Joker está siendo la película del momento y parte de lo que cuenta es cómo algunas personas están necesitadas de una chispa que encienda la mecha para salir a la calle, máscara en mano, a volcar la rabia que tienen dentro. Pero no es la única película en los últimos años en tocar este tema, ni mucho menos.
El cine es un reflejo de su tiempo y si la sociedad está enfadada, se reflejará también en la gran pantalla. Siempre ha habido películas que muestran el descontento de la gente por la situación social. Hace 20 años se estrenaban El Club de la lucha y Matrix. Películas que señalan un malestar y una necesidad de enfrentarse a ello, habitualmente con violencia. Vandalismo activista, ya sea físico o virtual.
Desde el estallido de la crisis hay cada vez más malestar entre quienes más están sufriendo las consecuencias. Esté descontento se canaliza a veces en el auge de populismos de ambos signos, o incluso en activismo de guerrilla en las calles. Los motivos son variados, desde el independentismo, como en el caso catalán, hasta la protesta por los impuestos al combustible, como en el caso de los chalecos amarillos; pero en el fondo, esta rabia no se desataría igual si la gente tuviera trabajo en buenas condiciones. Todo este cabreo se ha disparado desde la crisis.
The Dark Knight Rises (2013)
Creo que uno de los primeros en hablar de la rabia popular después de la crisis fue Christopher Nolan en el cierre de su trilogía de Batman, The Dark Knight Rises. Probablemente el argumento se vio afectado por el fallecimiento de Hedge Ledger. El caso es que el villano aquí es Bane y se aprovecha del desencanto social para erigirse en líder populista. Previamente ha habido un ataque a Wall Street, lo que entronca completamente con el fenómeno de Occupy Wall Street. La interpretación más obvia es que los Nolan están arremetiendo contra este movimiento, lo comentaba Pedro Vallín en su libro ¡Me cago en Godard!
El murciélago con cara de Christian Bale empezó instalado en la ambigüedad política cuando escribía los libretos David S. Goyer —Batman begins (2005)— y acabó cayendo en un desmelenado discurso reaccionario cuando Jonathan Nolan tomó la batuta del guion y firmó la historia anti-15M de El caballero oscuro. La leyenda renace (2012), en la que Batman acaba sofocando la revuelta de los indignados. Seguramente, sin que los Nolan fueran del todo conscientes.
Aunque si queremos generalizarlo podemos pensar que está previniendo contra el populismo en general, sea del signo que sea y esté más o menos justificado. Unos años después, el infame Donald Trump protagonizaría esta involuntaria imitación al arte tan escalofriante:
Gotham es una ciudad ficticia pero en esta entrega, al contrario de las anteriores, la ciudad que más se acerca es Nueva York. En la anterior era claramente Chicago. Nolan busca este cambio para representar claramente las diferencias económicas. Como él mismo explicaba en una entrevista en el Chicago Tribune (que no enlazo porque no está accesible en Europa), Nueva York le daba una oportunidad mejor para hablar del 1%.
La purga (2013 – )
Poco después, estábamos aún más cabreados. Tanto que una modesta producción se convirtió en taquillazo, saga de hasta 4 películas y también una serie: La purga. La premisa de esta película era que para que todo vaya bien hay que soltar un poco de rabia de vez en cuando, por lo que se permitía todo durante un día. Los ciudadanos salen a la calle, muchos de ellos con máscaras, y hacen lo que les da la gana, desde el vandalismo hasta el asesinato.
Poco a poco vamos viendo cómo el día de la purga sirve realmente para eliminar a las clases más bajas, encaminando la ira del pueblo hacia los más débiles, que no pueden pagarse buenas medidas de seguridad. Según avanza la saga va quedando claro que es un mecanismo de élites de ultraderecha con regusto fascista, al mismo tiempo que aparecen guerrillas populares organizadas para combatirlo. Desde la exageración de la ficción, un buen retrato de lo que está pasando en el mundo. Ya en la tercera entrega, la metáfora pasa a ser explícita, con una política de izquierdas y un político conservador, apoyado por estas élites.
En todo caso, más allá del mensaje político, una vez más tenemos las calles tomadas por grupos que entre la rabia de quien no puede más y la satisfacción de quien tiene la oportunidad de dar rienda suelta a sus más bajos instintos, convierten la ciudad en un campo de batalla. Lo que es vendido por “los padres fundadores” como una manera de combatir la crisis, resulta ser más bien un modo de aliviar la rabia y de paso, diezmar a los ciudadanos menos rentables.
La purga: serie B de izquierdas
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Mr. Robot (2015)
Hablemos de series. Por supuesto, hablemos de Mr. Robot. Quiero matizar que me refiero a la primera temporada, de la cual considero que hay un principio y un final claro, y que no era necesario añadir más, que por otra parte es una segunda temporada mucho menos acertada. Pero el éxito es así y esta serie funcionó muy bien.
No podía faltar una serie que le debe tanto a Matrix y aún mucho más a El club de la lucha. Un grupo de hackers intentando echar abajo un sistema injusto, eliminando las deudas de manera digital. F Society. Pues bien, aunque la revuelta en este caso viene iniciada desde las oscuras habitaciones de hackers fuera de la ley -claramente inspirados en Anonymous, incluso hay caretas similares- después tiene una respuesta de apoyo en las calles. Como buen ciberpunk, los villanos son los líderes de megacorporaciones. Se usa claramente el lenguaje de los movimientos populares, como hablar en términos del “1%”. Algunos de los discursos parecen sacados alguna asamblea. Está asombrosamente pegada a los hechos de actualidad. Por ejemplo, un día sucede el escándalo de Ashley Madison y me parece cosa como de Mr Robot:
#MrRobot https://t.co/bcmVS02d4Z
— Iñaki Ortiz (@iortizgascon) August 19, 2015
A las dos semanas, el escándalo está siendo nombrado en un capítulo:
Ha habido una referencia a Ashley Madison en el último Mr Robot. Pero cuándo graban los capítulos?? Tienen cosas de actualidad sorprendente.
— Iñaki Ortiz (@iortizgascon) September 3, 2015
La figura de un hacker no es representativa de la sociedad, pero de forma más alegórica es un reflejo del activismo digital que va desde un tweet crítico hasta organizar una manifestación por redes sociales. En cualquier caso, otra muestra del descontento y la rabia social, especialmente entre los millennials (bebe de los grandes éxitos de finales de los 90 y la película favorita del protagonista es Regreso al futuro II).
Nación salvaje (2018)
Si en Mr Robot el mundo digital es un arma donde el pueblo puede contraatacar, en Nación salvaje es un lugar menos acogedor. También hay hackers desvelando secretos y, de nuevo, funciona como una alegoría más amplia de las redes sociales, en este caso sobre la pérdida de intimidad. Una película muy apegada a los usos y costumbres de los más jóvenes. Si en Mr. Robot me refería a los millennials, aquí estaríamos hablando ya de la siguiente generación, los centennials. Aquellos que hoy están -como le recuerda el director del instituto a la protagonista- todavía en la high school.
Aquí la sangre llega mucho más al río, y los hackeos desencadenan verdadero linchamientos. Aunque se materialicen en la película de manera física, la referencia es clara a los linchamientos en Twitter. Se nos muestra una sociedad deshumanizada, individualista, pero sobre todo, con mucha rabia contenida.
Además, hay una importante carga feminista que nos conecta con uno de los movimientos que más ha sacado a la gente a la calle. La película evoluciona como una venganza de las mujeres contra la sociedad que está siendo injusta con ellas.
Peterloo (2018)
Vámonos 200 años atrás, pero sin perder la actualidad, Peterloo de Mike Leigh. La película habla de una masacre que se produjo al reprimir una manifestación que pedía más democracia. ¿Os suena, verdad? Más que ser un recuerdo histórico, la película se sitúa en un tiempo que comparte con el nuestro una particularidad: la pérdida de derechos laborales a causa de que la tecnología estaba transformando el trabajo. Una consecuencia de la revolución industrial que se está repitiendo de otra forma con la revolución digital. En este caso, la violencia la ponen más las fuerzas represoras, pues lo que vemos en la película es una protesta pacífica, pero está muy en consonancia con algunos movimientos de los últimos años.
Nosotros (2019)
El último éxito de terror de Jordan Peele quien ya había tratado el racismo en su primera película, se basa en una premisa muy clara: los de abajo vienen a por los de arriba. Gente que ha estado malviviendo en las peores condiciones mientras otra parte de la sociedad ha vivido bien. De hecho, hay una relación metafórica de correspondencia, que nos lleva a concluir que la prosperidad de unos es consecuencia de la precariedad de otros. Hasta que un día, los de abajo se hartan.
Están muy enfadados y además, están muy organizados. Toman las calles con violencia pero también formando una larga cadena. El terror de esta película viene del miedo de las clases medias-altas a que un día las clases bajas se harten y vengan a por lo que les corresponde. Y una vez más, tenemos dos interpretaciones casi opuestas: el pueblo organizado bajo alguna de las primaveras de los últimos años; o el pueblo convirtiendo su rabia en odio y tomando decisiones drásticas, como votar a Trump. Lo que muestra la película es la rabia y el hartazgo.
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Los miserables (2019)
Vámonos a Francia, al país de los chalecos amarillos, pero sobre todo, al lugar donde cuando el pueblo se cabrea, arden las calles. Como ocurrió en 2005 en París, cuando dos jóvenes musulmanes murieron escapando de la policía. Ocurrió en un barrio pobre, claro. Los miserables nos muestra una situación parecida. El desencadenante, como entonces, es una acción policial pero la explosión viene de un ecosistema de pobreza y violencia, de gueto, que alimenta el conflicto. Es en eso en lo que la película centra su esfuerzo, en retratar ese caldo de cultivo para la violencia. Lo que pasa cuando el pueblo decide que ya basta.
Joker (2019)
Y llegamos ya a la película del momento. El pelotazo inesperado de una película de superhéroes que camina por derroteros distintos a la moda impuesta por la competencia, Marvel. Una película que puede suponer un terremoto en la manera de hacer dinero en Hollywood. Pero vamos a lo que nos interesa: el cabreo del pueblo.
El villano de Joker no es Joker, es el sistema. Un sistema con ricachones desconectados de la sociedad, incluso cuando pretenden ser benefactores, como ha sido siempre el padre de Bruce Wayne. Un sistema donde no hay dinero para la asistencia médica a un paciente con graves problemas mentales, lo que es un peligro para el paciente y también para su relación con la sociedad. Un sistema en el que la precariedad laboral es norma. En definitiva, el sistema actual en EEUU y en algunos aspectos, también el nuestro. Un sistema en el que el ciudadano ya no se siente protegido. Un sistema en el que el ciudadano no cree.
La película se sirve en gran parte de dos películas de Scorsese, y una de ellas, Taxi Driver, era otro buen ejemplo de una sociedad que se siente desamparada y abandonada por los políticos. Y cuando se produce este desamparo, la ciudadanía se revuelve, y muchas veces las cabezas visibles son tan inadecuadas como las de Travis Bickle o Arthur Fleck. Como en el caso de los chalecos amarillos, no hay una ideología como factor común sino que se trata de movimientos transversales unidos por el enfado. La “máscara” de Joker, como rabia. Ya está pasando en varios lugares del mundo, como Beirut o Hong Kong:
El maquillaje de Joker (aquí en Beirut) es la nueva máscara de V de vendetta para las manifestaciones. Foto: Patrick Baz / AFP pic.twitter.com/4eQVsuLrKZ
— Iñigo S. Ugarte (@Guerraeterna) October 25, 2019
Esto ya se adelanta en la propia película. Y aquí va un paso más allá de Taxi Driver, y nos muestra la pasión que genera este líder de la rabia. Una rabia que, una vez más, se ajusta bien a nuestros tiempos, tanto a los movimientos de izquierdas como a la exitosa campaña de Trump basada en el hartazgo de la gente. Aquí cada cual puede elegir la lectura que prefiera. Lo importante es que esa gente se levanta tomando el icono de Joker porque representa algo mucho más explosivo que la ideología: como Arthur Fleck, están cabreados con el sistema. Por supuesto, no es casualidad que el protagonista tenga un conflicto con un millonario, o que sus primeras víctimas sean unos pijos en el metro, ese lugar donde confluyen las clases sociales en Nueva York. Seguramente de camino al distrito financiero. Porque de nuevo, Gotham vuelve a ser Nueva York, el epicentro de la crisis.
Joker lanza ese primer ataque a los ricos, porque son las élites hacia las que el pueblo mira con rabia. Incluso Trump, que es un millonario, se atreve de forma absurda a tener un cierto discurso anti-élites, que complementa con sus arrebatos xenófobos. Todo lo que sea encender la mecha, es bienvenido. El pueblo está muy cabreado.
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