En la anterior entrega hablé de la resurrección de Shyamalan.

Una de las características del momento actual es la figura de la mujer en el cine, tanto como creadoras, como con respecto a personajes con verdadera entidad. En el cine de terror está habiendo una necesaria revisitación de los roles habituales de las mujeres. De objeto pasivo a sujeto activo. Desprendiéndose de su rol de víctima, sin dejar de señalar a los culpables. Se están redefiniendo clichés como las final girls y por supuesto, la figura de heroína, que ya no va unida a una imagen masculina de la mujer. Todo esto está sucediendo al ritmo de los tiempos actuales básicamente por dos razones: la mujer tras la cámara y la mujer ante la pantalla.

The Horror Report. Stephen Follows

Si vamos a los números veremos una evolución algo decepcionante. Ha aumentado un poco el porcentaje de mujeres directoras en el terror en los últimos años pero no llega al 10%. Aunque estas cifras representan cantidad y no calidad -habría que ver el porcentaje dentro de las películas relevantes- nos dan una idea clara de que sigue siendo minoritaria su presencia. Sin embargo, sí que las cifras nos dan un cambio más apreciable en el público del terror. Este siempre ha sido un género asociado al espectador masculino, sin embargo, algo está cambiando. Al menos en cierto tipo de terror. En este estudio de Movio, hacen una diferenciación interesante: terror de ciencia ficción y terror paranormal. El terror de ciencia ficción sigue siendo mayoritariamente del interés de los hombres mientras que el terror paranormal -que por otra parte es el que está teniendo éxito en este siglo- está casi a partes iguales (51% – 49%).

Esto es un círculo vicioso. Más mujeres entre el público es una demanda de un producto más para los dos sexos. Y la consiguiente oferta más atractiva para las mujeres hace que aumente el interés de estas. También es un género que atrae mucho más a los jóvenes (un 27% más joven que la media) y esto probablemente influye en que haya una audiencia menos segmentada por sexos. También es, según este estudio, mucho más variada en cuanto a razas. Un público más diverso que demanda cine más diverso.

Directoras de terror ha habido siempre, claro. Simplemente, ahora están adquiriendo algo más de peso y, sobre todo, pueden hacerlo según sus propias normas, no adaptándose al sistema de los hombres. Esto encaja con lo que hablábamos en anteriores entregas sobre la libertad autoral que admite el género de terror gracias a sus bajos presupuestos. Los temas que las mujeres quieren poner sobre la mesa han pasado del undeground al lowcost, con el consiguiente aumento de la visibilidad. Estamos viendo un interés notable en cuestiones como la maternidad, las agresiones sexuales, los cánones de belleza… Principalmente en el cine dirigido por mujeres, pero no solo, y es que vuelvo a recalcar que el cambio más importante se está dando en el público. También se percibe un uso mucho más íntimo e intenso de la sangre, y a veces, directamente referencias explícitas a la menstruación, algo poco habitual -aunque no inexistente- en el cine dirigido por hombres.

Vamos con las hermanas Soska, especialistas en body horror. Su segunda película, American Mary, tiene cierta fama. Se estrena en 2013 y tiene ya varios elementos que son más habituales en el terror femenino. Parten de la mujer como objeto sexual -la protagonista está dispuesta a usar su atractivo para llegar a fin de mes- a la ruptura de los cánones de belleza transgrediendo el cuerpo. Una mujer que pasa de ser cuerpo bonito a tener una destreza siniestra. Por supuesto, mucha sangre. Aderezado con un fetichismo de tortura extrema que se apoya claramente en Audition de Miike. Sexy, por supuesto, pero temible también. Este año, 2019, han estrenado otra película con todos esos elementos de nuevo, cambiando a Miike por Cronenberg, en su remake de Rabid. Quizá esta última está más equilibrada, pero aquella tenía más punch.

Si las Soska rompen con los cánones de belleza, The Love Witch (2016) de Anna Biller pone en apuros los conceptos clásicos del amor romántico. Ya para empezar rompe con la ambientación de una época y un lugar reales, creando ambigüedad, creando su propio mundo. Biller crea sus propias reglas para esta bruja que sabe hacer enloquecer a los hombres. Derrumba los arquetipos y consigue provocar en el espectador un replanteamiento absoluto de las normas sociales. Y además tiene una estética estupenda, llena de color y con mezcla de referencias a cine de épocas distintas.

La maternidad

Pero seguramente la película que más ha hecho por el terror hecho por mujeres ha sido The Babadook, de Jennifer Kent, estrenada al año siguiente, en 2014. Primero, porque al contrario que la mayoría, ha sido un éxito. Con un presupuesto de 2 M$ ha recaudado 7,5 M$. No es un dineral, pero sí un éxito claro, a diferencia de otras de las películas que comento aquí que, al menos en cartelera, han funcionado regular. Segundo, porque es una película en la que queda claro que la directora es mujer. Una historia de terror que se reduce básicamente a una idea: una madre desbordada, perdiendo los nervios. La maternidad es seguramente el tema que más fuerza ha tomado, con las directoras decidiendo de qué quieren hablar. Y sobre todo la maternidad como una fuente de desesperación, lejos del ideal de mujer realizada por ser madre. 

Otro ejemplo muy claro es Goodnight Mommy, dirigida por Veronika Franz y Severin Fiala. Mujeres que no quieren ser vistas únicamente como madres, que no quieren que su vida gire en torno a la maternidad ni mucho menos lo haga su identidad. A veces, mujeres que simplemente quieren señalar el lado oscuro de la crianza. Aquí podemos citar también a Tenemos que hablar de Kevin, de Lynne Ramsay (2011), que no me atrevería a calificar de película de terror pero que es muy oscura y que trata estas mismas cuestiones. También incluiría aquí un western de terror bastante interesante: The Wind (2018) de Emma Tammi. Tiene elementos claros de traumas relacionados con la maternidad, la soledad de la madre en casa y la sombra del aborto. Hay hasta una película en la que una embarazada asesina porque se lo dicta el feto que lleva en su interior, Prevenge (2016) de Alice Lowe.

The Wind

Justicieras

Volvamos al 2014. En la misma edición de Sundance que se estrenaba The Babadook se podía ver otra ópera prima: Una chica vuelve a casa sola de noche, de Ana Lily Amirpour. Mucho más minoritaria pero película de culto de terror a día de hoy. Personalmente, The Babadook no me interesa demasiado formalmente, más allá del tema que trata, mientras que la otra sí creo que tiene una propuesta con más valor. Una vuelta de tuerca a la figura de las vampiras donde, una vez más, tenemos una justiciera contra las agresiones machistas. La película además es iraní y juega con la tradición y la modernidad: su vestimenta y el skate. La película es muy barata, se realizó gracias a una campaña de cowdfunding en Indiegogo.

Como decía antes, la cuestión de vengar violaciones es habitual, y en concreto, dentro de esta figura casi de superheroína fantástica como es la vampira de Amirpour, tenemos una película más reciente y con más presupuesto. La muy disfrutable Revenge (2017) de Coralie Farget. En un estilo exagerado casi de cómic -tanto en el contenido como en el color- la protagonista responderá con violencia a los hombres que la atacaron primero.

 

Los cambios hormonales, la temida adolescencia

Otro de los temas recurrentes en el cine hecho por mujeres es la traumática entrada en la adolescencia, que parece ser bastante más compleja que la de los hombres. Mientras que los directores suelen reflejar la adolescencia más entre la nostalgia y la rebeldía -si acaso alguna frustración social- en las mujeres muchas veces desemboca en una turbulenta historia de terror, donde el propio cuerpo puede ser el enemigo.

Isabel Coixet traslada estos cambios hormonales directamente a una película de terror: Mi otro yo (2013). En realidad, tiene mucho que ver con sus otras películas y aunque formalmente es terror, es un viaje a la adolescencia de una chica. Hay autolesión, que es algo también muy recurrente y que está claramente conectado con el gusto por el body horror.

Un corto que hemos podido ver este año en la Semana de Terror -y también estuvo en la selección Labo-, The Boogeywoman de Erica Scoggins, empieza directamente con una chica a la que le acaba de venir su primera regla. Lo que otras directoras sugieren de manera más o menos obvia, Scoggins lo muestra con una mancha de sangre en el baño nada más empezar. Después vemos la situación traumática y metafóricamente se relacionan estos cambios con una transformación sobrenatural.

Para mí la mejor película que trata estos temas, y en general, la mejor de las que comento en este artículo es Crudo (2017), de Julia Ducournau. De nuevo tenemos a una adolescente enfrentándose a cambios en su interior. Una sed de sangre que es muy habitual en el cine de mujeres. En este caso, hablamos de una chica un poco más mayor y el golpe está más bien en la manera en la que se enfrenta a la sociedad al abandonar el nido. Una sociedad que quiere imponerle una serie de normas que ella no está muy dispuesta a aceptar. Una chica que pasa de ser presa a depredadora. Una película que toma el relevo a otras interesantes directoras francesas que han querido probar el sabor de la carne humana a principios de la década anterior: Claire Denis en Trouble every day y Marina de Van en Dans ma peau.

Crudo: Depredadoras

04/11/2016 - Iñaki Ortiz Gascón

8 Crítica de Crudo Titulé la crítica de The Neon Demon como “Depredadores”. Aquí dejo la respuesta femenina, en una película que tiene algunos puntos en común, o espejos. Desde detalles como la escena de las chicas en la ducha con sangre, hasta la idea de un deseo imparable. Si en aquella, las protagonistas suspiraban […] Leer más

 

Hay una película que hace juego con Crudo, en cuanto que una es a la carne lo que la otra es al pescado: Blue My Mind, la ópera prima de la directora suiza Lisa Brühlmann. Es más un drama fantástico algo oscuro que una película de terror, aunque tiene algunos aspectos. Aquí también tenemos a una protagonista adolescente cuyo cuerpo empieza a cambiar a partir de su primera menstruación. Por supuesto, cambia de forma paranormal. También hay un choque social, no solo fisiológico. También hay otra película en la que el hambre y el mar son elementos en común con esta, aunque el tono vaya más a terror cómico: The Lure de Agnieszka Smoczynska. Las sirenas son unas figuras indispensables, donde la belleza y el horror se mezclan en un ser reservado para la feminidad.

Otra película muy interesante por muchos motivos es Evolution (2015) de Lucile Hadzihalilovic. Como las dos anteriores mencionadas, viene del mar. Esto y muchas otras cosas la emparenta con la película de otra directora, Aguas tranquilas de Naomi Kawase -pero esta no es de terror. Evolution es una película más ambiciosa que las demás porque además de hablarnos de cambios en la adolescencia nos lleva a una reflexión de grandes preguntas filosóficas sobre nuestra esencia como eslabones en la cadena de la evolución. Además es una película muy física, con una fotografía estupenda. Está cargada de atmósfera e imágenes sugerentes. Mucho Lovecraft y algo de Cronenberg.

Y hasta aquí este repaso al cine de terror hecho por mujeres en esta década. Seguro que se os ocurren muchos más ejemplos significativos. He dejado de comentar algún título que ha tenido relevancia como The Invitation de Karyn Kusama. Si queréis añadir alguna dejadla en los comentarios.

Y con esto acabo con las 4 partes del nuevo cine de terror. ¿Acabo? Bueno, queda el postre. Para recordar las películas de terror que hemos visto en estos 10 años:

Las 50 mejores películas de terror de la década

09/12/2019 - Iñaki Ortiz Gascón

Como postre para la serie sobre el nuevo cine de terror voy con mis 50 películas favoritas de la década (2010 – 2019). Como todas estas listas, va por gustos, pero sirva para repasar el cine de terror que hemos visto en los últimos años. Se quedan fuera unas cuantas películas interesantes. Algunas porque no […] Leer más

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