Venecia 2022: The Whale, de Darren Aronofsky
Quinta visita a la Mostra de Venecia del ganador del León de Oro de 2008 con El luchador, en esta ocasión con la adaptación al cine de la obra de teatro The Whale de Samuel D. Hunter protagonizada por Brendan Fraser, Sadie Sink, Hong Chau, Ty Simpkins y Samantha Morton sobre el intento de recuperar la relación con su hija de un profesor con problemas graves de sobrepeso y de salud que vive recluido en su apartamento.
The Whale, como decía, está basada en una obra de teatro y ni Aronofsky, ni Samuel D. Hunter, su autor y coguionista del film, intentan disimularlo. Con una ajustada y medida puesta en escena que busca por un lado transmitir el tamaño y la fisicidad del inmenso cuerpo de su protagonista al que contribuye el formato casi cuadrado del plano y por otro, captar los movimientos y las relaciones entre los distintos personajes dentro del espacio único en el que transcurre la acción, The Whale se libera de la estatismo que caracteriza a las malas adaptaciones teatrales. Pero, por otro lado, es una película que se apoya esencialmente en el diálogo, en las conversaciones entre sus personajes y Aronofsky no ha buscado la naturalidad o el realismo de los mismos en el trasvase a la gran pantalla. Sus diálogos son teatrales y artificiosos, sus personajes funcionan sobre todo como arquetipos, su relación con el protagonista puede resultar rebuscada y la coincidencia de los mismos al mismo tiempo y en el mismo espacio forzada, pero por otro lado, sus relaciones y las cuestiones que plantean resultan tremendamente humanas y profundas. Unos personajes llenos de dobleces, ambiguos, que en muchas ocasiones no quedará claro si actúan por interés propio o por el bien del prójimo. E incluso en alguna ocasión una misma acción podría encajar en ambas categorías.
Hay un momento en el clímax de la película en el que Charles se pregunta si es posible que las personas no se interesen o que no les importe el prójimo. Y eso es lo que consigue Aronofsky. Que al espectador le interesen y le importen esos personajes. Por unas u otras razones. Sin que sea necesario que le caigan simpáticos, sus conflictos y sus situaciones despiertan la empatía y la emoción del espectador. Consigue que el espectador entienda las razones por las que los personajes actúan o actuaron así en el pasado, aunque no sea forzosamente la actuación que él tendría en esa situación.
Y sobre todo, con su protagonista. Por un lado, lo muestra en toda su inmensidad, en toda su dejadez, en su abandono hacia una muerte muy próxima, buscando generar rechazo físico por parte del espectador. Pero por otro, muestra toda su humanidad (no en el sentido eufemístico de la palabra), su sensibilidad, sus virtudes y sus defectos y así es imposible que al espectador no le pueda no importar lo que pueda ser de su vida. Tal y como hiciera el propio Aronofsky en El Luchador, primero muestra a su protagonista en toda su decadencia física, pudiendo generar incluso rechazo en el espectador, para después buscar la empatía y la emoción a través de su humanidad. Y en The Whale también lo consigue.