Aprovechamos la excusa de que el día 1 de abril el Cineklub Kresala va a programar Lurralde Hotzak, para charlar con su directora y guionista (además de cámara y productora), Iratxe Fresneda.

Esta bilbaina, Doctora en Comunicación Audiovisual y profesora del Departamento de Comunicación Audiovisual de la UPV/EHU, ya presentó en el Zinemaldia del 2016 su largo de debut, Irrintziaren Oihartzunak, una película de no ficción sobre la figura de la directora Mirentxu Loyarte. Esa película no era más que el comienzo de la Trilogía del registro, de la que Lurralde Hotzak es su segundo capítulo.

 

Lurralde Hotzak es la segunda parte de una trilogía que nació con Irrintziaren Oihartzunak y que has bautizado como “La trilogía del registro”, ¿cuál es la conexión de las películas?

Las películas se conectan, precisamente, con el registro, con el modo en que registramos, en que miramos, en que grabamos, en que fotografiamos y en que pensamos la imagen. Toda la relación que tiene el audiovisual con la memoria. Lo que se registra, lo que se muestra y lo que queda oculto. Parte de una base conceptual bastante espesa que habla de unas ideas muy contemporáneas, muy de nuestros días. Estamos rodeados y rodeadas de audivisual, de imágenes, y esa es una de las cuestiones que, personal y profesionalmente, más me ocupan y me preocupan, así que desde ahí comienzo a gestar todo este proyecto.

En Irrintziaren Oihartzunak hablábamos de la invisibilidad de algunas obras y de algunas personas. Concretamente de Mirentxu Loyarte. En Lurralde Hotzak, en cambio, hablamos casi de lo contrario: del exceso de las imágenes en nuestros días. Ese es uno de los impulsos conceptuales de la película: todas las imágenes que nos rodean que a veces nos impiden ver algunas maravillas que tenemos y desconocemos.

Tú película arranca con una cita de Erice, “La lucha por lasupervivencia de la imaginación pasa, entre otras cosas, por la lucha contra el absolutismo del Audiovisual”. ¿Qué es el absolutismo de lo audiovisual?

El absolutismo del audiovisual que utiliza Víctor Erice no es un concepto nuevo, ya lo manejaba Susan Sontag en 1973 cuando escribió Sobre la fotografía. Más o menos viene a decir que demasiadas imágenes acaban aniquilando el sentido de la imagen misma. Para traer a la tierra este concepto, cuando desbloqueamos el móvil tenemos infinidad de imágenes que muchas veces no tenemos ni tiempo de contemplar, ni de observar. Imágenes que no sirven para nada… basura, muchas imágenes basura. Del mismo modo que los mares se están llenando de plástico, nuestras cabezas, nuestro universo, se está llenando, en cierto modo, de basura, de imágenes basura. De un exceso que, al final, nos impide ver la imagen de una manera reposada, disfrutada, reflexionada, de otro modo.

Estamos en un momento en que hacer películas es más fácil que nunca, o por lo menos más barato, y verlas también.

No sé qué decirte, creo que la propuesta de Lurralde Hotzak no es nada barata, es una propuesta con un presupuesto muy alto para ser rodada a pesar de haber sido realizada por un equipo muy pequeño y de haber ajustado muchísimo. Otra cosa es que la tecnología y el manejo de la tecnología sea más accesible hoy en día. Están saliendo cámaras que ruedan en 4K, manejables, ligeras, que son una maravilla, que te permitan moverte y te ofrecen mayor facilidad; pero eso no quiere decir que rodar, o hacer una película, no cueste dinero. Para hacer una película de forma profesional hay que invertir muchísimo tiempo investigando,trabajando en la temática, en la obra, en muchos procesos  necesarios para llevarla a cabo.

Bueno, yo me refería a términos relativos. No es que ahora sea barato; pero si más barato.

Es más barato en cuanto a la tecnología. Es más barato en cuanto a registrar imágenes. Cualquiera puede registrar una imagen o un vídeo, eso está al alcance de cualquiera. Otra cosa son la películas y el proceso cinematográfico realizado de forma profesional. Sigue teniendo un coste humano, el tiempo de las personas personas cuesta dinero, también los materiales… lo de que se ha abaratado es relativo. Se ha abaratado el registrar fotografías o vídeos; pero sigue siendo un proceso costoso. Quizá algo más barato depende de qué tipo de producción, pero una de las cosas que preocupa muchísimo ahora mismo es que se está haciendo menos ficción porque aunque los costes se hayan abaratado sigue siendo carísimo, carísimo. Es muy difícil sacar adelante proyectos de ficción.

Lo que está claro es que ahora hay acceso a una oferta inmensa. Es muy fácil acceder a casi cualquier catálogo. 

Eso sucede con la música, con la ropa, con los medios de comunicación, con la comida… consumimos muchísimo. No lo sé, tengo mis dudas, creo que sigue habiendo un sistema y unas estructuras de exhibición y de distribución que priorizan a unas películas sobre las demás y que hacen que sean esas las que llegan a los cines y que en esos espacios sigue quedando muy poco hueco para el cine independiente. Pero eso, por lo menos en el estado español, ha sido así siempre. Ese tipo de cine aquí sólo sobrevive en Festivales o en circuitos muy alternativos.

Volviendo a tu película, ¿por qué las tierras del norte? ¿Cuándo nace este proyecto?

Hace alrededor de veinte años comencé a estudiar el audiovisual escandinavo, comencé a acercarme a través de la obra de Lars von Trier, de todo el entramado de su productora, de sus modos de hacer, de su forma de contar historias. Pasé bastante tiempo estudiando y analizando su obra y otras cercanas a ese entorno del audiovisual escandinavo danés y sueco. Es entonces cuando me introduzco en las tierras del frío, en todo el audiovisual de los países del norte, comienzo también a investigar el modo de hacer las series de televisión, viajo allá, estudio en diferentes universidades para aprender cómo lo hacen allí y observarlo más de cerca. En esos viajes se crean muchos de los bocetos de esta película, muchos de los pensamientos, muchas de las ideas y el eje central de lo que luego sería la película.

¿Has rodado lo que tenías pensado o el rodaje te ha ido llevando por otros caminos?

Básicamente diría que he rodado lo que tenía pensado. Yo para esto soy bastante cuadriculada, me gusta mucho tener bajo control lo que hago y eso me lleva a tenerlo todo bastante planificado. Tenía los lugares muy pensados, los he ido localizando durante años. He rodado básicamente lo que he querido.

Una de las cosa que tenía clara es que no quería que apareciera Lars Von Trier, es una cosa que he evitado a toda costa. Probablemente hubiera sido posible, pero me decanté por filmar el atrezzo de su filmografía. Me parecía bastante más interesante. A Lars Von Trier le hemos visto muchísimas veces pero quizá el entramado, los interiores de sus películas, no están tan vistos y eso me parecía muy interesante.

Bueno, en realidad esta es una persona más de lugares que de personas. Exceptuando las que salen en las fotografías de Eulalia Abaitua, se da más importancia a los lugares que a las personas que los habitan.

Las personas están en estos lugares, sobre todo los fantasmas de muchos cineastas o artistas. Aparecen, pero de una manera distinta, no a la que estamos acostumbrados en los documentales convencionales en los que aparece alguien en pantalla contándonos algo. En este caso quería hacerlo de una manera distinta. Que de alguna manera las personas estuviesen a través de los paisajes. Para mi los lugares son algo importante a la hora de trabajar, me interesan mucho las localizaciones.

Hay un momento, que no vamos a contar para hacer un spoiler, que generó una serie de situaciones muy especiales, que es muy impactante y que para mi es muy importante que marca las capas que tiene la película que habla de la invisibilización de algunas cosas. Del cine, de los registros, de algunos testimonios.

Me gusta mucho un concepto que mencionas en la película, cuando dices algo parecido a “busco localizaciones para películas que no se rodarán”

Lo hago siempre. Tengo muchísimos cuadernos con dibujos, con fotos, con apuntes de sitios que me parecen maravillosos para rodar. Se me ocurren historias a través de los lugares. Es una cosa que hago mucho y que, además, queda reflejado en la película. Es un de pensamiento que, de alguna manera, enlaza todos esos sitios por los que he ido deambulando. Sitios por los que también ha pasado el cine, la imagen, o podrían haber pasado…

Bueno, igual si se terminan rodando…

No creo, voy a hacer la tercera… y creo que me voy a quedar ahí [rie].

La voz en off vuelve a estar muy presente, ¿no te dio miedo que te diera demasiado protagonismo?

Es un miedo que también tuve en Irrintziaren Oihartzunak, de hecho en la primera versión de aquella no había voz en off, yo no quería aparecer; pero Laurent Dufreche, el montador de la película, insistió en que tenía que estar presente y que la voz era un elemento más, una herramienta más, del lenguaje cinematográfico. Que no tuviese miedo, que además era necesario. En esta película estaba incluso más claro. Además ya perdí el miedo y la vergüenza y creo que el viaje de una mujer sola que viaja con sus fantasmas y una cámara necesita una voz. Si hubiera sido otra voz  hubiera sido sido extraño. Hubiera sido otra película.

En otro momento de la película dices que el cine del S.XXI es un zombie, ¿por qué?

Es un muerto viviente, no acaba de morirse nunca. Llevamos mucho tiempo oyendo hablar de la muerte del cine, del mismo modo que oíamos hablar de la muerte de la radio cuando llegó la televisión; pero la radio sigue viva y es un medio de comunicación valiosísimo que todavía tiene mucho recorrido. Yo creo que el cine se transformará, mutará, pero continuará existiendo.

Eso me recuera a la charla que mantuvimos con Thierry Fremaux, el director del Festival de Cannes, cuando dijo “el cine ha ganado la batalla, el cine está por todos los sitios”.

No sé si estoy muy de acuerdo con eso. Thierry Fremaux es una persona muy inteligente y que tiene mucho conocimiento de lo que habla; pero desde luego que el cine pasa ahora mismo por muchas dificultades y está en un momento de transformación. Hay cosas que tienen que cambiar, sobre todo para que la gente siga apreciando el instante de ver las películas en la sala. Como hacéis vosotros desde El Contraplano, o la gente de los cineclubs, o mucha otra gente que entiende de la magia de sala. Porque las películas están concebidas para verse en una sala. Es que si no es como ver el Gernika en una fotocopia. No es lo mismo.

¿Qué nos puedes contar de Tetuán, Tittwin, Begiak, la siguiente película?

Será el cierre de esta trilogía. Es una película que tiene que ver con la construcción de la memoria. En este caso vamos al sur, vamos a las tierras cálidas. Las tres películas son muy distintas en cuanto a planteamientos formales, la luz, las formas de contar. Es una de las cosas que me parece interesante de este proyecto.