Oliver Assayas ha adaptado su película de culto, Irma Vep, a una miniserie de 8 capítulos para HBO de la mano de A24 y con Alicia Vikander como protagonista. Entre los productores encontramos también a Sam Levinson (Euphoria). Desarrolla y actualiza más algunos temas principales de la película, como la espiritualidad del proceso de creación, la situación de la industria del cine, el metacine autoreferencial; y añade nuevos enfoques, como abrirse a sí mismo en canal. Un trabajo refrescante de Assayas, que se sale de lo habitual en las series del momento y que es muy superior a sus dos últimos títulos para cine.

En 1996 Olivier Assayas estrenó Irma Vep. La historia de un equipo de rodaje que realizaba un remake de Les Vampires de Louis Feuillade, una serie de películas de 1915. Un director de prestigio interpretado por Jean-Pierre Léaud, con ciertos trastornos de personalidad y una pasión por el cine como arte solo comparable a su fetichismo por los catsuits de látex. Un director que buscaba fuera del estancado cine francés un aire nuevo para su película, empezando por una actriz oriental, Maggie Cheung, como relevo para Musidora, la icónica actriz original. 

Maggie Cheung como Irma Vep en 1996

Assayas llevaba ya una década dedicado al cine, aunque sus primeros trabajos no llamaron tanto la atención como su quinta película, El agua fria, que participó en Un certain regard, en Cannes. Con este éxito de crítica, Assayas se pudo permitir contar para su siguiente película, Irma Vep, con una estrella internacional. No era un proyecto de mucho presupuesto, seguía en un circuito minoritario de cine de autor, pero era una oportunidad para la actriz de cambiar la dirección de sus carrera hacia títulos de más calidad. Irma Vep trataba precisamente de eso. Maggie Cheung se interpretaba a sí misma y la película mostraba cómo participaba en el proyecto buscando un cambio en su carrera. Lo que contaba la película es lo que sucedía realmente, y como un conjuro mágico que emergiera de la pantalla, Maggie Cheung pasó de hacer películas de acción a cine de autor.

El conjuro del cine

Estaba en la película y se ahonda más en la serie: el cine es un conjuro. Una forma mística de entender el arte que encaja perfectamente con el aura del cine mudo. No solo el propio resultado sino también el rodaje es algo mágico para Assayas. Se explica por boca del director en la ficción. El espíritu del personaje invade a la actriz, convirtiéndola en algo etéreo. Ayuda que Alicia Vikander tiene una formación de ballet y consigue unos movimientos gráciles y misteriosos que superan incluso a la película. Lo cierto es que la actriz hace un trabajo estupendo, con carisma, emotividad y sensualidad. La esencia fantasmática de la serie recuerda un poco a otro trabajo de Assayas, Personal Shopper.

Personal Shopper: La prenda prohibida y el ectoplasma

31/05/2017 - Iñaki Ortiz Gascón

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Aunque quizá la idea del espíritu de la imagen no estaba desarrollada en la película de una manera tan explícita como en la serie, si estaba más presente en la apuesta formal más radical. La serie es más dialogada, más asequible, menos radical, en parte porque los márgenes de experimentación formal que tienen las series son bastante más estrechos que los de las películas. Dicho de otro modo, para ser una serie, es bastante libre, pero comparada con la película, bastante menos. Hay algo que ejemplifica bien esta evolución a un formato más fácilmente consumible: el traje de la protagonista en la película era de látex y en la serie es de terciopelo. De lo sexual a lo erótico, de lo kinky a lo elegante. En la película compraban el traje en un sex-shop mientras que el de la serie, siendo un elemento de misterio y de erotismo, es mucho menos extremo. Cuando la protagonista, en el primer capítulo, se siente algo incómoda ante ponerse de pie con el traje delante del equipo cuando su ex la está dominando, parece un pudor excesivo. No resulta tan exhibicionista como las actrices de la película deambulando por el set con sus catsuits de sexshop. De hecho, incluso en ese mismo capítulo, al inicio, vemos su sesión de fotos de la película que acaba de terminar en Estados Unidos. Ahí lleva un traje mucho más exagerado, menos elegante y más sexualizado, en la línea de las películas de superhéroes. Vemos así una diferencia entre la exuberancia circense del modelo de Hollywood y la clase europea. También han cambiado las referencias americanas de Assayas, si en la película era la catwoman de Michelle Pfeiffer, aquí se acerca más a la Scarlett Johansson de Marvel.

También el traje es más similar al que Musidora vestía en 1915. La imagen de Irma Vep por los tejados de París, siendo mágica como lo era en la película y en el material original, tiene un punto extra de elegancia, con el nuevo traje y la torre Eiffel iluminando, que la lleva a una magia más aburguesada. Digamos que si  la película fuera un videoclip, la serie sería un anuncio de perfume caro. La energía de juventud de Assayas, el atrevimiento del director de Demonlover, da paso a la moderación de la elegancia de los años. Lo vemos también en la transgresión del montaje personal que realiza el director en su casa. En la película era mucho más agresivo. Diferentes acercamientos a una misma idea de asignarle al arte un alma que escapa a la suma de sus partes, un espíritu que emerge, ingobernable, convocado por el ritual de la creación.

Como comentaba antes, Assayas le salió bien el conjuro para cambiar la dirección de la carrera de Maggie Cheung. En la serie vemos cómo el personaje protagonista también pretende cambiar a un tipo de cine más maduro. El caso es que Assayas ya lo volvió a conseguir hace unos años con Kristen Stewart, quien después de Viaje de Sils Maria, pasó de hacer taquillazos para adolescentes, a ser una figura importante de algunas excelentes películas independientes. Y es que el personaje protagonista de la serie recuerda claramente a Stewart.

Nombres falsos, personas reales

En la película, Maggie Cheung se interpretaba a sí misma, con su mismo nombre y con su misma carrera. En la serie, sin embargo, Alicia Vikander se llama Mira Harberg y, aunque en determinado momento afirma ser sueca, como ciertamente es, no parece que su personaje se refiera del todo a sí misma. Las películas en las que ha participado son inventadas, y en el mundo real, aunque Vikander ha participado en éxitos americanos como Tomb Raider, tiene también bastante trabajos mejor considerados. Incluso tiene un Oscar, signifique eso lo que signifique. No parece que su personaje esté inspirado en sí misma. Con quien sí tiene más similitudes es con Kristen Stewart. La bisexualidad y que tenga de expareja a un actor de éxito. La imagen de un perfume francés que se gesta durante el rodaje (fue imagen de Chanel poco después de trabajar con Assayas). Y sobre todo el punto de inflexión en su carrera tras rodar Viaje a Sils Maria. Curiosamente, en la serie hay un personaje muy parecido al personaje de Stewart en Viaje a Sils María: Regina, la ayudante de la artista, interpretada por Devon Ross.

Devon Ross con un personaje similar al de Kristen Stewart en Viaje a Sils Maria.

Seguramente lo más llamativo en el juego de espejos entre realidad ficción es la vuelta de tuerca que da la serie al hacerse consciente de que la película existió. En el universo de la serie existe la Irma Vep de 1996, y es el propio director de ficción de la serie, René Vidal, interpretado con gracia por Vincent Macaigne, el que la dirigió. Esto genera una serie de contradicciones extrañas. Si se supone que el personaje está adaptando su propia película, Irma Vep, que aparece reflejada en la serie incluso con insertos de algunas imágenes, ¿por qué luego Vidal solo está haciendo una adaptación convencional de la obra de Feuillade? Es decir, aunque la película existe en el universo de la serie, el director no está adaptándola sino que está haciendo lo mismo que el personaje de ficción. René Vidal ya era el nombre del director en la ficción de la película, por lo que se podría sugerir que el personaje director en la serie hizo una película en la que se incluía a sí mismo -o al menos a alguien con su propio nombre- en la ficción. Por otra parte, el René Vidal de entonces, interpretado por Jean Pierre Léaud, no tenía demasiado que ver con el Assayas de entonces. Era un veterano excéntrico que representaba más bien a una vertiente pasada de moda del cine francés.

Vincent Macaigne, la caricatura de Assayas

Sin embargo, el René Vidal en la serie es un personaje que tiene mucho más que ver con el propio Assayas. Para empezar, es el director de la película real, y para continuar, lo que es mucho más importante, habla de su relación con Maggie Cheung. Se casó con ella y duraron unos pocos años. Assayas utiliza este recuerdo de su propia vida como núcleo emocional del personaje, convirtiendo así la serie en una historia mucho más personal, abriéndose a sí mismo en canal para el público. Este juego de indiscreción con su vida personal y con la de las personas cercanas lo abordaba Assayas en Dobles vidas. El René Vidal de la película poco tenía que ver con Assayas, el de la serie, caricaturas aparte, tiene mucho más de confesión personal. Solo le ha faltado dar el último paso y ponerle su nombre al personaje, lo que habría sido más coherente en el juego de nombres entre ese personaje y la película real. En cualquier caso, la serie se beneficia mucho de este giro hacia sí mismo. El recuerdo de su ex, materializado no en un flashback sino en imágenes evocadoras de la película, con Maggie Cheung en el tejado bajo la lluvia, nos sitúa su melancolía en el plano de la idealización. No es un recuerdo de su propia vida, es la representación artística de su deseo, su propia creación. En definitiva, la idea de que nos enamoramos no de la persona sino de nuestra idealización de ella. Al mismo tiempo, un planteamiento del cine como un objeto esotérico del que surgen espíritus, emociones y recuerdos. Lo mejor de la serie.

La imagen cinematográfica convertida en recuerdo

Comentaba antes que el René Vidal de 1996 era un director veterano. Tanto es así que uno de los personajes, un crítico descarado, lo define como lo peor del cine francés, un lastre, el viejo mundo. Esto vuelve a suceder en la serie cuando un estudiante descarta a Vidal como alguien pasado de moda. Esta crítica que entonces iba dirigida en tercera persona a ese Vidal que representaba algo ajeno, se entiende aquí más como la aceptación de Assayas como un director ya veterano. Tiene 67 años, más que el Vidal de la película, que rondaba los 50. Quizá se encuentre ahora en una posición en la que su figura rompedora de entonces ha ido dejando paso a un cine más reposado. Ha pasado del látex al terciopelo. Quizá se vea como aquel director, en el punto de mira de las nuevas generaciones. Intenta situar su lugar en el ecosistema del cine. Este es otro de los temas principales de la serie: la revisión de la situación actual de la industria. 

La situación de la industria

En 1996 Assayas daba un repaso a la situación del cine a nivel mundial. La influencia emergente del cine oriental, el estancamiento del cine de autor francés, Las diferencias entre Hollywood y Europa. Ahora, en la serie se repite este interés, actualizado a nuestros días. Se habla, por supuesto, de la dificultad de sacar adelante proyectos que no estén asimilados por el sistema de franquicias y de productos calculados. De la posición de las series y de si una miniserie, como la presente, es una película larga o no. Se señala uno de los grandes lastres de la actualidad, como ya hacía Scream V: la dictadura del fandom. También se habla de los rodajes internacionales, de los que es ejemplo la propia serie, rodada en inglés y francés, y con un actor alemán. Hay un contraste entre un producto original puramente francés y una apertura internacional, que también era tema en la película. Esta vocación internacional queda claro desde la intro, con una canción del nigeriano Mdou Moctar. Por cierto, en general toda la selección musical es estupenda, como suele ser habitual con Assayas.

El cine de superhéroes no podía faltar en la revisión y sirve para confrontar dos maneras de hacer cine, la de René Vidal y el director americano de éxito, que exige un ritmo más frenético y un efectismo más espectacular. La figura del autor, despojada ya de toda opción comercial, queda relegada a un sello de prestigio que puede ser capitalizado por las marcas y por otros artistas. Y, por supuesto, no podía faltar una referencia a la nueva sensibilidad en cuestiones de género. Parte del equipo acusa al director de romantizar la violación, por mostrar una escena que ya estaba en el material original y que resulta morbosa. Ninguna exageración, cuando estos días sin ir más lejos hemos podido leer que el spin off de Juego de Tronos ha decidido, muy al contrario de su predecesora, no mostrar las escenas de violación sino solo sus efectos. Assayas añade una capa más a la serie incluyendo una recreación del rodaje de la obra original en 1915 y esto le sirve para hacer un paralelismo pues en aquel entonces ya hubo problemas con la censura y la propia Musidora tuvo que intermediar.

La serie está repleta de guiños, círculos y espejos, y se convierte en un puente que nos permite asomarnos a diferentes tiempos del cine. Una forma de ver también la evolución del excelente cineasta. Su transformación paulatina, del látex al terciopelo.