Crónicas desde el Festival de Cannes 2021

El Festival de Cannes continúa con su avalancha de películas. En el repaso de hoy hay patinazos, joyas, películas bienintencionadas y reinvenciones de género. De todo, como suele ocurrir en los grandes festivales.

FLAG DAY de Sean Penn

Según los rumores, la negativa recepción por parte de la prensa en el pase matinal previo a su pase de gala vespertino de Diré tu nombre en el Festival de Cannes de 2016 fue uno de los detonantes que provocó que desde entonces, los pases con el equipo en el Gran Teatro Lumière se realicen antes de que termine el pase de prensa de la película. De esta forma, el festival quiere evitar que la expectación y el glamour del pase de gala pudieran verse afectados por las críticas negativas que en tiempos de medios digitales y redes sociales ya pueden circular por todas partes.

Por eso algunos esperábamos que esta vuelta de Sean Penn a la Croisette fuera con un film sólido y satisfactorio, como Hacia rutas salvajes o El juramento, que sirviera para reparar el estropicio de 2016. Poco tenían que ganar unos y otros si no era así. Pero parece que tendremos que esperar a otra oportunidad.

Flag Day es una historia familiar. De una familia rota. Y en concreto sobre la relación entre un padre y su hija. Basada en hechos reales, es el retrato de la relación entre John Vogel, uno de los falsificadores más importantes de los Estados Unidos, y su hija Jennifer. Por primera vez en su carrera, Sean Penn asume simultáneamente las funciones de director y protagonista y para interpretar el papel de su hija ha elegido a su propia hija, Dylan Penn. Así el éxito o el fracaso quedan en casa.

Narrada desde el punto de vista de la hija, la película adapta un libro escrito por ella misma y desde el principio deja claro que John Vogel, de oficio según sus propias palabras emprendedor, no sólo engaña y tima a extraños para poder ganarse la vida. También se lo hace a su familia. A sus hijos y su esposa. Los recuerdos de la infancia en familia tienen un tono de cuento nostálgico y melancólico, de esa época en la que el padre era una figura de referencia absoluta y su recuerdo es maravilloso y fabuloso. Hasta que llega el desengaño. Hasta que la hija madura y se da cuenta de que aquello también fue una mentira de su padre. Que ella encuentre su redención dedicándose al periodismo y a perseguir la verdad es una medida de la sutileza con la que está construido el guión de Flag Day.

La película arranca en 1992 con una persecución policial y la declaración de Jennifer a la policía en la que no es casual que el guión omita cierto hecho. ¿Fuera de campo? ¿Elipsis? No. Más bien un guión, truquero y trilero como el protagonista de la película, que prefiere dejar la revelación para el golpe de efecto final en busca de la lágrima fácil del espectador. Entre ambos momentos, asistimos a la descomposición de una familia, de las relaciones entre sus miembros entre ralentíes y saltos temporales convertidos en recurso fácil para generar una falsa impresión de profundidad y dramatismo que no consigue salvar la excelente selección de canciones que se escucha a lo largo de la película.

Durante un tiempo el título de este proyecto fue Red Flag (bandera roja). Nos debería haber servido como aviso.

DRIVE MY CAR de Ryusuke Hamaguchi

Sólo unos meses después de haber ganado el Gran Premio del Jurado con La ruleta de la fortuna y la fantasía en la última Berlinale y tres años después de haberse estrenado en el Festival de Cannes con Asako I y II, el director japonés Ryusuke Hamaguchi vuelve a competir por la Palma de Oro con una de las películas que más apoyo de la crítica ha recibido de las vistas ahora.

De forma análoga a lo que hizo el coreano Lee Chang-dong en Burning, Hamaguchi toma una historia corta de Haruki Murakami de menos de 50 páginas, en este caso contenida en la recopilación Hombres sin mujeres, y la deconstruye, la reestructura y la combina con Tío Vania de Anton Chejov en un guión sobre la soledad y la pérdida de casi 3 horas.

El trío protagonista son un director de teatro en horas bajas, una joven que trabajará como su chófer y un joven actor con problemas para asimilar la fama que trabajará con el primero en un montaje de Tío Vania multilingüe. Aunque no es ése el único nexo de unión entre ellos.

Hamaguchi es un director de la palabra. Sus películas se apoyan siempre en el texto y en los silencios que el director nipón alarga confiando en la capacidad de entendimiento y asimilación del espectador. En esta ocasión el origen del texto son dos pesos pesados como Murakami y Chejov, pero Hamaguchi no apabulla. Las palabras de Chejov nos llegarán en japonés, mandarín, coreano e idioma de signos. Las de Murakami lo envuelven todo. Pero sus palabras, sus silencios, sus situaciones, las relaciones entre sus personajes fluyen suavemente para que el espectador las haga suyas. En largas secuencias que transmiten el dolor de sus personajes, su desamparo, su desorientación y la forma en la que poco a poco van encontrando consuelo a través de la relación con el prójimo.

Y como remate, el bellísimo final en el que una actriz sordomuda interpreta en lengua de signos el monólogo final de Sonia en Tío Vania, en el que palabra y silencio se fusionan en una de las secuencias más hermosas del año.

THE WORST PERSON IN THE WORLD de Joachim Trier

También vuelve a repetir en la competición por la Palma de Oro el director noruego Joachim Trier tras su participación con El amor es más fuerte que las bombas en 2015. Si en Thelma, su anterior trabajo, hizo sus pinitos con el fantástico, en The Worst Person in The World se pasa a la comedia romántica. Una actualización chisposa y ágil de la comedia romántica, pero cargada también de momentos de tristeza y amargura.

La protagonista es Julie, interpretada de forma sobresaliente por Renate Reinsve, una joven inteligente y capaz, pero con problemas para comprometerse, tomar decisiones y asumir la vida adulta, como queda bien claro en los espléndidos 6 minutos que prologan la película.

Estructurada en 12 capítulos con el prólogo ya mencionado y un epílogo enmascarado, el brillante guión escrito por el propio Trier y su colaborador habitual Eskil Vogt, repasa las distintas situaciones por las que que pasa su protagonista a lo largo de 4 años. Sus relaciones sentimentales, sus rupturas, sus encuentros y desencuentros, sus momentos álgidos y sus fases más amargas con un ritmo vertiginoso y personalidad que la moderniza y la aparta de los caminos más trillados del género apoyándose en la química, complicidad e intimidad que transmiten sus protagonistas.

COMPARTMENT Nº 6 de Juho Kuosmanen

Una de las sorpresas agradables de la edición del Festival de Cannes de 2016 fue el premio Un Certain Regard para la finlandesa El día más feliz en la vida de Olli Mäki. 5 años más tarde da el salto a la competición por la Palma de Oro con Compartment Nº6, una rail movie a la rusa, una Antes del amanecer a la finlandesa, en la que dos extraños se ven obligados compartir compartimento de tren, valga la redundancia, en un viaje desde Moscú a Murmansk en el Círculo Polar Ártico.

Ella es Laura, una joven arqueóloga finlandesa que quiere visitar los petroglifos de esa ciudad. Él es Vadim, un joven ruso machista y con tendencia al alcohol que viaja hasta allí a trabajar en la minas de carbón. Ambos interpretados de forma arrolladora por Seidi Haarla y Yuriy Borisov respectivamente. A priori no parece la mejor compañía para el viaje, ni para uno, ni para el otro. Y ni siquiera se plantea la socorrida opción cinematográfica del romance en el tren porque desde el principio queda bien claro que Laura es lesbiana. Aunque tampoco un tren ruso parece el ambiente más propicio para que surja el amor.

Pero en su lugar surgirá la amistad, el compañerismo, la solidaridad. A pesar de todos los obstáculos y de alguna desviación innecesaria por tópica e innecesaria. Entre las estrecheces casi claustrofóbicas del tren, los olores desagradables que aunque no se sienten el espectador percibe y las incomodidades de las idas y venidas de los viajeros.

Sólo en la llegada al destino la película se toma un respiro. Incluso se vuelve amable con sus personajes. Y eso es mucho cuando uno está en pleno invierno en el Círculo Polar Ártico.

LINGUI. SACRED BONDS de Mahamat Saleh-Harun

Tras ganar el premio del jurado hace 11 años con El hombre que grita, el chadiano Mahamat Saleh-Harun, un habitual de este festival, vuelve al concurso con Lingui, Sacred Bonds, una denuncia de la situación de la mujer en su país y una reivindicación de sus derechos tan innegable y necesaria en su fondo, como básica y simple en su reflejo cinematográfico.

Su protagonista es Amina, una musulmana practicante que vive con su hija de 15 años, María. Cuando se entera de que ésta está embarazada y quiere abortar, se chocarán de frente con una sociedad y un país que lo condenan tanto de forma legal, como social.

No se le puede poner ningún pero a la denuncia y reivindicación en pro de los derechos de la mujer de Lingui. No sólo en lo que se refiere al derecho al aborto. Hay más. A lo largo de la película se irán revelando más situaciones que desde la mirada del primer mundo occidental resultan chocantes, retrógradas e inadmisibles.
Pero a la hora de valorar los méritos cinematográficos de Mahamat Saleh-Harun su propuesta resulta escasa. Tanto su puesta en escena, sus interpretaciones, como su guión resultan demasiado elementales y simplistas. Pero teniendo en cuenta la presidencia y la composición del jurado, tampoco sería de extrañar que se le hiciera un hueco en el palmarés.

LA FRACTURE de Catherine Corsini

Pero en el primer mundo también quedan cosas por reivindicar. En la Francia republicana de la grandeur, la libertad, la igualdad y la fraternidad sigue habiendo cosas que no funcionan bien. O que funcionan cada vez peor. Y en concreto en la película de Catherine Corsini sus protagonistas son víctimas de la falta de personal en los servicios de urgencias de un hospital, precisamente en huelga reivindicando la mejora de sus condiciones, una noche en la que los enfrentamientos entre los chalecos amarillos y la policía provocan una carga de trabajo mayor de la habitual.

A ese situación ya tensa de origen llega Raphaëlle, interpretada por una exagerada Valeria Bruni-Tedeschi, víctima de una caída en la calle en plena persecución de su pareja Julie, una Marina Foïs mucho más comedida y controlada. Parece que, de acuerdo con el manual de interpretación de Bruni-Tedeschi, la vis cómica es directamente proporcional al número de aspavientos, gritos e histrionismo desatado por unidad de tiempo.
Las vicisitudes de los distintos heridos en el servicio de urgencias dan lugar a una ceremonia del caos alargada y repetitiva que corre el peligro de acabar neutralizando el origen de su reivindicación por agotamiento del espectador y pasando a mero fondo decorativo la lucha de los chalecos amarillos. A veces menos es más. Aunque tampoco sería de extrañar que La Fracture acabe siendo una de tantas películas que cuando se estrene en las pantallas españolas hace referencia al número de millones de espectadores en Francia.