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Hay películas que contienen una alegoría y otras que existen porque son una alegoría. Me explico. Frankenstein (o si queréis, algo más reciente como Terminator) puede ser una alegoría que nos avisa de los peligros de un impacto tecnológico drástico, pero en ambos casos, son películas que funcionan perfectamente aunque no tengas en mente aquello que están representando. Los mecanismos dramáticos, lo que nos entretiene o lo que nos emociona, están en la superficie. Sin embargo, hay otras películas, como Madre, que no te llegan del todo si no sabes de qué te está hablando realmente. En esos casos, la alegoría no está como fondo enriquecedor sino que es parte de la narración. Vivarium es un ejemplo de esto.

Vivarium habla de esa vida gris que le sobreviene a una pareja que termina reproduciendo los hábitos de sus padres, con aquellos elementos que la sociedad considera un modelo de felicidad: una buena casa, un hijo, un trabajo. Elementos, todos ellos, que ni siquiera son elegidos por la pareja. Todas esas cosas les llegan por inercia. Una casa que no les gustaba, un hijo que no habían pedido, un trabajo frustrante. La alegoría está, como decía, en la superficie, y solo tiene sentido entenderla como tal. Tanto es así que el guión no se molesta en explicarnos las razones de lo que ocurre. Podríamos pensar que es un gran experimento extraterrestre en el que se coloca a los humanos en una especie de zoo que pretende replicar superficialmente su estilo de vida, para estudiarlos. Eso es -salvo lo de los extraterrestres- lo que significa su título:

Es un área, generalmente cerrada, para guardar y criar animales o plantas para observación o investigación. Frecuentemente, se simula en una pequeña escala una porción del ecosistema de una particular especie, con controles para condiciones ambientales.
https://es.wikipedia.org/wiki/Vivarium

¿Y qué más da? La película no te está hablando de extraterrestres ni reptilianos. Eso no le interesa.

Cuando en Vivarium ves al protagonista cavando un agujero sin descanso, poco importa lo que hay debajo, si es que hay algo. Importan las ideas que transmite. Que el personaje está inmerso en un trabajo que no le aporta nada. Que, además, invierte cada vez más tiempo en ese trabajo para escapar de la aterradora rutina no deseada que le espera en casa. Es especialmente necesario visualizar a un marido durmiendo en la oficina para poder avanzar en la trama. Cuando la protagonista está atrapada en su casa, lo que está ocurriendo es que esa mujer ha dejado el trabajo que le gustaba y ahora está atrapada entre esas cuatro paredes matando el tiempo. Cuando intenta comprender los misterios paranormales del chaval, no es más que una madre superada por los problemas de la educación. Una madre por inercia, ya que el padre no está presente. Cuando el crío ve esos fabulosos gráficos en televisión, estamos viendo cómo la sociedad le inculca unos valores y unas ideas completamente independientes de lo que sus padres podrían querer para él. Lo están formando. Por supuesto, una información que sus padres, al otro lado de la brecha generacional, no pueden decodificar. Y el coche que “huele”, ese intento de revivir la vida antes de que todo se torciera, quizá con alguna escapadita, solos. Y tantos otros ejemplos que van más allá del spoiler.

La película tiene sentido argumentalmente, solo en su significado, pero eso no quiere decir que no tenga otros valores artísticos. Es una pesadilla kafkiana que va asfixiando a los personajes, y de paso al espectador. Nada mejor que una inmobiliaria para escenificar la desesperación de una pareja actual. Aunque lo que de verdad pone los pelos de punta es lo que subyace, el drama de fondo. Lo que Sam Mendes te cuenta sin metáforas en American Beauty o Revolutionary Road, pasado por el filtro metafórico de Peter Weir en El show de Truman. Esa pesadilla está reforzada por una estética deshumanizada, fractal, con laberintos de rutina. El trampantojo de la repetición, del mosaico. Son imágenes que impactan visualmente y que tiene un discurso desolador. Y hablando de imagen, quiero rescatar lo que ha comentado Juan G. Andrés en redes, acerca de la influencia de Hopper y Magritte en la estética de Vivarium:

Perfecta combinación: el pintor de la soledad y el pintor del surrealismo ingenioso. Por cierto, algo más tendrán en común estos dos pintores, cuando eran los favoritos del personaje de Zooey Deschanel en 500 días juntos.

Toda la película está impregnada de imágenes procedentes de ese género extraño a caballo entre el fantástico, la ciencia ficción y el terror que podemos llamar weird fiction. Donde una realidad puede habitar bajo el bordillo de la acera. Donde las imágenes hipnóticas del televisor no esconden su amenaza indescifrable. En este sentido, es en la recta final de la película donde se crece, con un derroche de geometrías imposibles, juegos de color y, en general, todo tipo de elementos extraños.

Vivarium

Media Flipesci:
6.3
Título original:
Director:
Lorcan Finnegan
Actores:
Imogen Poots, Jesse Eisenberg, Jonathan Aris, Danielle Ryan, Olga Wehrly, Senan Jennings, Molly McCann