premisa parte del desenlace de la anterior, precisamente lo más funcional y prescindible de aquella. Después vagará dando vueltas sin que los personajes tengan nada interesante que aportar. Entre tanto, nos dejan escenas de la talla humorística de un programa de humor de segunda de la televisión británica. Por ejemplo, cuando el mafioso los obliga a desnudarse en el bosque. Parece construida sobre una suma de gags sin gracia, puestos uno detrás de otro para rellenar dos horas. Es televisión en el peor sentido de la palabra.
Los personajes, como decía, solo se pasean por la pantalla con continuas referencias a la original, obvias, forzadas y muchas veces desatinadas. Lo desarrollo. Que son obvias, es en sí mismo una obviedad. Se utiliza explícitamente metraje de aquella y se intenta revivir algunos de sus momentos míticos, repitiendo escenarios e imitando momentos. Son forzadas porque casi nunca viene demasiado a cuento. Un ejemplo es el revival de “elige tu vida”, uno de los momentos más vergonzantes de la película. Esa escena no tiene más sentido que el de alimentar una nostalgia militante. No tiene sentido dentro de la película y la actitud de los dos personajes es ridícula. Más allá de las palabras, el significado está completamente diluido y el mensaje que tenía entonces, directo como un chute violento, ahora es la nada. Y eso me lleva a concluir que las referencias son, además, desatinadas. Hacia el final, cuando vemos fugazmente el plano del joven Renton desplomándose, y se superpone con el personaje actual, el significado está completamente viciado. Esto se debe a que la actitud hacia el pasado no es la que corresponde dentro de la ficción sino que funciona solo fuera de ella. La nostalgia no tiene cabida cuando lo que se nos mostraba en aquella película era precisamente una juventud de mierda, sin futuro, anestesiada por las drogas. No tiene sentido ver imágenes idílicas como si se tratara de un himno juvenil, cuando era todo lo contrario. Otra cosa es que el icono generacional que fue la película dé pie a ello, pero llevarlo a la ficción es contradictorio.
Queda claro que la película solo intenta funcionar a nivel metacinematográfico, dando por perdido un contenido que no da para más. Y en esa línea, juegan la baza de convertir a Spud en escritor, para hablar sobre lo que significa el propio relato, el mito. Buen intento, pero ni se materializa en nada concreto ni encaja -nuevamente es forzado y desatinado. Habría sido mejor rodar un documental sobre el rodaje de Trainspotting, o algo por el estilo.
Y dejo para el final lo peor, o al menos, lo más decepcionante. Si algo sabe hacer Danny Boyle es construir momentos audiovisuales, y esa era una de las señas de identidad de la primera entrega, y en gran parte, lo que la convirtió en mito. Lo ha seguido haciendo durante toda su carrera. Incluso en las más flojas como Slumdog Millonaire, hay secuencias musicales estupendas. Y aquí, incomprensiblemente, no da una. Primero juega a amagar. Con unas tímidas notas que imitan el exquisito Perfect Day de Lou Reed o con un soso remix de Lust For Life a cargo Pordigy. Como juego vale. Todo parece estar amagando para llegar a un momento de explosión. Pero no llega. Toda la película parece la frustración de intentar encender un mechero apagado. Gastar en pulgar en chispas para nada. Todas las secuencias musicales son como un coitus interruptus, como ir a escuchar un concierto de tu grupo favorito y que ese día desafinen. Les faltan plasticidad, significado. Joder, les falta mucha fuerza. Verdaderamente incomprensible en un director que siempre se ha destacado en eso.
Si unimos esta importantísima carencia musical a que la película tiene una fotografía terriblemente vulgar, termino concluyendo que este es el clásico ejemplo de secuela realizada directamente para la televisión. Si cada imagen de Trainspotting era un icono, una imagen con fuerza; aquí cada fotograma se olvida al momento. Lo que no entiendo es qué pinta ahí Danny Boyle, y, por mucho que esté en horas bajas, tampoco me encaja Ewan McGregor. La podía haber rodado un cualquiera, copiando, con el resto de los actores e inventarse que el protagonista había muerto. Me cuadraría más.