Venecia 2022: White Noise, de Noah Baumbach
Confirmando y consolidando el idilio entre el festival veneciano y Netflix, por primera vez en la historia del certamen, la película encargada de inaugurarlo es una producción de la plataforma estadounidense, White Noise de Noah Baumbach, coproducida también por A24, en la que adapta la novela Ruido de fondo de Don Delillo. El film está protagonizado por Adam Driver, Greta Gerwig, Don Cheadle, Raffey Cassidy, Sam Nivola, Lars Eidinger y Jodie Turner Smith.
El recorrido de Noah Baumbach y sus últimas películas para Netflix por los festivales parece un resumen perfecto de la relación entre la plataforma y los certámenes cinematográficos. En 2017 con The Meyerowitz Stories concursó en el festival de Cannes, el único año en el que en el festival de la Costa Azul pudieron concursar películas producidas por Netflix. En 2019 y ya con el certamen italiano convertido en novio perfecto de los estadounidenses, presentó Historia de un matrimonio. Y en 2022 le corresponde el destacado puesto de película de inauguración con White Noise.
Por primera vez en su carrera el director de Brooklyn parte de una obra ajena, la mencionada Ruido de fondo de Don Delillo, que a pesar de haber sido escrita hace más de 45 años y estar la película ambientada en aquella época, refleja de forma certera la sociedad actual y los efectos de la pandemia que sufrimos y padecemos desde hace más de dos años.
Su protagonista es Jack Gladney, un profesor universitario especialista en Hitler a pesar de su desconocimiento del idioma alemán, interpretado, para sorpresa de nadie, de forma sobresaliente por Adam Driver. Junto con su esposa, interpretada por Greta Gerwig, y sus cuatro hijos/hijastros, tres de ellos fruto de relaciones anteriores de ambos, conforman una extraña familia de Ohio obligada a enfrentarse con un desastre medioambiental que podría poner en juego sus vidas.
Estructurada en las mismas tres partes que la novela, cada una sigue los esquemas de un género cinematográfico distinto, pero cohesionadas por el mismo tono satírico e irónico y, a pesar de él, sin perder el respeto por sus personajes. La primera, Ondas y radiación, contada como una comedia ágil en torno a la vida familiar y la vida universitaria, es en la que se establecen las personalidades de sus personajes, las relaciones entre ellos y el miedo de sus protagonistas a la muerte, es la que más recuerda al cine anterior de Baumbach. En la segunda, Escape tóxico a la atmósfera, Baumbach se pasa al cine de acción y de desastres. El accidente que provoca un peligroso escape y la evacuación de los posibles afectados están rodados con una planificación ajustada y pulso firme. Es en su último acto, Dylarama, en el que Baumbach se pasa al thriller conspiranoide y al tono pesadillesco, en el que White Noise deja de ser el mecanismo cinematográfico brillante y electrizante que había sido hasta ese momento, para caer en repeticiones y secuencias estiradas de forma innecesaria. Pero Baumbach tiene reservada una sorpresa final a modo de epílogo: una secuencia de títulos de crédito finales en forma de número musical a los sones del último tema de LCD Soundsystem, new body rhumba, rodado en un supermercado, convertido a lo largo de la película en lugar de encuentro, de refugio y de felicidad en una sociedad consumista. Lo que no sabemos es cuántos espectadores podrán disfrutarla cuando esté disponible en Netflix, dada la tendencia de esta plataforma a hacernos pasar urgentemente a ver el siguiente contenido que su algoritmo haya decidido.
A pesar de estar ambientada en Ohio en los 80, White Noise es un reflejo significativamente fiel de la sociedad actual. Da la impresión de que internet, el final de la guerra fría o la pandemia que paralizó el mundo no nos han afectado tanto. Todo ya estaba en la América de los 80. Y sigue estando en la actualidad. En White Noise caben la visión superficial del espectáculo de los estadounidenses (la película arranca con una reflexión sobre la forma en la que se muestran los accidentes de tráfico en la cultura USA), la veneración por las figura pop (otra vez Elvis como símbolo de los Estados Unidos), el miedo a la muerte, las teorías conspiranoicas, los miedos irracionales, las falsas seguridades, el consumismo, la tensión entre el individuo y la masa, la negación de la realidad cuando ésta no es agradable, las armas como sinónimo de libertad, la confianza en las terapias no científicas, la suspicacia hacia la medicina tradicional… una acumulación de elementos que no en todos los casos funciona, que a veces peca de cierta simplificación en su representación, pero que da lugar a un conjunto sólido y contundente de apariencia ágil y ligera.