Voy a hablar de la Spielberg face, que seguramente ya muchos conoceréis. Sobre el mecanismo que hay detrás y de cómo este recurso ha pasado a ser esencial en los Talent shows y finalmente en una de las tendencias más consolidadas en Youtube y plataformas similares: los vídeos de reacción. Del cine, a la televisión y a Internet, la forma de provocar emociones a través de las neuronas espejo. Vamos allá.

Spielberg Face y el efecto Kuleshov

Seguramente ya habéis oído hablar sobre este concepto y si no, lo conocéis igualmente, porque Spielberg lo ha usado una infinidad de veces. Se trata de poner el foco en el personaje que mira, para transmitir a través de su gesto la emoción que provoca aquello que está viendo. Normalmente enfatizado por un traveling enérgico hacia su cara.  A veces nos muestra primero la reacción de los personajes y después aquello que provoca esa reacción. De esa manera ya sabemos cuál es la emoción asociada a aquello que nos va a mostrar. Asombro, miedo, admiración. Un truco para resaltar la emoción que quiere transmitirnos. Se entiende muy fácil al verlo así que os dejo este ensayo de Fandor sobre la Spielberg Face:

Por supuesto que no es Spielberg el primero en utilizar la capacidad del gesto de un personaje, ni mucho menos. En el vídeo ya se hace referencia a que es prácticamente tan antiguo como el cine y ha habido grandes cineastas que lo han usado muy bien, como John Ford, a quien Spielberg admiraba como ya confirmamos en Los Fabelman. La diferencia está más en cuánto lo destaca y cuánta relevancia tiene en su forma de abordar la escena. Se podría decir que la spielberg face es un uso particular de un recurso de montaje más general que es el famoso efecto Kuleshov. Este efecto, que ya comprendió Lev Kuleshov en los años veinte, se produce al colocar imágenes consecutivas en el montaje, provocando que unas afecten emocionalmente a la percepción de las otras, dado que el espectador lo percibe como un relato conjunto. Vamos con la famosa explicación juguetona de Hitchcock:

La cara del personaje es la misma en los dos montajes pero la sensación que transmite su rostro es muy distinta en función del plano que hemos visto justo antes. Lo que hace Spielberg parte de esa misma idea solo que para él el plano dominante está en el lugar opuesto. En el ejemplo de Hitchcock -y en el experimento clásico de Kuleshov- es el plano que contiene la información el que marca la emoción. Dependiendo de los hechos objetivos (la chica en bikini o la madre con su hijo) se define la emoción del personaje de una manera u otra. En el caso de Spielberg es al contrario. El plano de rostro es el que manda, es la emoción del personaje la que está absolutamente definida y subrayada y será la que defina la intensidad del plano que nos muestra los hechos (la bola que persigue a Indiana Jones, el braquiosaurio que asombra a Sam Neil y Lura Dern…). Esto también habla mucho de las diferentes maneras de construir emociones de estos dos maestros y de la diferente importancia que le daba cada uno a los intérpretes. 

Las neuronas espejo

La idea que hay detrás de este recurso de Spielberg es sencilla: es más fácil para la mayoría de los espectadores empatizar con el sentimiento de otro personaje. Esto se debe a las neuronas espejo que tenemos los primates. Estas neuronas se activan de la misma manera cuando realizas una actividad o cuando ves a otra persona realizar esa misma actividad. Así, si vemos a un personaje asombrado, se nos activarán las mismas neuronas espejo que se activan cuando nosotros nos asombramos. Se crea una conexión emocional con el personaje. Esto hace que muchas veces se relacione de forma directa las neuronas espejo con la empatía. También tiene una gran importancia en la manera que aprendemos por imitación cuando somos niños. 

Es interesante observar que Spielberg no solo utiliza ese recurso neurobiológico con el espectador sino que es muy importante también entre los personajes dentro de su cine. La imitación de los niños a los mayores está muy presente en sus películas y le sirve para representar el aprendizaje como emulación de una figura modelo y sobre todo la empatía que es uno de los grandes temas de su filmografía. De alguna manera, nosotros, el espectador, nos identificamos con el niño que a su vez se identifica con el héroe. Sobre todo esto ya hablé en este texto sobre Spielberg y el juego de la imitación:

Al actuar de esta forma tan directa sobre nuestro cerebro, se podría considerar que así se manipulan las emociones del espectador. Partiendo de esta base, en la reciente La zona de interés, el director Jonathan Glazer, en su afán por ofrecer una mirada lo más objetiva posible de lo que está mostrando, evita los primeros planos. Quiere que las emociones que experimente el espectador partan de la propia reflexión de lo que está viendo y no de las que dicte el director. Se podría decir que está más cerca de Hitchcock en el sentido de que sea lo que ocurre y no cómo lo perciben los personajes lo que marque las emociones. Es cierto que el arte es manipulador casi por definición y que el punto de vista escrupulosamente frío de Glazer también provoca una reacción. Al final se trata más de cuánto deben subrayarse las emociones que debe sentir el espectador.

Cuando entrevistamos a la directora Mia Hansen-Løve nos contaba una vez más que no le gusta utilizar banda sonora original. Ha explicado más de una vez que no le gusta decirle al espectador lo que debe sentir. Está claro que Spielberg tiene otra concepción, no hay más que ver el uso que hace de la banda sonora, rozando en ocasiones el mickey mousing (sincronizar lo que ocurre en pantalla para relacionar estrechamente la acción con la música, como ocurre muy claramente en la secuencia inicial de Indiana Jones y la última cruzada) o como mínimo, destacando abiertamente las emociones de la escena. Spielberg subraya sin pudor. En este sentido es curioso que recientemente haya afirmado que la película de Glazer es la mejor película sobre el Holocausto desde la suya propia (La lista de Schindler). Dos películas prácticamente opuestas en este enfoque. 

Por acabar con el cine y antes de pasar a la televisión, me gustaría comentar que Kiarostami lleva esta idea de las neuronas espejo hasta sus últimas consecuencias en Shirin. Está ambientada en un cine en el que escuchamos la película pero solo vemos el rostro de muchas espectadoras y su reacción ante ello. Una representación de lo que es en esencia el cine pero al mismo tiempo una forma de transmitir las emociones únicamente por la empatía con el rostro del observador. Es el paso final, ya solo importa la reacción de quién mira, sin que veamos el objeto observado.

Los talent y Andy Kaufman

Los talent show (los concursos de talentos) no son ninguna novedad. Ya existían antes de la televisión y después con programas como Pasaporte a Dublín en 1970 que era un concurso previo a Eurovisión como lo fue inicialmente Operación Triunfo y ahora lo es el Benidorm Fest. El planteamiento es sencillo, aspirantes conocidos o no y una competición que dará fama al supuesto mejor. Lo que ha ido cambiando es el formato y especialmente en las últimas décadas, en las que el jurado ha ido tomando más importancia. En España, cuando OT estaba de capa caída se apostó por un cambio agresivo -indiscutiblemente importado de USA- que hizo famoso al jurado malote, Risto Mejide. Lo que se comentaba al día siguiente de cada actuación ya no era la interpretación de uno u otro concursante, sino las salidas de tono del villano chulito.

Con esta relevancia creciente del jurado, para el espectador empezaba a ser más importante ver la opinión del jurado que tener una opinión propia. Poco a poco los concursantes -que en el caso de OT han ido perdiendo fama en comparación con la primera edición de la que salieron Bisbal, Bustamante o Chenoa- han pasado a un segundo plano, eclipsados por los jurados. En los formatos más recientes, como Got Talent o La voz, el jurado está formado por gente famosa que es la verdadera protagonista, frente a unos concursantes que vienen y van con mucha menos presencia que en OT donde se hace un mayor seguimiento por su paso por la academia y donde hay un número menor de concursantes.

El truco de estos formatos, especialmente estos últimos liderados por Got Talent -formato calcado de su versión americana- es claramente la Spielberg face. El recurso es exactamente el mismo. Mientras que en OT, si sigues el programa, ya conoces a los concursantes y ya tienes una impresión previa a la actuación, en estos otros formatos aparecen concursantes totalmente desconocidos presentados brevemente justo antes de subir al escenario. Es probable que durante su actuación necesites un tiempo para decidir lo que opinas. Para evitar este esfuerzo al espectador la realización remarca con el mismo subrayado de Spielberg -solo faltaría el traveling- la impresión que causa en el jurado la actuación. No hay nada que funcione mejor -después en cortes viralizados o en programas de zapping- que un jurado con una exagerada cara de asombro ante la impresionante actuación que supuestamente estamos viendo y que parecía inesperada. Es instantáneo y las neuronas espejo hacen su función de forma inmediata. Una actuación que tuvo mucho éxito fue la de una desconocida Susan Boyle que convertía el escepticismo del jurado más duro en una absoluta entrega. Todo un teatro perfectamente orquestado porque la acción está transcurriendo más en la mesa que en el escenario.

Este cambio de foco, del concursante hacia el jurado requiere un cambio de realización que supone un resultado completamente diferente al de show en si mismo. La inclusión de los planos del jurado se incorpora al montaje, resignificándolo en incluso pudiendo llegar a alterar su sentido. Voy a poner un ejemplo. Una actuación muy celebrada de Got Talent fue una copia inconfesa de un famoso gag de Andy Kaufman. Al menos el actor tiene el detalle de presentarse como Andy. Para quien no conozca la mítica actuación original dejo aquí este vídeo de SNL en 1975:

El gag consiste en que el tipo con una pinta de friki tímido, pone música y se queda parado ante la atónita mirada del público para intervenir expresivamente solo en momentos concretos, convirtiendo lo que parecía una incomprensible actuación estática y aburrida en una serie de expectativas ante los momentos “explosivos”. Pues bien, decidieron llevar el gag al programa, confiando en que el público era demasiado joven para haber visto el original y quizá no habían visto el excelente biopic que hizo Milos Forman. Pero el propio formato del programa alteró completamente el gag:

El planteamiento se basa en que el artista crea un momento realmente incómodo y aburrido porque no sucede absolutamente nada y eso requiere un tiempo muerto que si ya era criminal en la televisión de los 70, ahora es inconcebible. La realización, basada principalmente en la reacción del jurado, rellena los tiempos muertos con los gestos entre asombrados y exasperados. Lo que estamos viendo ya no es la actuación que es aburrida y debe serlo, sino lo que provoca en quien mira, que ya no es aburrido porque estamos viendo una reacción. El público y el presentador estan animados desde el principio, bailando. Se rellenan los huecos con un montaje con mucho ritmo en lugar de lo que debería ser un plano muerto. El punto de vista ha cambiado radicalmente el gag. Ya no somos los espectadores, la actuación no es para nosotros, solo nos interesa el relato de cómo va cambiando la percepción de los personajes, del escepticismo a la confusión y finalmente a la aceptación. En realidad, la realización tiene más que ver con la escena de la película de Forman que con la actuación original. Porque lo que vemos es el relato, con el público como parte de los personajes. En la escena de Man on the Moon vemos la reacción de los productores, de los padres de Kaufman, del público, y es eso lo que nos están contando, la recepción por parte del público de algo inesperado. Si ellos ríen nosotros también.

Así que el formato de Got Talent tiene mucho más que ver con los recursos de una ficción que con los de un concurso en el sentido clásico. Es parte de una transformación híbrida entre ficción y no ficción que ha sido la tónica en estas primeras décadas del XXI, donde las evoluciones de los formatos de reality usan indistintamente recursos de realidad y de ficción. Los realizadores de Got Talent, al alterar el ritmo con el montaje y la inclusión de gente bailando incluso cuando no toca bailar, van mucho más lejos que Milos Forman, que aunque nos muestra las reacciones intenta respetar el silencio incómodo. No tengo claro si es un error absoluto que estropea la idea o es una apuesta tan radical como la de Kiarostami.

Los vídeos de reacción y Camilo Sesto

Aunque estos programas aún se siguen emitiendo, el vídeo que he incluído de Susan Boyle es de 2009, hace ya 15 años. Toda una generación ha crecido mamando este formato y entendiendo esta manera de empatizar con la reacción de un tercero, a poder ser alguien con autoridad.

En Youtube -voy a hablar de Youtube todo el rato pero esto es aplicable a Twitch, Tik Tok, vídeos en redes sociales, etc- empezaron a aparecer vídeos de reacción. Primero como una simple cuestión funcional donde algunos youtubers quieren comentar, criticar o responder a otros vídeos. La cuestión es que el formato funcionaba incluso mejor que el material original. Además podían permitirse incluir el material sin problemas de copyright porque se considera fair use, lo cual a veces puede ser simplemente una manera de republicar un contenido de otro con apenas algún cambio. Los vídeos de reacción empezaron a convertirse en un género y los títulos de los vídeos ya lo clarificaban “Reacción a tal cosa”, “Reaccionando a tal otra”, “Primera vez viendo nosequé” o algo que ya adelantaba la emoción suscitada “No puedo creerlo…”. Cuanto más exagerada sea la reacción, mejor. Está bien ver el videoclip de Shakira y Bizarrap, pero adquiere otra dimensión si lo ves a la vez que Ibai observando su reacción y amplificando así el efecto. Incluso al final la canción Ibai aclara que no está «sobrerreaccionando» , dejando claro implícitamente que esa es una práctica habitual.

A Ibai le ha impactado lo del Twingo.

El concepto es el mismo del que hemos estado hablando todo el rato, aunque a nivel formal hay una diferencia importante. En lugar de intercalar la reacción a través del montaje como ocurría en el cine con el efecto kuleshov o en la realización del Got Talent, aquí tenemos normalmente la imagen de quien reacciona superpuesta con la imagen principal. No hablamos por tanto ya de un efecto de montaje sino que hay una superposición. Algo que ya había adelantado alguna vez la televisión cuando en un programa hay un invitado al que se le muestra un vídeo y lo ve al mismo tiempo que nosotros. Suele aparecer su cara en un recuadro, adelantándose a este fenómeno de Youtube. 

También sucede que muchas veces es más protagonista en cuanto a imagen el observador que reacciona. En esos casos, el protagonismo del encuadre lo tiene el observador y el contenido se muestra en un apartado. Es decir, justo al revés, dejando claro que lo importante es la reacción. Una vez llegué a un vídeo de un profesor de voz angloparlante que escuchaba Getsemaní de Jesucristo Superstar, la versión de Camilo Sesto. Y lo flipaba, como es natural.

El vídeo que en este momento tiene 590K reproducciones, solo es eso, poner la canción y reaccionar a ella, a veces no hace falta ni palabras, basta con las caras, las Spielberg face. En ocasiones es difícil hacerse una opinión muy contundente de una canción en su primera escucha, pero si lo haces a través de la expresión emocionada de un supuesto experto musical, tus neuronas espejo se ponen como locas. Lo gracioso es que gracias al capricho del algoritmo, después de ver aquel vídeo me empezó a recomendar otros similares y descubrí que había montones de vídeos de gente distinta reaccionando a Getsemaní de Camilo Sesto (buscad «reacciona Getsemaní»). Muchos de ellos con más de 100K reproducciones. Internet lo lleva todo al extremo.

Cabe destacar que el vídeo de la actuación en directo de 1977 que ve el profesor de voz tiene una realización bastante audaz para la época, jugando con algunos giros musicales para hacer cambios de cámara al ritmo. Alguien quiso enfatizar las emociones de la canción a través del montaje. Usar el lenguaje audiovisual para sumar un valor a la canción. En 2020, un tipo poco expresivo que se hace llamar Master of Voice, coloca esta imagen en un segundo plano, sabiendo que lo que quiere ver el usuario es su reacción, sin cortes, en un plano fijo sin sorpresas. Una manera de emocionarse con la canción para quien no la conocía. Para quienes nos la sabemos de memoria, una gracia ver que ese profesor vocal extranjero que no conoce a Camilo Sesto acaba de soltar un “¡guau!” con el grito de prima donna que no se esperaba a media canción.

Lo que importa es la reacción. Da igual si es un profesor de voz en algún lugar del mundo flipando con Camilo Sesto o Laura Dern no dando crédito a que tiene delante un braquiosaurio. En nuestro antropocentrismo galopante, la mayor de las supernovas no es nada si no tiene un efecto sobre un ser humano, y el detalle más trivial lo es todo si es importante para una sola persona.