Entrevista a Jon Garaño, codirector de Marco
Tras el paso de Marco por el Festival de Venecia, ser seleccionada como una de las candidatas españolas al Oscar y antes de su proyección clausurando Perlak del Zinemaldia, entrevistamos a Jon Garaño uno de los directores de la película. En Moriarti -responsables de Loreak, Handia o La trinchera infinita– los roles van cambiando y en esta ocasión los encargados de dirigir la película han sido Jon Garaño y Aitor Arregi. Joxean Goenaga sí que estuvo presente en la escritura de guion.
Marco cuenta la historia de Enric Marco Enric, una figura controvertida en la historia reciente de España. Durante muchos años, Marco afirmó ser un superviviente de un campo de concentración nazi, específicamente el de Flossenbürg. Llegó a ocupar cargos la presidencia de la asociación española de deportados a los campos de concentración nazis, dando conferencias y discursos sobre el sufrimiento que había vivido y realizando un gran trabajo de difusión de la situación de los deportados españoles, ignorados desde los tiempos del franquismo.. Sin embargo, en 2005, el historiador Benito Bermejo desenmascaró su fraude, revelando que Marco nunca había sido deportado a un campo de concentración nazi, sino que había ido a trabajar voluntariamente. Esta historia fascinó a los Moriarti desde el momento en que salió a la luz y primero trataron de rodar un documental sobre el tema para el que llegaron a grabar horas de entrevistas; pero sufrieron en sus carnes las mentitas de Enric Marco que les dejó colgados. Años después volvieron a intentarlo infructuosamente en un proyecto que combinaba ficción y documental. Por fin, casi dos décadas después, Marco vio la luz como una película de ficción.
‘Marco’: Aunque no sea cierto…
30/08/2024 - Ricardo Fernández7 Reseña de Marco, de Jon Garaño y Aitor Arregi Marco es la última película de Jon Garaño y Aitor Arregi. En esta ocasión, no han formado un trío con Jose Mari Goenaga —aunque participa en el guion—, el tercer director que, junto a Garaño, Arregi y el productor Xabier Berzosa, conforman Moriarti Produkzioak. La […] Leer más
- Lleváis dos décadas tras esta historia, pero claro, el mundo ha cambiado mucho en este tiempo. ¿Eso ha afectado vuestra forma de valorar la historia?
Pues probablemente sí. Al fin y al cabo, cuando cuentas una historia lo haces desde el presente, e introduces pensamientos y sensaciones que tienes en ese momento. Todo eso está en Marco. Si hubiésemos hecho esta película en 2006, como lo teníamos previsto, habría sido muy diferente. Primero, porque originalmente era un documental y ahora es una ficción, lo cual ya cambia todo. Pero además, los temas que tratamos hubieran sido otros.
- Es que en esta película veo muy presente todo el tema de la posverdad, o incluso de la imagen que construimos de nosotros mismos en redes sociales, cómo creamos nuestro propio relato. Es algo muy actual, ¿no?
Totalmente, son dos de los temas principales. Uno es precisamente la verdad. Parece que ya no importa tanto y queríamos reflexionar sobre ello. Y luego, cómo Marco, de alguna forma, utilizaba técnicas que ahora llamamos «posverdad»: mezclar cosas para que no sepas exactamente dónde enfocar tu mirada o tu pensamiento. En 2005, y antes, desde 1999, Marco ya parecía ser un maestro en eso. Nos llamó mucho la atención cómo reaccionó la gente tras el escándalo. Y ahí es donde empezamos a investigar: ¿por qué reaccionas así? Te das cuenta de que, como siempre, hay que ir al principio, todo empieza desde el momento en que decide mentir. Y para nosotros la raíz de todo es que Marco quiere huir de una vida que percibe como gris. Aunque no lo es tanto en realidad, es una vida común, como la de cualquier otro. Pero él descubre que tiene un superpoder, el de la palabra. Y gracias a eso consigue la admiración de personas que están en otro mundo para él, como esos jóvenes universitarios de Barcelona. Eso para él es como una droga. Se da cuenta de que, proyectando una nueva versión de sí mismo, obtiene admiración, respeto, amor.
Es lo que decías antes, lo que todos hacemos en redes sociales: maquillar nuestra realidad para mostrar nuestra mejor versión. Marco lo llevó al extremo. Y esto lo conecto con el tema del escándalo, porque cuando todo se descubre, él no quiere renunciar al Marco que ha creado. Hay dos Marcos: el real, y el que él inventa, que le ha funcionado tan bien. No quiere renunciar a ese hasta el final, incluso cuando le dicen que ya no es válido, insiste en que sigue siendo útil para la sociedad. Era muy interesante hablar de eso. Y nosotros creamos un tercer Marco, que no es ni el primero ni el segundo. Este juego de espejos entre lo que es verdad, lo que es mentira, y cómo nos relacionamos con ello, está muy presente en la película.
- Y para que todo esto funcione hace falta otra parte: la que se cree todas las historias, ¿no? Vosotros lo reflejáis muy bien, de una manera sutil en la escena de Nathalie Poza en la cama y, más tarde, lo verbaliza la hija, aparte de todos los amigos del entorno.
Eso que dices era muy importante para nosotros. Existe un pacto entre el que cuenta una historia y el que la recibe. El que escucha quiere la mejor versión posible, que se la cuenten bien, con emoción, de forma perfecta. Incluso los medios de comunicación funcionan así, nos agarramos a los que nos lo cuentan bien. Marco se aprovecha de eso, tiene la habilidad de ofrecer lo que la gente quiere oír. Además, necesitaba cada vez más atención, como una bola que va haciéndose más grande. Para ser más admirado, más querido, necesitaba a los medios, necesitaba que le prestaran atención.
Antes de que se descubriera el escándalo, se quejaba de que no se prestaba suficiente atención a los deportados españoles, y tampoco a él. Pero cuando el escándalo estalla, de repente todos los medios se interesan por él. Esto también nos interesaba, cuestionarnos qué es lo que vende, qué no vende. Incluso nosotros mismos, como cineastas, podemos ser criticados, porque si hacemos esta película es precisamente porque nos interesa el escándalo. Implicar al espectador en este juego era fundamental para nosotros.
Rodamos más secuencias con el historiador, que representa a alguien que busca la verdad, en contraste con Marco. Al final, decidimos que la película funcionaba mejor con poca presencia del historiador. Algunos guionistas querían más presencia de ese personaje, otros menos. Cuando montamos la película, nos dimos cuenta de que quitando esas partes centradas en el historiador, la historia de Marco ganaba fuerza. El historiador ofrecía una visión más objetiva, externa, pero al final distraía un poco de lo que queríamos contar: la forma en la que Marco piensa y actúa. Creímos que centrarnos en Marco hacía la película más potente.
- Vuestro anterior proyecto, Balenciaga, también trataba sobre una persona obsesionada con el control del relato, pero desde un enfoque contrario: mantener el misterio, no decir nada, dejar que solo hable la obra. ¿Os sentís interpelados como artistas, como cineastas? Al final, vosotros también contáis historias y controláis el relato.
Sin duda, sin duda. Esto lo decía Javier Cercas cuando promocionaba su libro El impostor: Marco habla mucho de nosotros mismos. Somos un poco impostores, como decíamos antes. Nosotros, como Marco, tratamos de contar las historias de la mejor manera posible para alcanzar nuestros objetivos. En Balenciaga, también había algo de nosotros en esa obsesión por intentar controlarlo todo y dejarlo todo muy atado. Al final, cuando se dice que las películas hablan de los guionistas y los directores, es cierto: hablas de ti mismo. Hay mucho de nosotros en Marco, en el personaje de Laura, la mujer de Marco, y en el historiador, sin duda. De hecho, en las últimas secuencias somos nosotros. Así que, definitivamente, hay mucho de nosotros en nuestros personajes, como también ocurría en Balenciaga, ahí incluso más. Por momentos parecía que, salvando las distancias, estábamos contando nuestra historia.
- Marco cuenta una mentira, pero utiliza fragmentos de verdad para construir algo que, aunque no es cierto, podría serlo. Al final, no deja de ser como crear una película.
Exactamente. Marco hace lo que hacemos nosotros: partes de cosas que suceden en la realidad, las mezclas con elementos ficticios, y de ahí salen las historias. Eso es lo que hizo él. Había una parte real, aunque no le sucedió a él directamente. Incluso podría haberle pasado añguna cosa, porque estuvo en una cárcel, aunque no fuera ni mucho menos un campo de concentración. Cogió elementos de la realidad y los mezcló con la ficción, y eso es lo convierte en ficción, ¿no? Y nosotros hacemos lo mismo. Ya sean películas basadas en personajes reales, como las que estamos haciendo últimamente, siempre hay una base real. Incluso en historias originales, siempre hay algo de verdad. Entonces, sí, hacemos exactamente lo mismo que Marco, con el objetivo de apelar al público y lograr que conecte con la historia, que de alguna manera conecte con el relato que quieres contar.
- En la película me llamó la atención: la estructura. La primera parte se centra en que Marco quiere dar a toda costa el discurso en Mauthausen. Una vez pasado ese momento de tensión la película sigue y continúa profundizando en el personaje. ¿Teníais miedo de que decayera el ritmo?
Ese era uno de los grandes retos de la película. Creo que la estructura tiene ciertos riesgos. El principal es contar la historia de un personaje que, a priori, es antipático, un villano. Tenerlo como el conductor de la historia lo hace complicado, porque el riesgo es que la audiencia no conecte con él y pierda el interés. Además, está la estructura en sí, que es bastante clásica hasta cierto punto, pero llega un momento en que empieza a contar otra historia. La clave estaba en crear un personaje que atrape, que puedas entender sus ambiciones, pero también sus miedos, sus verdades y sus mentiras. Cómo lidia con la asociación, con la familia, con el historiador. Vamos echándole más mierda encima, por decirlo de alguna forma, y él la va esquivando. Lo interesante de Marco es que, aunque la mayoría de la gente llegaría a un punto en el que se rendiría, él nunca lo hace. Y eso es un motor para que la película siga avanzando. El espectador espera que se rinda, pero Marco no responde a esa expectativa, y eso es lo que mantiene la tensión.
- ¿Cómo habéis trabajado la mezcla de tonos y géneros? Porque hay momentos en los que la película parece un thriller, a veces es más dramática, y en otras incluso tiene tintes cómicos, porque el personaje de Marco es tan exagerado que llega a resultar cómico.
Ese era otro de los grandes retos de la película, encontrar el equilibrio entre esos tonos. Por ejemplo, teníamos claro que el espectador podía reírse de Marco, o con él, pero no debíamos trivializar los hechos reales que están detrás de la historia. Nos tomamos muy en serio la deportación y la situación de los deportados españoles, pero no nos tomamos tan en serio a Marco. A medida que avanza la película, nos tomamos cada vez menos en serio al personaje. Una cosa que teníamos clara desde el principio, y que hablamos mucho con Eduard [Fernández], era que no queríamos que el espectador se emocionara con Marco de manera convencional, con grandes momentos de emoción, grandes discursos. Si había emoción, queríamos que fuese con la familia, o sobre todo con el deportado real que sufrió esa experiencia, pero no con Marco.
Era importante ser fríos a la hora de contar la historia de Marco y, sobre todo, no juzgarlo. Queríamos que fuese el espectador quien lo hiciera. Sabemos que habrá quienes juzguen a Marco desde el principio y quienes le den una oportunidad para justificarse, pero lo que no queríamos es que nadie pensara que hemos blanqueado al personaje. Al final, la película se presta al debate, y eso nos interesa. Marco, con sus mentiras, llevó la historia de los deportados españoles a un nivel de difusión que nadie había conseguido antes. Era todo un trabajador, daba unas 200 charlas al año. Incluso hoy, hay gente que nos cuenta que le conocieron en su colegio. La labor que hizo para difundir la situación de los deportados españoles fue muy importante y eso también es significativo.
- Hablabas de Eduard. ¿Cómo ha sido trabajar con él? Porque creo que hace un trabajo soberbio, consigue resultar creiblemente increible. Es decir, le ves sobreactuar pero no a él, sino a su personaje.
Sí, es un personaje muy complicado en muchos sentidos. Por un lado, está el tema de la caracterización. Eduard tiene 60 años, pero Marco tenía 80, aunque en la realidad Marco aparentaba menos de los que tenía y eso nos ayudo. Pero es que, además, también tenía que representarle de joven. Para parecerse a él tuvo que engordar, se afeitó la cabeza, se le dejó bigote… esa transformación física y sobre todo que ha cogido bastantes kilos, puede parecer una tontería pero no lo es, tienes que vivir con eso, una vez que te lo has hecho.
Marco pasa por muchos estados de ánimo: está feliz, preocupado, nervioso, tenso… Y Eduard tiene que reflejar todos esos cambios de forma creíble. Eso es lo complicado. Lo que hace Eduard muy bien es que cuando Marco está alegre, lo sientes, y cuando está preocupado, también lo transmite. Cuando está manipulador, se le nota. A veces alabamos interpretaciones que se mantienen en el mismo tono durante toda la película, pero es que Eduard tenía que interpretar muchísimos registros.
Hay una secuencia en particular, que es muy difícil, donde Marco está entre los miembros de la asociación y tiene que actuar de manera melodramática, pero al mismo tiempo tienes que notar que está interpretando mal, pero no él, sino Marco. Es una especie de juego dentro de un juego, y Eduard lo hace perfectamente. Ha sido un regalo trabajar con él. Además, Eduard es muy intuitivo. Hay actores que necesitan ensayar mucho y que les digas exactamente lo que tienen que hacer, pero Eduard es más de hablar del personaje y, una vez que lo tiene construido, trabaja en matices. Nuestro trabajo fue asegurarnos de que no subiera demasiado o bajara demasiado. Lo importante era que Eduard entendiese a Marco, que es un personaje muy complejo.
Tuvimos muchas conversaciones sobre cómo veíamos a nuestro Marco, que es diferente del real. Podíamos haber optado por hacer una imitación exacta, pero decidimos crear un personaje que recordase a Marco, pero que fuese diferente. Lo curioso es que mucha gente que conoció al Marco real nos ha dicho que les ha parecido estar viéndole, lo cual demuestra que fue una buena decisión no optar por la imitación directa. Contamos con mucho material de Marco, ya que le entrevistamos durante tres días. Teníamos grabaciones de él en diferentes estados de ánimo: feliz, cansado, enfadado. Eso fue muy útil para Eduard, quien incorporó muchos detalles del verdadero Marco a su interpretación, que como el gran actor que es se fijó en pequeños detalles de su forma de mover los ojos, la manos…
Además, yo digo que Eduard es un director, de hecho presenta su primer corto ahora en la Seminci. Él sabe dónde está la cámara en todo momento, es muy consciente de cómo debe moverse y gesticular para que todo funcione en pantalla, tiene un control absoluto. Ha sido un placer trabajar con él, tenía todo lo necesario para ser el protagonista perfecto.
- Es interesante como desde la fotografía y dirección jugáis con el estilo. A veces más sobrios, como un documental, otras más presentes y peliculeros. Difuminando aún más la línea entre lo real y lo inventado
La idea era que, dado el tema de la película, que se mueve entre la ficción y la realidad, también queríamos jugar con cómo se representa la historia en la pantalla. Sabemos que el documental a menudo se asocia con la realidad, pero n realidad también es manipulativo. Queríamos incorporar ese discurso a la forma de contar la historia, para que también hablara de eso. Por ejemplo, la película comienza con un prólogo, con imágenes de archivo y una voz en off muy seca, la del historiador, sin música ni efectos de sonido, todo muy sobrio, como contrar lo que es la verdad, la situación de los deportados españoles.
Después, introducimos una claqueta que ya revela nuestras intenciones: lo que estáis a punto de ver es una versión ficcionada de los hechos. A medida que avanza la película y la historia de Marco se vuelve más ficticia, queríamos que la cámara también lo reflejara. Hay muchos recursos visuales: a veces la cámara se cae o gira sobre su propio eje, hay movimientos de foco que no corresponden a la realidad… Son pequeños detalles que señalan que lo que ves es una ficción. Otro en el que mucha gente no se ha fijado es el formato. La película está filmada en un formato ultra scope, de 2.55:1, más ancho de lo habitual. Es algo puramente cinematográfico, que nunca usarías en un documental.
También jugamos con las imágenes de noticias reales y las que creamos nosotros. Por ejemplo, hay momentos en los que mostramos al verdadero Enric Marco. Hay un huevo de Pascua en la película, en el momento del Congreso en Barcelona, donde no es Eduard [Fernández] quien aparece, sino el verdadero Enric Marco. Y en otro momento, cuando aparece una foto en un telediario, no es la de Eduard, como hubiera sido lo normal en casi cualquier película, sino la del verdadero Marco. Queríamos mostrar cómo se cruzan la vida real y la ficción.
A medida que avanza la película, queríamos que fuese cada vez más evidente que la cámara estaba ahí, que los formatos se entremezclaran, y que el espectador se preguntara constantemente qué es verdad y qué es mentira. El clímax de esto ocurre cuando mostramos a Eduard, interpretando a Marco, viendo al verdadero Enric Marco. Es un momento clave porque uno mira al otro, y ambos son representaciones. Además, lo que está viendo es un documental auténtico, que también ha sido manipulado y cortado para mostrar una versión de Marco. Es todo un bucle de representaciones. Al salir del cine hay un diálogo en el que Marco, le dice a Laura [Nathalie Poza] «ese no soy yo, no soy yo» y Laura le responde «yo creo que es bastante tú».
Un poco más tarde, tenemos una escena en la que lo real y lo ficticio vuelve a mezclarse: las imágenes reales de charla de Javier Cercas y Maria Barbal que hablan con nuestro Marco. La película está llena de estos juegos. Al final, en un mundo donde nos bombardean con información constantemente, a veces es difícil distinguir qué es verdad y qué es mentira.
- Antes mencionabas que recortasteis la parte del historiador en el montaje. ¿Cambió mucho la película en ese proceso? ¿Cómo la teníais planteada inicialmente?
Es curioso, porque manejábamos dos guiones: uno con más protagonismo del historiador y otro con más foco en Marco, que es lo que acabó siendo la película. Cuando empezamos a rodar, era más con el historiador, pero al final la versión sin él era la que mejor funcionaba. Comparado con otras películas, diría que esta ha cambiado menos en el montaje. Obviamente, el montaje siempre es un momento clave donde se reescribe la película de alguna manera, pero en este caso no cambió tanto. Si quitamos todo lo relacionado con el historiador, casi todo lo demás está tal cual en el guion original. También es cierto que ahora digo esto e igual si cojo el guion original me doy cuenta de que ha cambiado mucho; pero tengo la sensación de que no.
- Después de 20 años, imagino que ya tendríais ganas de acabar con esta historia, ¿no?
Bueno, sí y no. Por un lado, claro, quieres terminar, pero por otro, sientes que nunca te cansas del todo. Es algo que comentaba con Aitor en una entrevista, medio en broma, medio en serio: no descarto la posibilidad de retomar esta historia y hacer el documental. Tenemos tanto material de las entrevistas con Marco que sería una pena no usarlo. Hay cosas que dice en esas entrevistas que son realmente sorprendentes, y creo que merecen ser exploradas. A mí, personalmente, me sigue interesando mucho este tema, me fascina cómo fue capaz de reinventarse una y otra vez, algo con lo que todos fantaseamos alguna vez. Marco lo hizo, pero de una manera extrema. Y además, lo hizo en más de una ocasión. Nosotros contamos solo una parte de su historia, pero él reincidió varias veces. Todo eso me parece fascinante. Además, el tema de la ficción y la realidad, de cómo se presenta la memoria, es algo que siempre nos ha interesado como creadores. Es un campo que siempre da mucho de sí.