Vi los 18 cortos de Love, Death & Robots nada más salir. Lo estaba deseando: ciencia ficción, una serie de David Fincher. Me imaginaba una experiencia similar a cuando salieron los estupendos cortos de animación de Animatrix, con cierta profundidad en temas de ciencia ficción. Estaba deseoso no solo de verlos sino de escribir un reportaje aquí sobre tods los capítulos.
Al enfrentarme a ellos descubrí que la serie, más que de Fincher, que sospecho que ha puesto poco más que el nombre y las ganas, es de Tim Miller (el director de Deadpool) que dirige uno de los episodios (precisamente el que incluye una parte de imagen real) y, lo más importante, participa de alguna manera en el guión de todos los cortos. También descubrí que había mucha más acción y espectáculo que ciencia ficción. Casi siempre con una técnica exquisita, eso sí. Pero pronto me fui cansando de monstruos, persecuciones y desmembramientos. Lo sentencié en Twitter y olvidé la idea de escribir sobre los 18 cortos.
El resto, la mayoría entre el mata-mata y el erotismo para adolescentes pajilleros. Mucha acción y poca scifi. Muchos habrían sido mejores como videojuego.#SexGoreandMonsters
— Iñaki Ortiz (@iortizgascon) March 19, 2019
Con la decepción casi no me di cuenta de que, al fin y al cabo, entre esos 18 episodios había visto algunos bastante interesantes. Ahora, con la ventaja del tiempo, cuando la paja se va olvidando, y me va quedando en la memoria lo más interesante, cuando la decepción de ha diluido, creo que es el momento de escribir. No importa que el nivel medio sea bajo porque no necesito escribir sobre todos ellos. Me voy a quedar con mis cuatro favoritos. Vamos allá.
The Witness: la resaca de Spider-Man
Sin cuenta atrás, voy directamente a por mi favorito. De lejos, el más arriesgado visualmente, el más sorprendente, el que tiene una mayor ambición artística. La historia es muy sencilla, de hecho, es uno de los dos únicos que no están basados en algún relato. Y uno de los tres que no está adaptado por Philip Gelatt. Lo escribe el propio director, el español afincado en Los Ángeles, Alberto Mielgo. El guión es una excusa cerrada en forma de paradoja narrativa, suficiente para disfrutar de la forma.
Lo primero que llama la atención es el movimiento tan ágil, tanto de los personajes como de la “cámara”. Se juega también con falsos efectos propios de las lentes de las cámaras reales, como los desenfoques. Texturas propias de super-8. Incluso la cámara llega a vibrar cuando uno de los personajes pasa corriendo a su lado, como si estuviera sobre un trípode en el suelo inestable de la escalera.
Quiero hacer notar que Mielgo ha trabajado en la excelente Spider-Man: un nuevo universo, una de las películas de animación más sorprendentes de los últimos años y que se llevó el Oscar acertadamente. Lo cierto es que Mielgo, que se encargaba de definir líneas estéticas de la película en sus comienzos, fue finalmente despedido por desacuerdos con Sony pero fijaos en este vídeo de storyboards en movimiento y veréis algunas cosas bien reconocibles y responsables de esa cinemática especial que tiene el resultado final.
Otro de los puntos en común con la película es el uso del trazo de contorno sobre una imagen realista. Podemos ver una perfecta imagen de las tetas de la protagonista con un remarcado contorno circular innecesario, puramente estilístico, que además se va moviendo, como delimitando y resaltando la figura. También hay onomatopeyas escritas, típicas de cómic. Quiero señalar uno de los bocetos de personajes, concretamente el de Peni Parker que veréis que tiene bastantes similitudes con su personaje en el corto que ahora nos ocupa.
Pero lejos de los superhéroes, este no es un corto para toda la familia. Tiene desnudos y fetichismo, aunque no haya escenas de sexo. Para este tratamiento del fetichismo son muy importantes los materiales y aquí son asombrosos. Resultan realistas a un nivel más intenso que la realidad. Hay un trabajo importante no solo en las texturas si no en la ropa y Mielgo explica aquí que han usado un software llamado Marvellous Designer, ideado para ayudar a los diseñadores de moda. La forma en que se aplica aquí es estupenda y resulta especialmente realista. Ese gusto por las texturas, la ropa, la estética de los personajes, la decoración, el desorden… recuerda un poco a Wong Kar Wai, especialmente, supongo, por la ambientación oriental -Mielgo ha vivido en Tokyo.
Otra de las virtudes que hacen de este el corto más potente es su fuerza en la composición. Muchos de los planos podrían ser una obra en sí mismos. O quizá alguno lo es. Fijaos en este lienzo del propio Mielgo titulado Empty Interior 01. Berlin y debajo os dejo este fotograma del corto:
Los relatos de Alistair Reynolds
Alistair Reynolds es un escritor británico de cienfia ficción, licenciado en astronomía y astrofísica. Hay dos cortos en están basados en relatos suyos y que tienen algunas de las ideas más interesantes. Zima blue y Beyond th Aquila Rift.
Zima Blue: de lo megalómano a lo íntimo
Rynolds destaca por dos subgéneros de la ciencia ficción tan dispares como el space opera y la ciencia ficción dura. De alguna manera, en Zima Blue están lo mejor de cada mundo. Por un lado, la imagen del explorador de planetas, el artista de dimensiones astronómicas. Vive en lugares de fantasía idílica con varios satélites. Se baña en lava y se evade de las necesidades más animales de su humanidad. Sus obras megalómanas se elevan hasta el cosmos en una ambición desmedida. Todo esto es un sugerente y espectacular derroche de space opera.
Y sin embargo, la historia cambia de tono e invierte las tornas. Hacia lo pequeño, hacia una evolución sencilla de la Inteligencia Artificial perfectamente compatible con la ciencia ficción dura. Hacia lo doméstico, hacia el detalle. Es como Cuaron pasando de hacer Gravity a hacer Roma. El artista que ha buscado la esencia de sus creaciones en el arte sobrecogedor, espectacular, impactante; recurriendo a un acto contenido, pequeño y sencillo en el que, en un ejercicio de honestidad se desnuda. Algo como lo que ha hecho Almodóvar con Dolor y Gloria después de jugar en otras ocasiones con la virguería. Zima Blue habla de un artista en busca de la esencia de su arte, primero a través de la simplificación de su obra (a un color) y luego mediante la más comprometida sinceridad.
Trazo grueso, figuras idealizadas, nada realistas y con bastante fuerza. Apoyadas sobre todo en el azul que da título a la historia. Un resultado a la altura de la imaginería de space opera. El director, Robert Valley, ganó en 2017 un premio Annie por su corto Sidra de pera y cigarrillos.
Zima Blue es una interesante reflexión sobre las dimensiones del arte, la forma y el contenido. También es un planteamiento sobre los límites de la tecnología y la humanidad, en ambas direcciones. Y al mismo tiempo es una sugerente historia de un conquistador de mundos. Una pieza a tener en cuenta.
Beyond th Aquila Rift: el valle inquietante
El otro relato de Reynolds adaptado en esta serie es el que nos lleva más allá de Aquila, a muchos años luz de la tierra. El corto no está tan bien como el anterior, no creo que tanto por el guión, que también tiene cosas muy interesantes, sino por una dirección que cae en demasiados efectismos. Tiene una banda sonora facilona de peli mainstream (que me perdone Matthew Perryman Jones y su Living in the Shadows) que no ayuda nada al tono al que va derivando. Hay unas escenas de sexo gratuito, champán en las tetas incluido, que siempre se agradecen pero que resta la gravedad que necesita. Y un detalle aparentemente sin importancia pero que creo que define bien el error de tono: el espacio está lleno de sonidos espectaculares. Seguro que a Reynolds, el astrofísico, le ha hecho torcer el gesto, pero más allá de la incorrección científica, le da un tono al corto de puro entretenimiento vistoso, como los efectos bonitos de la puerta interestelar. Chocan con aquello a lo que nos lleva la película.
Y a donde nos lleva la película está a años luz. Es una historia de fragilidad de la realidad en la línea de Phlip K. Dick (es fácil pensar en Desafío total). Es un cuento con connotaciones religiosas (hay referencias claras a una figura religiosa) que nos lleva a un limbo que se debate entre el cielo y el infierno, conviviendo en el mismo plano físico pero que es diferente según la percepción. En esto se acerca a la mejor película de Paul W.S. Anderson, Horizonte Final, sobre todo en las imágenes de horror. Entre la felicidad y la locura. O la evasión como fórmula de escape mental del horror.
La parte final tienen un estilo siniestro, inquietante, de locura extrema, casi lovecraftiano. Y precisamente por esto hace que toda la parte inicial de estética mainstream simplona quede fuera de lugar. No es que contraste, lo que sería bueno para el desenlace, es que desentona. A pesar de eso el corto te deja cosas en la memoria.
La animación es de estilo hiperrealista, y es asombroso lo que se ha conseguido ya en este campo, pero al mismo tiempo tiene ese efecto ampliado de irrealidad que siempre acompaña a estos intentos de imitación extrema. Es lo que se llama “valle inquietante” que viene a decir que cuanto más se parezca lo artificial a lo natural, mejor, a no ser que se parezca demasiado, porque entonces crea una sensación inquietante. Y es verdad. Por otra parte, este efecto resulta un compañero involuntariamente oportuno para una historia que habla de una realidad casi creíble, tanto, que resulta inquietante.
Good Hunting
Si los dos cortos anteriormente comentados estaban basados en relatos de Alistair Reynolds, este parte de otro autor también interesante, el chino afincado en EEUU, Ken Liu, ganador de muchos premios y cuyo relato más famoso es El zoo de papel. Es el creador de un tipo específico de steampunk que es el silkpunk. Es decir, tecnología avanzada con aspecto pasado, esta vez ambientada en la China tradicional. Y si habéis visto este corto, habréis comprobado que cumple ese planteamiento a rajatabla.
El corto tiene dos partes muy diferenciadas, con un salto de género que representa claramente ese choque entre tecnología y tradición milenaria. La primera parte es una historia de magia, con peleas con la gracilidad (y los sonidos) de Tigre y Dragón. Luego pasa a ser una historia de steampunk, con bien de engranajes, vapor y metal. Visualmente aporta mucha imaginación con esta coartada imposible.
La historia tiene varias lecturas. Hay una crítica feminista al trato de la mujer en la tradición rural supersticiosa. Lo que sería en occidente una caza de brujas, tiene connotaciones de prejuicio sexual y de limitación de libertades muy similares en su equivalente chino. El fanatismo de una sociedad que culpabiliza a las mujeres de los deseos masculinos y que es llevada hasta sus peores consecuencias. Pero después, con el cambio al progreso de la revolución industrial esto no cambia demasiado. El colonialismo inglés es en este caso el encargado de aplicar el patriarcado, que ahora además va salpicado de racismo. Distintos poderes, mismo resultado para las mujeres.
Pero hay más. De lo que nos habla también el corto es de una radical transformación tecnológica de China, que pasa de la tradición milenaria al desarrollo puntero de “autómatas”. Aunque esté ambientado en el XIX, por cuestiones de género, es fácil ver un reflejo del gigante tecnológico que es ya China.
Y en tercer lugar, más allá de la cuestión china, podemos hablar de un planteamiento más universal: la deshumanización de la tecnología, frente a la “magia” del pasado. La pérdida de los instintos más animales, suplantados por los autómatas. En un giro interesante, la protagonista encuentra en la tecnología una manera de desarrollar artificialmente sus deseos más naturales. Una vuelta de tuerca en la que los ciudadanos encuentran en la tecnología un aliado si se sabe utilizar contra el uso aplastantes de las élites.
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