¿Por qué estoy mezclando a la ganadora del goya a mejor película con la ganadora del mejor documental? ¿A qué viene este pintoresco título? Viene a colación de este hilo de Twitter:

Estuve tentado de responderlo para mostrar mi desacuerdo pero sucede que cuando Pedro Vallín abre un melón suele tocar suficientes temas complejos como para que se haga necesaria una respuesta reposada. No te digo nada si te lees su libro, Me cago en Godard, pero eso ya está hablado. Vamos a la cuestión sin perder más tiempo. Espero no extenderme demasiado con la libertad de caracteres fuera de Twitter.

Partamos de un punto de acuerdo. Sí creo que a veces el gusto por la neutralidad de nuestro cine es traicionero. No sé si es tanto una tendencia actual o más bien una práctica heredada del franquismo y continuada después en las películas de la ley Miró. Podría nombrar a algún tótem intocable del cine español que pecaba de ello ya hace muchos años pero no quiero abrir otra polémica. Prefiero ser neutral. Sí comentaré un ejemplo reciente: la excelente El Reino, del talentoso Rodrigo Sorogoyen que viene a diseccionar usos y costumbres -o más bien modus operandi- del PP pero sin decir «PP», por aquello de la universalidad de la obra. Yo creo, como el deep fake de Lola Flores que anuncia sucedáneo de cerveza, que para que te entiendan en todo el mundo debes tener acento. Pero más allá de eso, creo que Sorogoyen se hace trampas a sí mismo con esa supuesta neutralidad. No le pasa lo mismo a Luis López Carrasco -que Vallín menciona en el hilo- cuando habla en El año del descubrimiento, con nombres, apellidos y toponímicos, de sucesos sobre los que se posiciona con claridad. Y según comenta él en entrevistas, hasta el público coreano entiende la película. Hablar sin tapujos de lo local es honesto y la honestidad nos lleva a lo universal. Por cierto, miedo me da el enfoque que le vaya a dar Sorogoyen a la serie sobre la guerra civil que ha anunciado.

Los disturbios en Cartagena en El año del descubrimiento. Ecos en nuestros días.

Dicho esto, no creo que todas las películas deban ser como El año del descubrimiento. No solo no creo que una película deba tener un planteamaiento explícito, ni siquiera creo que eso sea un impedimento para tener un efecto político. Me pasa lo mismo con la ciencia. A veces hay quien quiere que la ciencia tenga claras aplicaciones prácticas. Que encuentren un remedio al cáncer o energías limpias más eficientes, en lugar de jugar emparejar números primos o entender lo que pasa dentro de una agujero negro. La cosa es que más allá del dilema de si el conocimiento debe ser una meta en sí mismo -yo creo que sí, en esto sí me mojo- sucede que la mayoría de las cosas que eran juegos placenteros en la cabeza de un matemático, alejados de la necesidad de servir a sus semejantes, terminan siendo útiles, quizá un siglo después, para el avance tecnológico de la humanidad. Algo así pasa con películas como Las niñas, de Pilar Palomero. Para mí tiene valor en sí misma porque es una película estupenda, pero creo que también es útil a la larga.

Le he escuchado varias veces a Luis López Carrasco comentar que a la salida de su película varias personas le han preguntado a qué sindicato se pueden afiliar. Me parece maravilloso. Y que acabe con casi una proclama antifascista es más necesario que nunca. Pero creo que también es imprescindible que los espectadores masculinos veamos cómo es la cotidianeidad de unas chicas adolescentes. Porque admitámoslo, hemos crecido viendo pandillas de chicos en las que, si acaso, había un elemento femenino que era “la chica” y que cumplía el objetivo de ser eso, la chica. También tenemos los acartonados esquemas americanos de animadoras vs (super) empollonas. Las niñas nos adentra en las emociones más sutiles, las frustraciones, las ilusiones, las dificultades de estas niñas. Será una cuenta pendiente con las espectadoras que lo han vivido en primera persona y algo enriquecedor para quienes lo vivimos desde el pupitre de al lado. De la misma manera que la segregación por sexo en los colegios es un atentado contra el desarrollo de la empatía, este tipo de películas son un antídoto. Y es que una de las grandes armas del cine es la capacidad de hacerte vivir las vidas de otras personas. Un arma contra la alienación de partidos como VOX que requieren votantes incapaces de entender al prójimo.

Crecer viendo cine de Almodóvar seguramente nos ha ayudado a los cis a apoyar la ley trans. (Este era precisamente uno de mis puntos de choque con el libro de Vallín). Ver más historias de niñas y mujeres, desde la mirada de una directora, nos puede ayudar a ser menos como Roma Gallardo, a quien, por cierto, seguro que le encantaría El año del descubrimiento, porque en su batiburrillo mental es fan declarado de Julio Anguita. Son semillas que se planta con suavidad y tienen efectos a la larga, tengan o no tenga un declarado mensaje político.

Tampoco creo que Las niñas sea, para nada, un Yo Fui a EGB, porque de idealización nostálgica tiene bien poco. Al contrario, hace un retrato preciso -sí, lo confieso, es mi época- en el que las cosas que son feas no son bonitas. Esto no es Stranger Things o cualquier otro ejemplo de pornostalgia, tan extendida en estos tiempos. Y esto es otro punto importante. Quizá no haya un mensaje megáfono en mano, pero el repaso que le da a la docencia en los 90 es escalofriantemente real. Monjas sin ninguna formación más allá de lo técnico humillando a los alumnos a los que les cuesta un poco más. Esto pasaba exactamente así. Puede que Palomero no nos dé mascado un punto de vista, pero creo que la Educación -también en casa- es un tema que nos muestra con el realismo suficiente, sin clichés, como para que podamos pensar en serio sobre ello. La importancia de los valores éticos y de una educación moderna, y por supuesto, laica. Sinceramente, creo que alguien que ve Las Niñas -y la entiende- es imposible que apoye el pin parental de VOX. Pero, claro, no hay un mensaje explícito en esa línea.

It, el monstruo de la nostalgia

19/09/2017 - Iñaki Ortiz Gascón

3.5 La nostalgia en la ficción está en todas partes. Está en la televisión, en ese caramelito que es Stranger Things; en el cine mainstream con Super 8; en el cine indie con Turbo Kid. Por poner solo algunos de muchos ejemplos. La nostalgia siempre ha sido un elemento importante en el cine pero sucede […] Leer más

Las niñas no tiene una tesis diáfana como la de El año del descubrimiento. Pero tampoco la esquiva, como sí podría ser el caso de El reino. Es una película cargada de verdad que te ayuda a comprender más a tus semejantes y a la formación que hemos tenido quienes nos acercamos a los 40. Una película que muestra los malos comportamientos derivados de la necesidad de pertenencia al grupo y del rechazo al extraño. Eso también es VOX. Una película sobre la comunicación familiar. Una película sobre los prejuicios de una sociedad católica que lleva a censurar modelos de familia. Eso también es VOX. A veces, como en la trama de Origen, la mejor forma de convencer a alguien de algo es hacerle creer que esa idea ha partido de sí mismo. Necesitamos películas que nos agiten, como El año del descubrimiento, y necesitamos películas que nos siembren, como Las niñas. Sobre todo, necesitamos buen cine.