Ricardo FernándezReseña de El insoportable peso de un talento descomunal
Nicolas Cage protagonizó El ladrón de orquídeas, la gran película Spike Jonze sobre el proceso creativo contada en clave de metaficción, cine dentro del cine. Spike Jonze ya había dirigido antes Cómo ser John Malkovich, una película difícil de clasificar en la que gente aburrida quería sentir, durante unos instantes, lo que era estar en la piel del famoso actor no tanto por admiración a su trabajo como por su condición de estrella. Ahora, veinte años después, Nicolas Cage protagoniza El insoportable peso de un talento descomunal, que aunque bien se podría haber llamado Cómo ser Nicolas Cage y que, como El ladrón de orquídeas, tiene bastante de metaficción y de cine dentro del cine, no se parece en nada al cine de Spike Jonze. Entonces, ¿por qué estoy hablando de ellas? Porque el universo de Nicolas Cage es así. Un actor que ha trabajado con Francis Ford Coppola, Mike Figgis, David Lynch, los hermanos Coen o Spike Jonze entre otros cineastas de prestigio, que ha protagonizado grandes éxitos de taquilla y que en lo últimos años es más reconocido por ser un meme que por su trabajo de actor (a pesar de tener algunas películas tan interesantes como minoritarias).
El insoportable peso de un talento descomunal es una comedia de acción gamberra y desacomplejada que homenajea a Nicolas Cage desde la parodia. Consigue ser un homenaje y no una burla porque Tom Gormican, que dirige y escribe el guion junto a Kevin Etten, logra que se note el cariño real a la figura de Cage y sus películas. Unas películas que llenaban las salas y marcaron a una generación. No se puede negar que una parte importante para que eso ocurriera fue la presencia de Nicolas Cage. Actores que ascienden y caen los hay muchos, lo mismo que estrellas con vidas y caprichos extravagantes o intérpretes histriónicos; pero íconos pop con semejante popularidad, no hay muchos. ¿Y cómo se llega a eso? No sé si con un talento descomunal, pero sí que estoy convencido que no cualquiera puede hacerlo.
El argumento de El insoportable peso de un talento descomunal es puro high concept. Una antigua estrella de Hollywood en horas bajas llamada Nick Cage necesita dinero para pagar su costoso tren de vida así que acepta un millón de dólares para aparecer en la fiesta de Javi Guitiérrez (Pedro Pascal), un multimillonario fan, lo que provoca que acabe siendo reclutado por la CIA para investigar a su anfitrión porque puede estar involucrado en el secuestro de la hija del Presidente de Cataluña (sic). Si el argumento parece disparatado el desarrollo no le va a la zaga. Hay un malo malísimo (Paco León), persecuciones imposibles, giros de guion… y toneladas de humor que casi siempre giran en torno a tres conceptos: Nicolas Cage ha nacido para actuar, Nicolas Cage es una estrella y todos conocemos sus películas más icónicas. Otra idea que se repite constantemente es que Nicolas Cage no tiene que regresar, porque en realidad nunca se fue. Probablemente todas sean ciertas.
Dentro de una trama sin pies ni cabeza, hay cierto momento en el que Nick y Javi desarrollan juntos el guion para una futura película. Un recurso para enfatizar la trama meta y, de paso reírse de los propios fallos de la película, porque como bien dice Nick Cage, las comedias no pueden ser solo habladas, necesitan una trama que las haga avanzar y llega un momento en el que todos tenemos ganas de descubrir cómo termina el embrollo. ¿Un recurso autocomplaciente? Quizá; pero seguramente también divertido y que si funciona es porque a Nicolas Cage la réplica se la da un gran Pedro Pascal en el punto perfecto de histrionismo que pide el tono de la película y su partenaire, pero sin olvidarse de interpretar y dándole a su personaje un sentimiento más allá del gag. La amistad y admiración que construyen los dos actores se siente real y eso es mucho en una película tan increíble (en sentido literal) como esta.
Nico por partida doble, ¿qué más se puede pedir?
Luego está Nicolas Cage, claro. Nadie puede hacer mejor de Nicolas Cage que Nicolas Cage. Y por si fuera poco, por partida doble (a veces habla e interactúa con un desdoblamiento de sí mismo. Ya dije que era una película muy loca). Tom Gormican es muy consciente de lo que mejor sabe hacer su estrella y es lo que le pide que haga. Gesticulante y excesivo, claro, pero en la medida exacta que requiere la película. También físicamente imponente y socarrón, desprendiendo a la vez carisma y socarronería. Siendo al mismo tiempo una estrella de Hollywood y un viejo amigo haciéndonos reír otra vez con los chistes de siempre.
El insoportable peso de un talento descomunal es ser una película honesta y sencilla en su loca propuesta. En un momento en el que la nostalgia es el motor para grandes proyectos de Hollywood –Jurassic Park, Top Gun, Star Wars…- Tom Gornican demuestra inteligencia y mano para saber lo que quiere transmitir y a qué público se dirige. No se limita a copiar o imitar los viejos éxitos. El homenaje no es tanto a aquellas películas como a lo que nos hicieron sentir. También a la pasión por hacer esas películas, al amor por la profesión de entusiastas de lo que hacían que nos convirtieron a los espectadores en fans entusiastas de lo que veíamos.
