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La moda actual en el cine de fantasía mainstream pasa por guardar una distancia irónica con lo que se cuenta, por mostrar una autoconsciencia y una complicidad con el público a base de gracietas. Un cine voluntariamente desapasionado para un público que está de vuelta de todo. Lo que hace Paul Urkijo Alijo -así firma la película, con el apellido de su padre y de su madre- es todo lo contrario. No tiene complejos en mostrar su amor al género, sin peros, sin disimulos, sin disculparse por ello. No necesita bromitas ni evidenciar que lo que cuenta es una ficción. Nos invita a creer en la fantasía durante dos horas. Hay dos ideas clave en esta película, la defensa de la diversidad cultural y el elogio de la fantasía, y ambas estás referndadas por la propia actitud del director.

La diversidad cultural

Irati nos lleva al siglo VIII, al pirineo occidental, donde los pueblos vascones resisten los ataques de los francos. Una época en la que, como en las leyendas artúricas, la historia se confunde con las leyendas. El personaje principal es Eneko Ximenez, también conocido como Eneko Aritza o en castellano, Íñigo Arista, considerado el primer rey de Pamplona, aunque la historia no se centra en eso. Habla de cómo el cristianismo se está volviendo la cultura predominante por encima de las creencias, tradiciones y folclore que había en esas tierras. Una globalización que arrasa con las culturas minoritarias. Ideal para una película rodada en euskera, pero también para una forma de hacer cine que, como decía, se aparta de la moda desapasionada del mainstream fantástico actual. También es cierto que este año hemos tenido otra película, que tiene mucho que ver con esta, y que también se entregaba a la fantasía sin complejos, El hombre del norte, ambientada también en una época similar. Lo que está claro es que la propia película, tanto en su manera de hacer cine como en la elección del euskera y de las leyendas vascas, es un ejemplo de resistencia a la globalización como lo son los personajes protagonistas de la historia. 

La fantasía

“Todo lo que se nombra existe”. Esa afirmación que escuchamos en la película es la mejor definición de la fantasía. Los elementos fantásticos existen mientras son importantes para nosotros, la ficción toma forma cuando se la representa y es como idea un elemento real. Este planteamiento es muy similar al de La historia interminable. Como en aquella película, aquí los mitos fantásticos están destinados a la desaparición porque ya nadie piensa en ellos. Una reivindicación total de la fantasía como concepto y que se ejecuta con la misma pasión. Es fácil pensar en precedentes como Conan o la citada La historia interminable, o cualquier historia de fantasía que no tiene problemas en mostrar gigantes y seres fantásticos. Puede recordar a otro título reciente en el que también veíamos gigantes y criaturas del bosque, El caballero verde, de nuevo en un paralelismo con las leyendas artúricas, aunque esta sea menos sofisticada que aquella. Y por supuesto, Excalibur. En aquella también era importante la fantasía de los mitos del folclore local -celta en aquel caso- y que poco a poco va desapareciendo. En cierta manera, esa etapa de Europa occidental, transición desde un tiempo oscuro y mágico hacia un orden religioso global, puede ser comparable con la transición de la infancia hacia la madurez, y el momento en el que las criaturas fantásticas desaparecen.

El bosque

Así como en Excalibur era esencial la figura del bosque, como una criatura con vida propia según las leyendas celtas -allí era el dragón, aquí una gran serpiente-, aquí el bosque tiene su propia personalidad. Sangra cuando talan sus árboles para venderlos a los francos. Hay claramente una lectura ecológica de respeto hacia la naturaleza. Toda la película se puede entender como un amor a la tierra, siendo el personaje de la protagonista una metáfora del propio bosque, que termina tomando su nombre. Las afrentas del villano no solo son hacia el reinado del protagonista sino hacia la integridad del propio bosque de Irati. Interpretado con mucha dignidad y carisma por una actriz que se estrena en un largo y de la que creo que volveremos a escuchar hablar en más ocasiones, Edurne Azkarate. Un personaje femenino fuerte en una película donde las mujeres tienen mucho que decir. A Eneko Sagardoy ya lo conocíamos de sobra y sabíamos lo bueno que es. Aquí encarna una perfecta figura de héroe de leyenda que no tiene nada que envidiar a quienes han interpretado a Arturo.

Irati está rodada con una buena factura que puede compararse tranquilamente con producciones de otros países. Efectos especiales ambiciosos -premiados en Sitges- para crear criaturas y fenómenos mágicos que, en algún momento requieren un poco de la fantasía del espectador. Una buena banda sonora de Aránzazu Calleja y Mursego, que repiten juntas después de Akelarre, otra historia con similitudes pero mucho peor terminada que esta.  Una muy buena ambientación y unos planos maravillosos del paisaje de la zona. Aunque juega con la épica y la aventura, finalmente es una historia más lírica, con un final precioso que confirma que estamos ante un poema dedicado desde el corazón a la belleza y la personalidad de la tierra. Una declaración de amor al bosque de Irati.

Irati

Media Flipesci:
6.8
Título original:
Director:
Paul Urkijo Alijo
Actores:
Eneko Sagardoy, Edurne Azkarate, Itziar Ituño, Ramón Agirre, Iñigo Aranbarri, Iñigo Aranburu, Nagore Aranburu
Fecha de estreno:
24/02/2023