Contiene spoilers

Devs es una miniserie de ciencia ficción escrita y dirigida por Alex Garland. Sobre quién es Alex Garland ya hablé en detalle con motivo de su última película, Aniquilación. Garland, especializado en ciencia ficción, empezó como novelista (La playa), se pasó a guionista con obras maestras como 28 días después o Sunshine, y finalmente dio el paso a la dirección, con Ex Machina. Ahora ha creado su primera serie de televisión de la que no se ha limitado a ser el showrunner sino que ha dirigido cada capítulo. Son en total 8 episodios es una temporada concluyente. Una historia cargada de misticismo, contada con mucha solemnidad y con aspiración de tratar grandes temas filosóficos como el libre albedrío o la muerte. Todo ello con una estética cuidada y llamativa, y con una voluntad de sorpresa en sus giros desde el primer capítulo. Quiere ser elegante y trascendente. Quiere ser sorprendente y especial.

Alex Garland, el director de ‘Aniquilación’

20/03/2018 - Iñaki Ortiz Gascón

6.5 Ya hemos podido ver la última película de Alex Garland, Aniquilación. Desgraciadamente, fuera de EEUU no podemos verla en salas que es lo que quería su autor, pero este tema lo dejamos para otro día. Ahora quiero hablar del director, antes guionista y antes novelista. En cualquiera de sus facetas siempre nos ha hablado […] Leer más

Dios no juega a los dados

La mecánica cuántica es muy tentadora para un guionista por las implicaciones filosóficas que puede tener y por el juego que da la idea de que el gato esté y no esté en la caja al mismo tiempo. Es una rama de la ciencia sorprendente que resulta moderna y parece que la obra de ciencia ficción que la nombra está a la última, cuando lo cierto es que lleva ya un siglo con nosotros. Sigue sonando nueva porque es profundamente contraintuitiva, a pesar de que la electrónica con la que estás leyendo este texto no existiría sin ella. El problema es que aunque sea notorio que funciona, sigue resultándonos poco creíble. Falta una interpretación satisfactoria del sentido metafísico, más allá de que los datos sean correctos.

Si bien los cálculos funcionan, la interpretación conceptual sigue abierta y esto es tierra de nadie para los guionistas. Hemos visto documentales magufos como ¿Y tú qué sabes? que fue un éxito en cines y se vestía de las misteriosas características de la mecánica cuántica para desvariar y terminar vendiéndonos homeopatía. Algo de ese tono new age alrededor de la cuántica está un poco en Devs aunque Garland no se pasa tanto de la raya. Hemos tenido ciencia ficción indie como Coherence a la que la cuántica le da la excusa para jugar al rompecabezas y parecer algo más que un simpático entretenimiento. Hasta comedias románticas inofensivas como Dos vidas en un instante han explorado la idea de las realidades múltiples a partir de las decisiones, una idea que se plantea de forma muy visual en Devs con resultones trucos digitales. Poca cosa buena nos ha traído al cine la mecánica cuántica, al ser un comodín demasiado abierto para el guionista.

La cuántica no solo sirve en Devs para plantear el dilema entre el determinismo y el libre albedrío; también es cuántico el superordenador capaz de entender el universo en su conjunto, incluyéndose a sí mismo. La condición cuántica del ordenador, que está tan de moda como el blockchain, en realidad no está relacionada con el dilema cuántico. El ordenador es místico, voluntariamente artificial, en esas mesas ningún ingeniero osa dejar un vaso de café o un cuaderno, es un ambiente casi abstracto. Quiere ser más un artefacto hipotético para desarrollar una argumentación filosófica, que una tecnología factible. Su pregunta sobre el determinismo ya la planteó en términos similares Pierre-Simon Laplace en 1814:

Podemos mirar el estado presente del universo como el efecto del pasado y la causa de su futuro. Se podría concebir un intelecto que en cualquier momento dado conociera todas las fuerzas que animan la naturaleza y las posiciones de los seres que la componen; si este intelecto fuera lo suficientemente vasto como para someter los datos a análisis, podría condensar en una simple fórmula el movimiento de los grandes cuerpos del universo y del átomo más ligero; para tal intelecto nada podría ser incierto y el futuro, así como el pasado, estarían frente a sus ojos.

El demonio de Laplace es Devs, en ambos casos, un elemento hipotético cuya existencia es irrelevante. Garland plantea esta idea y después la contrapone al efecto cuántico del azar que tanto molestaba a Einstein. Los famosos dados. Nos lleva con este dilema físico a otro filosófico: si el universo es determinista como creía Laplace el libre albedrío no puede existir, mientras que si, por el contrario, el futuro no está determinado, seríamos dueños de nuestros actos. La primera afirmación es casi trivial, la segunda es bastante dudosa, necesaria pero no suficiente. Nuestra voluntad no tiene por qué decidir la dirección del efecto, podemos estar llevados por el azar del mismo modo que por el determinismo. En todo caso, esto sirve a Garland para una alegoría más pragmática acerca de romper el espíritu gregario, ser dueños de nuestro destino, tomar decisiones que rompan con lo que se espera de nosotros. Devs habla de una sociedad que no se atreve a cambiar el futuro que se le ha ofrecido. Una sociedad atemorizada en la que hay represalias cuando actúas frente a lo establecido. Al final, el aspecto menos complejo de la serie quizá es el que mejor funciona.

Sintonízame bien la función de onda

Eso sí, se nota que Garland ha hecho un esfuerzo de ser respetuoso con la ciencia, como ya hizo en Ex Machina, en la que profundizaba un poco más que simplemente plantear si las máquinas tienen corazón. Garland busca siempre hacer una ciencia ficción que tome al espectador por inteligente. Si en aquella historia de inteligencia artificial se molestaba en ir un poco más allá del test de Turing, aquí nos explica las interpretaciones predominantes de la mecánica cuántica, para aplicar después una de ellas –la teoría de los múltiples universos de Hugh Everett– a su historia. Es verdad que lo hace de una manera algo torpe, planteando una conferencia sobre ello. Tal cual. No tiene demasiado sentido que la brillante alumna acuda a una charla en la que se va a explicar algo tan básico como el experimento de la doble rendija, pero vamos a pasar por alto esta concesión didáctica.

Las ideas no están mal planteadas pero veo varios problemas. En primer lugar, aunque todo el embalaje de la serie es bastante pretencioso, no son ideas demasiado novedosas. Esto hace que ocho capítulos para desarrollarlas resulte excesivo y que la narrativa vaya flojeando. En el capítulo 7 se “desvelan” cuestiones que ya se están mostrando en el primer capítulo. Esas explicaciones sobran. Aunque quizá el mayor peligro de la serie es que por su carácter determinista y omnisciente, los personajes actúan de una manera porque deben actuar así -por definición de la premisa- y esto es un cheque en blanco para el guionista. Creo que Garland no abusa demasiado y lo aplica con bastante decencia, pero son unos terrenos poco fértiles para una narrativa honesta.

Hay varios elementos interesantes en el final. Es cierto que la victoria del libre albedrío es bastante arbitraria, pero funciona bien dentro de la idea que comentaba antes de la voluntad de contradecir lo establecido. El clásico esquema del elegido rebelándose. Después hay una resolución interesante sobre capas de realidad y universos conteniendo universos. Para quien guste de estas realidades simuladas, aquí quiero volver a recomendar la novela Ciudad permutación, como ya hice en esta lista de novelas de ciencia ficción.

Garland toma partido en el dilema del determinismo. Pero parece que lo más significativo de la famosa frase de Einstein “Dios no juega a los dados” no son los dados, es Dios. En su inmensas pretensiones, Devs también es una serie sobre la búsqueda de Dios.

La divina fascinación

En Sunshine, el sol provocaba una fascinación divina en algunos personajes que pasaban largo rato mirándolo y siendo literal y metafóricamente iluminados por él. Garland recupera este recurso de contemplación mística aplicando incluso una estética similar a los resplandecientes colores cálidos de Sunshine.

Devs / Sunshine. La fascinación mística

Devs es en gran medida una historia sobre la búsqueda de Dios. De hecho, esto se llega a explicitar hacia el final, por si no había quedado claro. Un científico obsesivo que juega a ser Dios y que, al mismo tiempo busca a Dios en la tecnología. La enésima renovación del mito de Frankenstein como ya lo era Ex Machina. De hecho, la misma palabra que se esconde en el título de Devs se señala por ausencia en el de esa otra película. La divinidad es uno de los temas favoritos de Garland. La herramienta omnisciente que para Laplace era un demonio, para el protagonista representa a Dios. Se repite la idea de Mesías, con sus correspondientes muerte y resurrección. La historia desemboca en la creación de mundos. Podría incluso interpretarse desde un punto de vista no secuencial que ese momento es la creación de todo.

La serie está cargada de misticismo. La imagen del pasado que vemos en primer lugar es la de Jesucristo en la cruz. No es cualquier hecho histórico más ubicado como Colón llegando a América o la muerte de Julio César. No, la elección es la más religiosa. Todo el cubo donde se encuentra el ordenador tiene el aspecto artificioso que ya he comentado antes. Es un ritual, una celebración mística. Hay muchos elementos visuales que refuerzan la idea de forma nada sutil como son las aureolas que tienen algunos personajes.

El santo CEO

Pero no es una historia sobre Dios, sino una historia sobre la búsqueda de Dios. Y la diferencia en esto es que a Garland, como en Sunshine, no le importa tanto el sol como el efecto que provoca en los observadores. Importa la manera en la que los personajes quieren cambiar su realidad. El megalómano CEO no solo busca su Dios sino busca una realidad a su medida. Una en el que pueda echarle la culpa al determinismo y le absuelva de sus errores. No es solo un Dios a medida sino toda una creación a medida. O dicho de otra manera, quiere ser Dios él mismo para construir su realidad. Su religión es su empresa, como el gurú de una gran corporación tecnológica. El juego de palabras que se desvela en el último capítulo remarca esta dualidad tecnología – religión.

Tiene sus propios ídolos: esa niña gigante de aspecto grotesco que se asoma por encima del bosque. Siniestra, una de las imágenes más potentes de la serie. El culto a una niña fallecida. La obsesión de cambiar todo su mundo para eliminar la pérdida. Y este es el otro gran tema de la serie: el duelo.

Dos maneras de afrontar el duelo

En el artículo sobre Aniquilación, comentaba que se podía entender el viaje de la protagonista como un proceso de duelo por el marido “muerto”. Aquí tenemos dos personajes, que en un esquema clásico podríamos considerar protagonista y antagonista, que tienen su propia pérdida y sus propias maneras de enfrentarse a la situación. Por un lado, la búsqueda de la verdad, aunque duela. Por otro lado, la pretensión de ajustar la realidad a un mundo conveniente que exonere de culpas y en el que se pueda vivir una farsa. Asumir la realidad frente autoengañarse, esos son los dos planteamientos que tienen los dos personajes enfrentados.

Comentaba también en el texto sobre Aniquilación que esta búsqueda emocional y el tono lánguido estaba emparentado con otro de sus guiones: Nunca me abandones. El tono va nuevamente por este camino. En mi opinión, algo cargante. Los diálogos parecen representar constantemente a personajes tomando un café en un tanatorio. Un pretendido tono solemne, grave, como necesario para hablar de grandes temas. Estira demasiado este ambiente depresivo y creo que el tono se resiente. Que los personajes no sonrían jamás no hace que el trasfondo de la película sea más importante, solo que lo parezca. Algo muy habitual en el cine indie de ciencia ficción. Peca de pose intelectual, algo innecesario cuando ya hay un contenido de cierto valor. Y esto para mí es lo peor y lo mejor de la serie: la forma.

Esteticismo aséptico

Garland tiene una voluntad desatada de llamar la atención con la forma y hacer notar que esta es una serie especial. Siento como si el espectador objetivo fuera un fan de Steve Jobs. De hecho, gran parte de los grandes planos generales parecen sacados del salvapantallas del Apple TV, que dicho sea de paso, es maravilloso. Un cuidado uso del color y de la luz que es sin duda estético pero tiene demasiado de impostado. También tiene algunas imágenes con mucha fuerza, como la estatua de la niña emergiendo del bosque -con la que hay que aceptar la licencia- o los aros de luz en los árboles. La escena de la pelea en el garaje al son de la chocante Congregation de Low es diferente, casi te lleva al Alphaville de Godard. Eso sí, por conseguir que sea llamativa pierde vida. En general la serie sufre por ser esclava de su esteticismo. Es tan aséptica, lánguida y artificiosa que la barrera emocional es difícilmente franqueable.

¿Iluminación o intervención artística en el bosque?

Hay también una intención de impactar en ciertos giros argumentales bruscos. Lo más obvio, la muerte inesperada de algunos personajes, alguno de ellos retorciendo la cuántica para justificarlo. Ocurre lo mismo que ocurría en Juego de Tronos: el efecto es bueno, pero la serie se resiente por las pérdida de personajes que podían aportar algo a la trama y que podrían tener cierto interés. Y la cosa empeora cuando, al contrario que en Westeros, aquí no abundan los personajes carismáticos. Garland siempre ha sido bueno con la temática, la trama y los elementos de ciencia ficción, pero los personajes nunca han sido su fuerte. Pasa mucho entre los escritores de ciencia ficción. Esto en una película de dos horas se ve compensado con el resto de las virtudes, pero en una serie es esencial que los personajes sean interesantes, que te importen, que tengan matices. Aquí son bastante grises y faltos de carisma. El asesino a sueldo asusta como el bedel del colegio.

Todo el planteamiento está claro en los dos primeros capítulos y no evoluciona hasta prácticamente el último. Al no tener unos personajes interesantes por el camino se hace bastante cuesta arriba. Las relaciones que no influyen directamente en el desarrollo de la trama son absolutamente superficiales.

Con todo, una serie que consigue el que posiblemente sea su objetivo: dar que hablar.

Devs se puede ver en HBO España.