In Fabric, la última película de Peter Strickland, ha sido seleccionada en la sección oficial del Zinemaldia y es un gran tanto para el festival. Puede que aún no sea un nombre ampliamente conocido pero ya ha sido definido por The Guardian como uno de los cineastas británicos claves de su generación. Todas sus películas han conseguido buenas críticas y, en concreto, Berberian Sound Studio, la más aclamada, se coló en el prestigioso top anual de Sigh & Sound, en el puesto 5 de las mejores del año, nada menos. Es un enamorado del cine de género, de algunos títulos muchas veces denostados y sitúa esas referencias como una influencia al mismo nivel que el cine de Tarkovsky, por ejemplo. Se nota esa mezcla en su estilo.

Uno de los elementos más importantes en su cine es la música, que suele tener una posición central en la definición del tono de cada película y que  acostumbra a ofrecer a grupos de música. Actualmente tiene un pequeño sello discográfico, Peripheral Conserve y ha rodado un concierto para Bjork. También flirteó con la dirección de teatro en su juventud.

Había estado inédito en España hasta que, por suerte, se estrenaron en algunas salas sus dos últimas películas a la vez, Berberian Sound Studio y The Duke of Burgundy. Vamos a hacer un pequeño repaso a sus tres largos y a la película que está por venir.

 

Aprovechando que había recibido una herencia, se lanzó a rodar su primer largometraje en Rumanía. Strickland lleva un tiempo viviendo en Europa del este, en Budapest. Al ser autofinanciada, la película es muy libre y ya deja claro que Strickland no tiene intención de hacer cine convencional.  Podemos ver algunos de los rasgos que mostrará en el resto de sus películas. Mezcla de géneros. Se mueve entre el drama social de una mujer violada y abandonada por una sociedad conservadora; y la serie B de una mujer y su venganza. Todo ello aderezado con elementos de terror formal. Y esa es otra de sus características, recurrir a emociones desde la pura estética. Utiliza el paisaje como un elemento amenazador. Esos bosques al pie de los Cárpatos que recuerdan el mito de Drácula y que, a través de las ruinas y de una ambigüedad en la ambientación, evocan un episodio gótico.

A pesar de su modesto presupuesto, tiene una estética muy cuidada, con imágenes muy expresivas como las comentadas del bosque, o una escena de revelación a bordo de una barca en movimiento.

Es su película más celebrada. Todo un homenaje al giallo clásico. Es cierto que el género vive un momento de gran prestigio y que no son pocos los homenajes que está recibiendo, pero en este caso se trata de algo mucho más explícito, es la propia trama. Un técnico de sonido británico (Toby Jones) viaja a Italia para trabajar en un estudio de sonido para una película de terror. La película resulta ser un thriller psicológico aunque aparentemente no es más que una “inocente” historia sobre una posproducción. De nuevo la mezcla de géneros.

En este caso, obviamente, hay un trabajo muy importante en el sonido, aunque es algo que Strickland siempre mima, como parte del cuidado formal de sus obras. El director consigue así transmitir la inquietud a través de un completo catálogo de sonidos de terror que vemos como se producen artificialmente ante nuestros ojos, pero que no por ello están despojados de su utilidad emocional. Toda una reflexión sobre el valor esencial de la estética más allá de su función puramente narrativa. También hay, eso sí, una turbia relación entre los personajes que apoya el efecto emocional. Strickland consigue una atmósfera turbia, misteriosa y agobiante a través de la forma. La banda sonora está compuesta por el grupo Broadcast, con una fabulosa música para los créditos de inspiración giallo.

 

Strickland no oculta sus referencias y si la anterior era un homanaje el giallo, aquí la mayor inspiración viene de Jess Franco. Aunque no falta tampoco la influencia de Buñuel, y en general, la de cierto cine erótico fetichista europeo de los años 70. Las películas se ubican en el tiempo más por género que por ambientación, y eso nos lleva aquí a los años 70, aunque por la ambientación, nuevamente ambigua, resulta difícil de situar. Tiene algunos elementos góticos, como Katalin Varga.

La película se envuelve en una estética de sutil sensualidad, apoyada por la excelente banda sonora de Cat’s Eyes, para contar, en realidad, una historia sobre la rutina en la pareja. La feminidad de la película se refuerza con la extraña decisión de incluir solo mujeres en absolutamente todos los personajes y jugar con un universo en el que esa condición es natural. Imágenes evocadoras, que afrontan la naturaleza de una manera opuesta en la que lo hacían en Katalin Varga. Si en aquella infundía terror, aquí acaricia y resulta sugerente.

 

No es raro encontrar predicciones de hace meses que situaban esta película en el festival de Cannes -aunque hasta ahora sus películas se han visto en Berlin, Locarno y Londres, entre otros muchos. Se equivocaron y la tendremos en la sección oficial de San Sebastián. Se trata de su primera incursión completa en el cine fantástico aunque formalmente siempre ha coqueteado con el género.

El encargado de la banda sonora es Tim Gane, lider de Stereolab, grupo del que el director era fan. Cavern of Anti Matter, el nuevo proyecto de Gane, ha editado algún single con el sello de Strickland. Así se conocieron. Para la fotografía, a pesar del éxito de sus dos trabajos anteriores, ha cambiado a una nueva directora, Ari Wegner, que es la responsable de uno de los descubrimientos recientes más exitosos del Zinemaldia: Lady Macbeth.

Repite con la actriz Sidse Babett Knudsen (de The Duke of Burgundy) y uno de los personajes principales será Marianne Jean-Baptiste, que fue nominada al oscar por su papel en Secretos y mentiras. También tenemos por ahí a Gwendoline Christie (Brienne en Juego de Tronos). Es difícil valorar más la película porque el director aún no está hablando demasiado sobre ella. En cualquier caso, una de las más atractivas a priori de la edición de este año.