Festival de Cine de San Sebastián

Hoy hemos podido ver la última película a concurso del Zinemaldia, Rocks de Sarah Gavron y ha sido un buen broche final por encima de la media de la sección. Una Sección Oficial que, ya hablaremos de ello, este año ha bajado el nivel respecto a las notables ediciones de los últimos años.

Fuera de concurso hemos visto Diecisiete, lo último de Daniel Sánchez Arévalo que en pocas semanas estará disponible en Netflix y que a buen seguro tendrá una buena aceptación entre gran parte del público.

En el videoblog Iñaki os habla de un nuevo género: El chinoir.

Rocks

He de reconocer que no esperaba gran cosa de esta película debido a los antecendentes de su directora: Brick Lane y Sufraguistas, dos películas de corte social con mejor mensaje que méritos cinematográficos. Sin embargo Rocks es una película notable que destaca entre las películas del género y entre sus compañeras de Sección Oficial. Me extiendo más sobre ella en la crítica.

Rocks: With a little help from my friends

26/09/2019 - Ricardo Fernández

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Diecisiete

Daniel Sánchez Arévalo es un director plenamente consciente de lo que hace y lo que quiere hacer, por eso en los corrillos habituales al acabar la película se ha podido escuchar a modo de elogio de la película «es la película que quiere ser». Claro, porque Sánchez Arévalo es un director con oficio y talento para hacer exactamente lo que quiere hacer, otra cosa bien distinta es que eso que quiera hacer me parezca o no interesante. Muchas películas que considero tramposas y efectistas son exactamente lo que quieren ser y a mi no me gustan precisamente por eso.

Llevaba muchos años sin rodar largometrajes Sánchez Arévalo, desde La gran Familia española en 2013 que rodó dos años después del gran éxito de Primos. Su regreso ha sido con una película para Netflix de esas que responden a la etiqueta de feel good movie, películas para sentirse bien. Películas que te dejan un buen sabor de boca porque terminan bien (ups, spoiler), porque exaltan los sentimientos de amistad, porque son amables y porque se olvidan del cinismo que tan a menudo nos empapa a todos en mayor o menor medida. Vamos una película de buen rollo.

Diecisiete tiene sol, paisajes bonitos, discusiones ingeniosas y no muy mal rolleras, un protagonista desastre pero con buen corazón, otro que es un raro pero por supuesto también tiene buen corazón, perritos que sanan almas (y enfermedades), humor, una sucesión de gags, momentos entrañables… todos los elementos que tiene que tiene que tener una película de este estilo. Es cómo comer gominolas, no alimenta, saben todas parecidas, si tomas demasiadas sientan mal, pero saben bien. En mi caso 100 minutos de Diecisiete son demasiadas gominolas.

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