Bang Bang.

Dos disparos que van en direcciones distintas, tal vez opuestas. Dos lecturas sobre una misma película que es Kill Bill. ¿Es una película machista? ¿Se trata de una historia feminista? Mientras la última película de Tarantino es esperada, se ha reabierto el debate.

Afortunadamente, hoy en día la reflexión y deconstrucción sobre los roles de género, que han designado durante siglos patrones de comportamiento diferenciados entre hombres y mujeres, está presente y latente. A pesar de ello, los “fundamentos tarantineros” originales están construidos desde los que hasta ahora eran clasificados como “valores masculinos”: la auto-confianza, independencia, agresividad, dominación, coraje, asertividad, resistencia y fortaleza. Todo ello sazonado con violencia, humor y miscelánea cinematográfica posmodernista.

Las chocantes historias que Tarantino nos contaba hablaban de hombres que se daban de galletas con otros hombres y donde las mujeres éramos caritas de fresa con características y funciones definidas. Todo ello no impedía que disfrutáramos de su particular manera de hacer cine, claro está, pero la masa madre masculina estaba clara.

Desde Reservoir Dogs hasta Kill Bill, las apariciones de caracteres femeninos en sus películas fueron surgiendo progresivamente. ¿Pero es el hecho de que en Kill Bill predominen las mujeres revelador en cuanto a que se trate de una película feminista? Para nada.

La película presenta los elementos visibles más evidentes y superficiales para poder ser etiquetada como tal, sólo en un primer vistazo: Protagonista femenina fuerte, luchadora incansable; una guerrera a fin de cuentas. Se trata de una historia sostenida por un abanico de personajes femeninos donde el malo malísmo es un hombre.

Si tenemos en cuenta que en esta película, los personajes siguen estando elaborados con los mismos ingredientes tarantineros donde lo que cambia es el sexo de los actores, puede ser relativamente fácil caer en el cliché de que sólo por eso, es feminista. Esto ya lo aprendimos con Wonder Woman, por ejemplo. Identificar una película feminista por su forma nunca implica directamente que tenga una fondo feminista.

Wonder Woman no es una película feminista

27/06/2017 - Sandra Rozas

7.5 Wonder Woman no es una película feminista. Y no lo es, en primer lugar, porque ninguna película ni ficción artística en general puede serlo. Porque, como apuntaba el siempre interesante escritor guipuzcoano Álber Vázquez, no se pueden atribuir a la ficción rasgos propios de la vida real. Del mismo modo que una ficción (sea […] Leer más

A medida que se nos van dando las piezas del puzzle que conforman la trama de Kill Bill, hay momentos estelares donde en apariencia, se nos sigue alimentando con los clásicos diálogos, personajes violentos y “violentantes” propios del imaginario de Tarantino. El público fiel al director ve satisfechas las expectativas porque la esencia tarantinera sigue viva y en plena ebullición. Ey, pero, esta vez, hay más cosas detrás del escenario dispuestas a despertar otros ojos.

Cuando vemos a Beatrix Kiddo en coma ingresada en un hospital, se confirma la pesadilla de lo peor que nos podríamos imaginar: el enfermero/celador misógino-asqueroso-vomitivo que utiliza el cuerpo de Uma para desquitarse. Y no sólo eso, encima crea negocio de las violaciones, dejando sin ningún ápice de duda que el cuerpo de la mujer, es para correrse y nada más. Cuando la guerrera despierta lo primero que hace es resolver esa situación liquidándolo, no sin antes cortarle los talones de Aquiles, qué gran alivio.

Más tarde, cuando nos adentran en la infancia y juventud de O-Ren Ishii, nos encontramos con un pederasta que no tarda en sufrir las consecuencias sanguinolentas a manos de la O-Ren niña. En unos minutos nos hemos cargado a un violador y a un pedófilo, bien. Los asesinatos y las palizas sangrientas son algo esperado en el cine de Tarantino, de modo que no sorprende.

La historia de venganza empieza así, matando a personajes que representan el abuso y cosificación de la mujer. Entonces ella, Uma, recién salida del coma, toma la “Pussy Wagon” (Coñoneta) de Buck el enfermero y la hace suya, del mismo modo que las mujeres hacen suyas las malas palabras lanzadas en su contra y las usan como vehículo.

Pasando por Japón, desiertos, flashbacks y muertes entre cereales llegamos hasta Mexico para encontrarnos con el malo malísmo final: Bill. El maestro, el encantador de serpientes y el jefe del escuadrón asesino Víbora Letal. Ese ser despreciable que intentó cargarse a nuestra heroína, causándole el mayor daño posible. Encontramos esa terrible línea entre el odio y el amor donde Bill es un maltratador que se cabreó, el día que había perdido su poder sobre la mamba negra, Beatrix Kiddo. Dos personas que se quisieron en una relación de desigualdad donde ella era la discípula, la serpiente que se movía con la música de la flauta que Bill tocaba.

Cuando la esperada catarsis llega, el misterio de por qué Beatrix desaparece, dejando atrás su vida como asesina, es revelado. Sabemos que Bill era el jefe de un escuadrón de asesinas profesionales, que Uma era su favorita y que por ello era envidiada. Sabemos que tenían una relación y que Beatrix era una Nikita en toda regla. Pero ella acaba huyendo bajo el manto de un falso nombre y se convierte en Arlene; una novia embarazada que ensaya para casarse y así emprender una nueva vida. Bill se consume en la furia de la traición y por eso ordena masacrar a todas las personas implicadas, torturando especialmente a Beatrix. Es significativo que antes de producirse el disparo final que dejará en coma a la novia, él confiesa que es un masoquista en ese momento, pues el sufrimiento que está provocando en ella tiene un efecto directamente doloroso en él, porque no se nos olvide, la quiere.

 

La clave de que Kill Bill resulte una película feminista radica en el guión, en la cuestión original que desencadena todo el escenario, narración, personajes e historia. Tarantino ha creado una historia dividida en 2 tomos que consiguen ser éxito de taquilla donde da a sus fans lo que quieren: diálogos intensos, ritmo, personajes extremos, katanas y leches. Y todo es desencadenado por el shock por el que pasa la protagonista al enterarse de que va a ser madre.

Aunque es sabido que el feminismo no está necesariamente ligado a la maternidad, una historia construida desde lo que supone sicológicamente para una persona la maternidad, lo es, y más si estamos en un contexto de cine tan masculino. En muy pocos minutos somos testigos del impacto que sufre Beatrix Kiddo al darse cuenta de que está embarazada. Su mirada y sus gestos hablan por sí solos, sumado al diálogo posterior que entabla con otra asesina enemiga que no tarda ni un segundo en empatizar con ella: sororidad. Dos asesinas que pasan de apuntarse a la cabeza a perdonarse la vida, porque han entendido un hecho que supone un vuelco que lo cambia todo. La película no se regodea en sentimientos tiernos, ni falta que le hace. Nos han hablado todo el rato de que la maternidad, es un golpe, y casi no nos habíamos dado cuenta.

Por todo ello, sin duda Kill Bill es una película feminista, porque todos los aspectos más importantes y significativos de la misma están hilados desde ahí. Todos esos elementos y el intento de Tarantino en hablar sobre todo ello es lo que convierte a esta película en valiosa; y si criticar y reprochar a Tarantino su imaginario-bestiario masculino conlleva que salga de su zona de confort para crear obras semejantes, bienvenidas sean.

Bang Bang.

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