Carlos ElorzaReseña de O corno, de Jaione Camborda
Tras su paso por la sección Platform del Festival de Toronto, O Corno, la segunda película de la directora donostiarra criada en Galicia Jaione Camborda, compite por la Concha de Oro, un intenso y sobrio drama sobre mujeres y sororidad ambientado en la Galicia rural en 1971.
La película arranca con el nacimiento de un niño. Un alumbramiento en una sencilla habitación de una casa de la isla de Arosa. Una secuencia de casi diez minutos, tensa e intensa. Con una puesta en escena que busca el cuerpo y el rostro de la mujer que está dando a luz. La forma en la que el cuerpo se estremece y el rostro gesticula. Su dolor, su sufrimiento, sus gemidos, sus gritos. Un parto con sudor y con lágrimas. La persona que atiende a la futura madre en este proceso es María, la comadrona de la zona y protagonista de O Corno, interpretada con sobriedad y carácter por la bailarina contemporánea Janet Novás, que debuta en el cine. Una interpretación basada en detalles, en pequeños gestos y en la fuerza de su mirada, que confirma que a menudo en el cine menos es mucho más.
Esta secuencia intensa, pero sobria y contenida, marca el tono de O Corno. Durante el resto de la película la cámara de Camborda busca los rostros, los cuerpos, las manos de sus mujeres, de forma concisa y precisa. Desde las más jóvenes a las más maduras. Desde su trabajo en el campo o en la mar a la intimidad de sus hogares. Sin aspavientos, ni excesos melodramáticos. Como el carácter de sus protagonistas. En O Corno hay mucho drama, mucho sufrimiento, mucha denuncia. Y también mucho compañerismo, mucha complicidad y mucha solidaridad.
La soberbia fotografía de Rui Poças huye del tentador preciosismo paisajístico de las Rías Baixas. Desde los planos generales de situación o los elocuentes planos de detalle. Sus imágenes se llenan de luz cuando muestran los campos de centeno, consiguen que se vea lo que ocurre en plena oscuridad y tienden a unos elocuentes claroscuros en interiores.
El film muestra de forma clara, pero sutil la represión, la atmósfera opresora y la falta de libertades de sus protagonistas, la sensación de peligro y amenaza latentes en la Galicia rural de principios de los 70. Sin necesidad de hacerlo de forma explícita. El rigor y la severidad que sufrían las mujeres, frente a la flexibilidad y la manga ancha que en lo referente a sus relaciones de las que disfrutaban los hombres. O Corno es una película llena de fueras de campo, de realidades encubiertas y de consecuencias consabidas. De largas secuencias llenas de tensión latente acentuada por planos cortos y planos de detalle que aciertan a mostrar el elemento preciso para intensificarla. Cuando ocurre la tragedia que supone el desencadenante dramático del film, en una secuencia que guarda numerosos paralelismos con la ya comentada de arranque de la película, son suficientes unas miradas y unos gestos de complicidad para que el espectador conozca las intenciones de sus personajes a partir de esos momentos. Sin necesidad de explicaciones a cámara o diálogos explicativos cuyo objetivo es explicar al espectador una situación que los personajes conocen más que de sobra.
Desgraciadamente, no sabemos si como consecuencia de los cada vez más habituales laboratorios de guion por los que pasó el de esta película o por alguna otra razón, hay algunos momentos en el último tercio de O Corno en los que se echa de menos la sutileza y la parquedad narrativa que hasta entonces había caracterizado a la película e incluso en alguna secuencia, en la que cambia el punto de vista y deja de ser el de su protagonista, se acerca demasiado al morbo gratuito y a la explicitud del mensaje a los que durante todo el metraje anterior ni siquiera se había acercado.
