Voy a hablar de la que para mí es, sin duda, la mejor banda sonora del año. Cuando escribí la crítica de El hilo invisible destaqué principalmente dos cosas: la lucha por la posición de poder y el cuento de hadas. Es un drama de pareja, donde hay un constante enfrentamiento para dirimir quién tiene el control. Por otra parte, está contada como un cuento de hadas clásico, con un príncipe y su castillo, una plebeya, una madrastra malvada y hasta un alimento envenenado. Un cuento oscuro y retorcido, que es lo que eran esos cuentos, en realidad. Todo eso está en la brillante banda sonora de Jonny Greenwood y voy a intentar desgranarlo a continuación.
El hilo invisible: arriba y abajo
13/02/2018 - Iñaki Ortiz Gascón9 En una de las escenas más famosas de El sirviente de Joseph Losey, la prolongada y sutil lucha de poder entre un señor y su sirviente desemboca en un enfrentamiento psicológico en una escalera. Aunque nominalmente está claro quién tiene la posición de poder, en la práctica, el carácter de cada uno y sus […] Leer más
Aviso que no me voy a cortar con los spoilers. Los necesito. Vedla primero.
Esta es una banda sonora distinta de Jonny Greenwood. ¿Y cuál de sus trabajos no lo es? Es la quinta colaboración con Paul Thomas Anderson (sus últimos 4 largos de ficción y Junun un documental). Esta vez Greenwood ha contado con una orquesta mucho mayor, de hasta 60 músicos para poder hacer un banda sonora con un estilo más señorial, barroco, que se separa del estilo más vanguardista de las anteriores. Pero eso no quiere decir que su sello no esté aquí. Su mano es reconocible, si escuchas bien, en la mayoría de cortes. Y salta a la vista en algunos derroches de demencia obsesiva como Bárbara Rose (que suena durante esa boda espantosa y continúa en la estrambótica misión de rescate del vestido). Ese corte puede recordar fácilmente al estilo obsesivo de Able-Bodied Seamen en The Master. También es muy fácil ver su mano en esos golpes sincopados de The Hem, cuando Alma le visita en la cama después de que él haya derribado el vestido al desfallecer. Esos golpes suenan como venidos de otro tiempo, y al romper el ritmo parecen contribuir al mareo de Reynolds. Claro que Greenwood está ahí en muchos sitios más, pero esta vez tiene un enfoque diferente.
La banda sonora bebe del barroco, directamente de Bach como ha comentado en varias ocasiones Greenwood (no es raro que haya fuga en el tema principal, pero esto lo comento más adelante, paciencia). En esta entrevista en Variety explica claramente que las referencias que tenían él y el director eran las grabaciones de los 50. Citan en concreto Glenn Gould y sus grabaciones de Bach. Es el tipo de música que Greenwood imagina que Reynols escucharía. “Música ligeramente obsesiva, minimalista y barroca”, según sus palabras. El jazz de esa época también es una referencia. Ben Webster y el trabajo que hace con piano y cuerda, que es la combinación que se usa en varios cortes.
El cuento de hadas
Como ya he explicado en la introducción, y más a fondo en la crítica, El hilo invisible es un cuento de hadas. A pesar de ser un drama sofisticado con un fondo bastante complejo, Anderson elige contarlo como un cuento. Y esto se ve claro en la ambientación, tanto por el uso de elementos simbólicos como las setas o el “palacio”, como por el aspecto visual que parece a veces mágico o, cuando menos, esplendoroso, otras veces misterioso. Pero uno de los mayores apoyos para crear esta forma de cuento es la banda sonora.
El palacio: House of Woodcock
Aunque la pista esté en el puesto 13 del disco, lo cierto es que House of Woodcock suena unas cuantas veces en toda la película, y siempre tiene el mismo significado: la felicidad y el esplendor del príncipe y su palacio. Suena nada más empezar la película -no es lo primero que suena pero casi- y da paso a Reynolds (el príncipe) preparándose para un día de trabajo en su mansión (palacio). La pieza completa tiene una pequeña introducción diferenciada del resto (por ejemplo, una diferencia es que esta breve intro es en 3/4 y el resto continúa en 2/4). La parte que va después de la introducción suena en otras ocasiones. La introducción la escuchamos al principio de la película. Es una progresión simple ascendente de notas de la misma duración (negras) y a continuación, puramente descendente, con el mismo ritmo. Algo muy sencillo, como un cuento. Suena cuando Alma explica la historia a un interlocutor que no vemos, a la luz de la hoguera, como los buenos cuentos. Cuando empieza a narrar aparece esa introducción, rematada con un pequeño jugueteo de subidas y bajadas rápidas y es como si fuera el equivalente musical a “Érase una vez”.
Después de ese previo, la pista continúa y vamos al plano de Reynolds afeitándose en su palacio (el cambio de la parte que yo llamo intro a lo siguiente coincide con el cambio del narrador al cuento). Las costureras subiendo las escaleras como si fueran a hilar un vestido mágico. Todo con mucha luz. La música del príncipe es felicidad, con misterio, con magia, pero con un aire señorial y positivo muy claro. Cada vez que esta pista vuelve a sonar es para mostrar situaciones de felicidad de la pareja. Cuando empiezan a salir por ahí antes de tener discusiones. Y sobre todo, en el epílogo, donde la podemos traducir como “y fueron felices y comieron perdices”.
La aldea: I’ll Follow Tomorrow
Después de las presentaciones necesarias del personaje de Reynolds, este decide bajar de su palacio a la aldea. Avanza en su coche como si fuera un noble bajando a caballo a mezclarse con el vulgo. Por la mañana conocerá a una bella plebeya en la posada. Pero antes de eso, en ese viaje nocturno suena I’ll Follow Tomorrow. Es oscura, misteriosa, minimalista. Es como un relato mágico de las mil y una noches. Y sobre todo, la sensación de que la película está a punto de empezar de verdad.
Encantamientos: Endless Superstition, Never Cursed
Magia y sortilegios, los tenemos sugeridos durante toda la película pero quiero comentar dos más o menos explícitos. El primero es cuando Reynolds lleva a Alma a su casa por primera vez y le cuenta la superstición de tejer el vestido de bodas por la que supuestamente Cyril está maldita sin casarse. En toda esta parte suena Endless Superstition. Superstición sin fin. Ese “sin fin” queda muy claramente marcado en ese triplete de notas que no paran de repetirse de manera obstinada. Es posible que esta pieza os habrá llevado a pensar en otra archiconocida, se parece mucho al Claro de luna de Beethoven. Escribió el Claro de luna a una alumna a la que tiraba los tejos. Esta es más oscura. Tenemos dos ideas. Por un lado el misterio de la maldición de cuento, por otro lado, el ambiente romántico pues están enamorándose. El enamoramiento de esta pareja tiene un tono oscuro y misterioso y parte de encantamientos y maldiciones.
Cuando Reynolds ha caído enfermo y Alma toma el mando y se pone a trabajar con la ropa, descubre el sortilegio que cose él en su ropa: Never Cursed. Nunca maldecido. El corte empieza con unas interrupciones bruscas, como si diera hachazos en la melodía, parones incómodos. Sin embargo, según va avanzando, y cuando Alma retira la inscripción, estos golpes van suavizándose cada vez más hasta llegar a un final mucho más tranquilo. Es como si ese sortilegio que les separa fuera desapareciendo. El muro que coloca él que no quiere estar maldito, básicamente no quiere dejarse “encantar” por una mujer, prefiere seguir siendo un soltero codiciado. Ese muro se presenta en esta pieza de un modo muy claro, y poco a poco, se va derrumbando. El sortilegio es contrarrestado.
La lucha de poder
El hilo invisible es una lucha de poder constante entre sus dos protagonistas. En los momentos en los que Reynolds desfallece hay un desequilibrio de poder y ahí está el motor de la trama. No es de extrañar que las pistas de la banda sonora que llevan el nombre de la película, es decir, los temas principales, tengan relación con estos momentos. La primera vez que a Reynolds le da el bajón, en este primer caso, por causas naturales, ella en el coche le dice explícitamente “Déjame conducir por ti” y él asiente. Esto resume bastante bien la idea central de la película. Justo entonces empieza a sonar Phantom Thread II, que nos lleva a la siguiente escena con Reynolds en cama y Alma cuidándole amorosamente y narrando cómo han cambiado las cosas (para bien, a su juicio). Sin que pare esta pista, le vemos ya recogiendo, aún inocentemente, setas en el bosque. Está todo ahí.
La siguiente vez que escuchamos el tema principal será después de que Reynolds esté fuera de sí, hacia el final de la película, gritando, y necesita recaer de nuevo. Alma decide entonces prepararle un buen plato de setas. Es el clímax de la película. Esta vez será una versión distinta, Phantom Thread III. ¿Qué cambia entre las dos versiones? El detalle más evidente es que PT II es más sencilla. Dos instrumentos, piano, que toca el propio Greenwood y un violín. PT III, sin embargo, tiene por un lado el piano (esta vez ya no lo toca él) y a su lado tiene toda una orquesta. Un sonido envolvente de cuerda en lugar de un solo violín, y además contundente percusión. El resultado es mucho más determinante, más fatalista, más dramático, más conclusivo. Tiene un poso de final, de cierre. Hemos pasado de una primera caída que abre un camino, a una resolución. La primera pieza es más delicada, la segunda es más apasionada.
Pero yo quiero ver otro matiz. En PT II hay una fuga. Es decir, hay dos voces que se persiguen haciendo el mismo camino. El violín entra más tarde, imitando la melodía del piano, siempre a una negra de distancia. Aprovecho que Greenwood compartió en Twitter la partitura de esta pieza para mostraros este pequeño desfase.
Como veis, el violín entra un poco más tarde y repite la misma melodía que el piano, todo el rato, una negra por detrás. Esto hace que haya constantemente dos voces en tensión, compitiendo. Refleja perfectamente la situación de esta pareja. En más de un momento de la película hay réplicas y contra réplicas que alargan las discusiones, hay una contestación constante. Las dos voces de PT II lo representan bien. Son dos voces bien distintas, el piano y el violín. Donde el piano recorre el sol (en la imagen de ejemplo) con notas cada vez más rápidas; el violín lo recorre justo después con una blanca, un sonido continuo. Hacen lo mismo, pero cada uno a su manera. El cambio llega cuando suena la pieza con la orquesta al final, PT III, aquí la fuga desaparece y queda absorbida por una única voz común en la que no hay competencia sino colaboración.
Además, justo después de terminar el corte PT III, vuelve a comenzar uno muy parecido a PT II, otra vez con las notas delicadas de piano. Vemos entonces la cara pensativa de Reynolds que ya ha entendido lo que va a ocurrir y está decidiendo su reacción. Pero aunque parece que hemos vuelto a PT II, descubriremos después de un rato que no es igual, y es que la cuerda nunca llega a entrar en esta versión. No hay contestación. Se ha eliminado la tensión de la fuga, la lucha de las dos voces. El resultado es mucho más calmado. Es la paz de la rendición. La capitulación oficial llega con la frase de Reynolds: “Bésame, mi chica, antes de que enferme” que es como volver a decirle que sí, que puede conducir por él. La misma idea la dos veces que ha sonado el tema principal, que es a su vez, la idea central de la película. Después, inmediatamente vuelve a sonar PT III, esta vez sí, igual, con toda la orquesta, su dramatismo y su pasión para cerrar la secuencia.
Hay otra competición que no es dentro de la pareja: la que mantienen Alma y Cyril por ser la señora Woodcock. Cuando Reynolds y Alma empiezan a salir por ahí suena lo que tiene que sonar, House of Woodcock, el cuento de hadas, porque todo es felicidad, lujo y perdices. Pero cuando van al restaurante y se sientan, de golpe (visualmente sorpresivo) les colocan una mesa más y aparece Cyril estropeando su intimidad, cosa que Reynolds acepta con naturalidad. Del mismo modo que ha habido una aparición visual brusca, el tema cambia de golpe y pasa a ser That’s as may be que es una pista mucho más tensa. Competitiva.
Alma
Y dejo para el final el que para mí es el mejor momento de la película. Alma quiere ir a bailar con su marido. Es normal, al fin y al cabo, es nochevieja. Reynolds no está por la labor, ni se lo plantea. Prefiere quedarse trabajando. Pero Alma no va a ser más su perrito faldero, se va sola. Reynolds no puede con eso y se va a buscarla. Llega y le observa en la fiesta, desde arriba. Ella se divierte.
Durante toda esta escena suena el tema que se llama Alma. Así de claro, Alma. Uno de los más delicados y emotivos de la banda sonora. Como el del enamoramiento, Endless Superstition, tiene un triplete de notas al piano que se va repitiendo, no exactamente igual, pero deja clara una determinación absoluta. No es terquedad, es determinación calmada. Y le acompaña una melodía de cuerda que, al principio, provoca tristeza, una decepcionada sensación de fracaso. Después, pasa a tener más color y sin perder la melancolía, despierta ternura. Son los ojos de Reynolds mirándola desde arriba. Entre sus peores y más tóxicas emociones de posesión y celos, hay una ternura amorosa que le hace pararse y observarla. Al final mantiene su pose y se la lleva pero en ese minuto observándola ha dudado, sabe que la quiere.
Lo más interesante de este momento musical, además de que la pieza es preciosa, es que Paul Thomas Anderson se atreve a hundirla bajo una estruendosa música diegética: la que está sonando en la fiesta. No solo vemos, si no también escuchamos cómo se divierte con una alegre y ruidosa música de fiesta. Pero en ningún momento desfallece esa pieza que les une a los dos. Bajo la diversión desbocada, se mantiene ese perseverante piano, y los sentimientos que provoca la cuerda de alguna manera no se pierden bajo el ruido. La fiesta es un desastre para ellos, pero sus sentimientos siguen ahí. Al final de la escena no bailarán, él se la llevará de nuevo a su castillo. Pero esto es un cuento y habrá final feliz, así que sí, en el epílogo les veremos bailando amorosamente, casi solos, en ese mismo salón. Esta vez no habrá sonidos diegéticos que puedan enturbiar en su relación, solo escucharemos la música de la banda sonora. Y sí, por supuesto, será House of Woodcock, porque fueron felices y comieron perdices.