El cine de Sofia Coppola II
«Lost In Translation fue inspirado por pasar tiempo en Japón en mis veintitantos años. […] Estar en hoteles, donde sigues encontrándote con las mismas personas. Hay una especie de camaradería aunque no los conozcas o incluso no hables con ellos. Y, siendo extranjeros en Japón, las cosas se distorsionan, se exageran. Estás despierto por el jet-lag y contemplando tu vida en medio de la noche»
Sofia Coppola
Lost In Translation (2003)
Con Lost in Translation Sofia Coppola se enfrentaba al siempre difícil reto de la segunda película. De demostrar que lo de Las vírgenes suicidas no había sido suerte, que era una autora con más de una historia que contar. A la vista está que superó el reto con creces. Lost In Translation, es una película que destaca no solo por su delicadeza narrativa sino también por lo profundo de su análisis de la soledad y que se ha convertido en un título clave y referencial.
Además, su impacto comercial fue muchísimo mayor que el de Las vírgenes suicidas y también brilló en la temporada de premios donde estuvo nominada en cuatro categorías diferentes de los Oscar: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor, Mejor Guión Original, ganando esta última categoría. Además, logró Globos de Oro, Bafta…También fue el primer gran éxito de Scarlett Johansson. A pesar de que la actriz tenía solo 18 años, este fue su primer papel adulto, ya que hasta entonces siempre había interpretado a niñas o, como mucho, adolescentes, que es lo que realmente era. Sofia Coppola dice que pensó en ella tras verla en la película Manny & Lo y que siempre creyó que a pesar de ser tan joven su voz grave a lo Lauren Bacall le permitiría interpretar a alguien de 25 años.
Scarlett Johansson aún no era una estrella, pero si lo era Bill Murray, a quien Sophia Coppola tenía en mente cuando escribió la historia. La dificultad de contactar con Murray es famosa en Hollywood y Sophia Coppola tiró de contactos como su amigo Wes Anderson, con quien Murray había rodado Academia Rushmore (1998) y The Royal Tenembaums (2001) para dejarle decenas de mensajes en el contestador. Al final Sophia Coppola y Ross Katz (el productor) consiguieron un acuerdo verbal de Murray y arriesgaron los 4 millones de dólares de presupuesto en irse a Tokio y comenzar el rodaje sin el contrato firme de su actor principal. Murray ni siquiera les dijo en que vuelo llegaría a Tokyo, por suerte el actor apareció puntualmente el primer día de rodaje.
Las película que había rodado con Wes Anderson ya presagiaban lo que se llamó “Sad Bill Murray”, ese tipo de personajes tristes con los que Bill Murray logró levantar de nuevo su carrera, pero sin duda alguna fue Lost In Translation la película que lo consolidó.
Bill Murray y Scarlett Johansson interpretan respectivamente a sigue a Bob Harris, un actor en declive, y a Charlotte, una joven graduada en filosofía que acompaña a su marido en un viaje de trabajo a Tokio. La película se centra en su relación, desarrollada en el curso de sus encuentros casuales en el hotel donde se hospedan. Sofia Coppola maneja esta relación con sutileza, evitando clichés románticos y enfocándose en su conexión emocional y existencial. Una película construida a partir de sutiles detalles en cada interacción que, entre otras cosas, funciona por la brutal química entre el melancólico Bill Murray y la contemplativa Scarlett Johansson, la conexión entre un alma vieja y un corazón joven.
Soledad y Desencuentro Cultural
En Lost in Translation el tema principal es la soledad cuando estás rodeado de gente, la soledad incluso en un entorno abrumador. Bob y Charlotte, perdidos en sus propias vidas, se encuentran inesperadamente en Tokio. En esta metrópolis ajena, su aislamiento se magnifica, pero también hallan consuelo mutuo en su alienación compartida. La película usa el trasfondo de Tokio para reflejar su desplazamiento emocional, en un reflejo de la desconexión interna de los personajes.
Tokio, con su mezcla única de modernidad y tradición, se convierte en más que un simple escenario; es una entidad viva que aglutina la sensación de estar simultáneamente rodeado y solo. La ciudad juega un papel vital en el despertar espiritual de los personajes. La manera de rodar, que en algunos exteriores recuerda a un documental, captura la esencia de la ciudad con espontaneidad, poniendo el foco en momentos cotidianos y iluminados de manera natural.
Sofia Coppola usa sus propias experiencias en Japón para infundir autenticidad en la historia. A través de los ojos de los protagonistas, experimentamos el choque y la fascinación cultural: desde la visita a santuarios tradicionales hasta la inmersión en la avanzada tecnología japonesa. Esta dualidad refleja la el «perdidos en la traducción», no solo en el idioma sino también en la experiencia vital.
Charlotte y Bob, al encontrarse en un entorno tan distinto al suyo, enfrentan barreras comunicativas y culturales que resaltan su sensación de desubicación. A través de estos desafíos, Sofia Coppola ilustra la paradoja de la soledad en la multitud y la posibilidad de conexiones inesperadas. Las escenas de Charlotte contemplando la ciudad desde su ventana y de Bob solo en el bar, rodeado de personas pero sumido en su mundo, son poderosas metáforas visuales de su aislamiento y búsqueda de comprensión.
El estilo visual
Como ya pasara en Las vírgenes suicidas, la estética de Lost in Translation es inconfundible, reafirmando el personal estilo de la directora. En este caso se define por su uso de la luz de neón y los fríos tonos saturados de las escenas nocturnas de Tokio, que a su manera pueden recordar al estilo de Wong Kar-wai, que contrastan con los ambientes oscuros pero cálidos de los momentos de intimidad de los protagonistas. Estas imágenes se fusionan en una narrativa impresionista que enfatiza pequeños y emotivos momentos con los que Sofia Coppola crear una intimidad palpable entre los personajes. Muchas veces los primeros planos de los personajes están divididos por reflejos o transparencias que, sutilmente, refuerzan la sensación de aislamiento y compartimentación de la vida urbana.
El rodaje de la película se llevó a cabo en un apretado calendario de 27 días, trabajando seis días a la semana. En esta ocasión en encargado de la fotografía fue Lance Acord, con quien Sofia Coppola había trabajado en su cortometraje Lick The Star. Coppola y Acord se esforzaron en captar la esencia de la ciudad con un enfoque espontáneo y no invasivo. Rodaron en película y no en digital, a pesar de la insistencia de Francis Ford Coppola, padre de Sophia y productor ejecutivo de la película, que quería que lo hicieran en digital porque «era el futuro». Utilizaron una cámara pequeña y muy portátil para moverse con rapidez, porque muchas veces filmaron sin permiso en las calles, confiando en los traunseuntes como extras. Por la misma razón evitaron los grandes equipos de iluminación y usaron la luz natural para rodar los exteriores. El resultado, a pesar de las preocupaciones de algunos miembros del equipo sobre la falta de luz, fue realmente magnífico y sirvió para capturar de una manera única la vitalidad y la imprevisibilidad de la vida urbana.
Silencios y Música
Es curioso como la relación entre Bob y Charlotte se construye desde el silencio y la comunicación no verbal. Sophia Coppola, demostrando una habilidad que ya disfrutamos en Las Vírgenes Suicidas, permite al espectador sumergirse en la conexión íntima de los personajes. A través del lenguaje corporal, la iluminación, el montaje y la banda sonora va reflejando la búsqueda de los personajes y el reconocimiento mutuo. El silencio y la comunicación no verbal amplifican la sensación de aislamiento y desconexión, así como la lucha de los personajes por encontrar comprensión en un entorno extranjero. Sofia Coppola se centra en la experiencia interna de los personajes, explorando sus emociones y pensamientos más que sus acciones.
La música vuelve a jugar un papel clave, con temas que van desde el jazz melancólico hasta pop contemporáneo. No solo la música, el tratamiento del sonido ambiental también contribuye a la atmósfera inmersiva. Es cierto que la banda sonora, escogida junto a Kevin Shields de My Bloody Valentine, incluye una variedad de canciones de New Wave y dream pop de Tokio, que reflejan más los gustos personales de Sophia Coppola que el contexto cultural de la historia; pero temas como la melancólica pista City Girl de Shields, compuesta para la película, y la icónica canción Sometimes de My Bloody Valentine, junto con contribuciones de Death In Vegas, Jesus and Mary Chain, y la banda Phoenix de Thomas Mars, encajan perfectamente con el tono y las emociones más profundas de la historia.
Como ocurriera en Las vírgenes suicidas, algunas canciones añaden capas de información al estado anímico de los personajes, como ocurre en la escena de karaoke con Brass in Pocket de Pretenders y More Than This de Roxy Music, que ilustran la autoafirmación de Charlotte y la introspección de Bob, respectivamente.
Mirada femenina
Lost in Translation arranca con una imagen que inicialmente podría interpretarse como un reflejo de la «mirada masculina» en el cine, centrándose en el cuerpo de Charlotte, en el culo de Scarlett Johansson. Esta escena, sin embargo, actúa más como un punto de partida que como una definición del personaje. A lo largo de la película, esta percepción inicial se subvierte, revelando a Charlotte como un personaje con profundidad y complejidad, más allá de ser un mero objeto de deseo. Este enfoque permite que tanto Bob como Charlotte se vean mutuamente de una manera más empática y significativa. Desde la primera toma, inspirada en las pinturas de John Kacere, hasta el misterioso susurro final, Coppola teje una narrativa que es a la vez humorística, amorosa y comprensiva.
Sofia Coppola ya había demostrado en su debut su habilidad para crear personajes femeninos ricos y multidimensionales, algo que se mantendrá en toda su carrera. Charlotte es otro ejemplo de ello. Recién licenciada en filosofía y en un proceso de autodescubrimiento en Japón, su personaje destaca una sensibilidad feminista, enfocándose en su experiencia interna y su evolución emocional, lejos de los roles secundarios o superficiales típicos en el cine. Lost in Translation explora las presiones y expectativas que enfrentan las mujeres jóvenes en relación con su carrera y vida familiar. Charlotte lucha por encontrar su identidad y propósito, lo que resuena con preocupaciones clave del feminismo contemporáneo.
Además, la película ofrece una visión matizada de la masculinidad a través del personaje de Bob, un actor en medio de una crisis de mediana edad. La vulnerabilidad y autorreflexión de Bob presentan una imagen más rica y humana de la masculinidad, alejándose de los estereotipos tradicionales de fuerza y poca emotividad.
Sofía Coppola también desafía las convenciones típicas de las relaciones románticas en el cine. La conexión entre Bob y Charlotte se basa más en la comprensión y el apoyo mutuos que en la atracción física o el drama romántico. Esta relación refleja un enfoque más equitativo y realista de las relaciones de género.
Lost in Translation aborda cuestiones de género y feminismo de manera sutil pero profunda, desafiando normas tradicionales y presentando personajes, tanto femeninos como masculinos, que son complejos y completos. La película ofrece una perspectiva más equitativa y realista sobre las relaciones de género, reflejando las luchas y aspiraciones de las mujeres en la sociedad moderna.
Perspectiva filosófica
Siendo Charlotte licenciada en filosofía no está de más hacer un pequeño aproximamiento a la película desde ese punto de vista. En Lost in translation podemos encontrar temas de existencialismo y posmodernismo de manera sutil pero significativa. En el existencialismo, se refleja claramente en la búsqueda de significado personal de Bob y Charlotte. Ambos, sumidos en una crisis de identidad y propósito, encarnan la idea existencialista de que cada persona debe hallar su propio camino y sentido en la vida. La película refleja su lucha con la libertad y la responsabilidad de tomar decisiones significativas.
Por otro lado, el posmodernismo se manifiesta en la estructura narrativa y en el rechazo a verdades absolutas o universales. Lost in Translation está abierta a múltiples interpretaciones y perspectivas, desafiando la noción de una única verdad o realidad. El ejemplo más claro es su final abierto y ambiguo, que deja a los espectadores con la libertad de encontrar su propia interpretación y significado.
La fusión de existencialismo y posmodernismo en «Lost in Translation» le sirven a Sofia Coppola para realizar una profunda exploración de la condición humana, abordando las complejidades de nuestras vidas y relaciones. La película va más allá de ser una simple historia sobre dos individuos perdidos en un país extranjero; es una reflexión sobre la búsqueda de significado en un mundo que muchas veces parece carecer de él. Es una exploración universal de temas como la soledad, la conexión humana y la búsqueda de significado. que captura la complejidad de las emociones humanas y las realidades del aislamiento y la alienación
El final de Lost In Translation
Seguramente la mayor virtud de Lost In Translation es que es una película emotiva y reflexiva gracias a su habilidad para suavizar la melancolía con momentos de humor y ternura. La escena final, donde Bob susurra algo inaudible al oído de Charlotte, engloba la esencia de la película: la importancia de los momentos fugaces y la profundidad de las conexiones que surgen en circunstancias inesperadas.
El famoso final también tiene su origen en el énfasis que Sophia Coppola puso en la improvisación y la espontaneidad. El susurro al oido de Bob a Charlotte durante su abrazo final, justo antes de ese beso que es tan catártico como anticlimático, es inaudible porque no estaba en el guion, es un momento de improvisación de Bill Murray. Sophia Coppola decidió dejarlo así, viendo que encajaba perfectamente con el tono de la película y haciendo lo que siempre hace con sus personajes: respetarlos. En esta vez lo que hizo fue respetar su privacidad.
Mucho se ha escrito sobre qué le dijo Bob a Charlotte en esa última escena, aunque en realidad de absolutamente igual, prque lo importante es lo que logra transmitir. El guion original se cierra con una preciosa frase que resume la experiencia de Bob y que se capta de manera absoluta en el cierre de la película: «Bob se sube a la limusina presidencial y se dirige hacia el aeropuerto, feliz de haber venido a Tokio, feliz de regresar a casa«
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