Venecia 2020: Chloé Zhao, Michel Franco y Hilal Baydarov elevan el nivel

A diferencia de ediciones anteriores, da la impresión de que el Festival de Venecia de 2020 se dejaba lo mejor para el final. En esto también ha sido distinto. Tanto la mexicana Nuevo Orden de Michel Franco, como la azerbaiyana In Between Days de Hilal Baydarov, como la esperadísima Nomadland de la china-estadounidense Chloé Zhao están entre lo mejor que se ha podido ver estos días en el Lido. 

Nomadland de Chloé Zhao

Sin lugar a dudas la nueva película de la directora de The Rider está llamada a convertirse en uno de los filmes de la temporada. Tras su estreno mundial en Venecia, simultáneo con Toronto, se podrá ver en la sección Perlak del Zinemaldi, será una de las piezas centrales de la programación del de Nueva York y el festival de Telluride, aunque no se celebrará, le ha puesto también su sello de calidad. Un repóker de festivales.

Protagonizada y producida por Frances McDormand, Nomadland cuenta la búsqueda e intento de reconstrucción de una segunda de vida de Fern, una mujer que se queda sin trabajo, sin familia, sin casa, sin ciudad, sin referencias y amistades, cuando la crisis de finales de la década pasada arrasa con su vida anterior. Para ello, se convertirá en una nómada moderna y vagará por el oeste estadounidense a los mandos de su maltrecha furgoneta por los grandes espacios casi vacíos de Nevada, Arizona o Dakota, allí por donde sus impulsos o el trabajo le lleven. Las personas, los paisajes, la naturaleza y las experiencias que vivirá en este periplo le ayudarán a reconstruir esa nueva vida.

Nomadland, adaptación del libro de la periodista Jessica Bruder, cuenta por un lado, el recorrido del personaje de Fern, de forma sensible y serena. Poco a poco iremos conociendo detalles de su vida, de su situación y de sus aspiraciones. Primando los aspectos más humanos y más íntimos del personaje y siendo testigos de su paulatina reconstrucción.

Por otro, la serie de encuentros con los distintos personajes con los que se cruza por el camino, tiene mucho de documental. Sus íntimas y sentidas conversaciones con Fern suenan a testimonio real de esa versión fílmica de ellos mismos que interpretan en la película. Y es en esa fusión entre los aspectos más narrativos y dramáticos del film, por muy naturalistas que sean, correspondientes a la historia de Fern y los más documentales correspondientes a los personajes episódicos que la rodean, donde surgen algunas fricciones. La unión de ambas vertientes pierde valor frente a la suma de las mismas por separado. Lo que tan bien funcionaba en Songs My Brothers Taught Me y The Rider, en Nomadland no resulta tan orgánico.

A diferencia de los trabajos anteriores de Chloé Zhao, en los que los intérpretes eran no profesionales que se interpretaban a versiones muy parecidas de ellos mismos, Nomadland está protagonizada por una estrella de Hollywood. Llevamos más de 30 años admirando el talento de Frances McDormand. Y en Nomadland lo vuelve a demostrar. Sin embargo, este hecho no siempre juega a favor de la película. Porque la inmensa mayoría de los personajes que se encuentra en su periplo, sí interpretan a personajes que son muy cercanos a lo que son en realidad. Lo que provoca cierta descompensación en las conversaciones y en sus encuentros. Por un lado, con la exquisita sensibilidad de Chloé Zhao para este tipo de secuencias, sus palabras suenan auténticas y reales. Pero por otro, el espectador sabe que la contrarréplica del personaje de Frances McDormand es falsa y construida. Aunque se someta a una sesión desmitificadora y de eliminación de glamour mostrándola sin maquillaje, orinando en el campo o bañándose desnuda. Vemos y sentimos a Fern paseando al atardecer por los campamentos de caravanas al son de la banda sonora de Ludovico Eunaudi. Vemos y sentimos a Fern conversando con los personajes que se encuentra en su periplo. Pero a pesar de su irreprochable interpretación, tampoco podemos dejar de ver y de sentir a Frances McDormand. Es sobre todo, en sus secuencias con David Strathairn cuando vemos nuevamente sólo a Fern. A esa mujer obligada a encontrar una nueva vida.

Nuevo orden de Michel Franco

El mexicano Michel Franco, uno de los niños mimados del Festival de Cannes en el que se ha presentado 4 de sus 5 películas anteriores como director, se ha estrenado en el Lido con Nuevo Orden, una distopía localizada en Ciudad de México y en un futuro muy cercano en el que las clases más desfavorecidas, hartas de la desigualdad, injusticia y discriminación deciden hacer una nueva revolución.

La situación que vertebra Nuevo Orden es una boda de alto copete en una mansión de Ciudad de México a la que acude lo más granado de la alta sociedad local. Lo más granado y lo más blanco. Porque todas las personas de color de piel más oscura pertenecen al servicio. En los diálogos y en las interacciones de forma casual, pero reveladora, se presenta un entorno corrupto en el que priman  los favores y el tráfico de influencias en las transacciones económicas. Y de fondo se hace sentir también la existencia de una rebelión de desfavorecidos que no parece perturbarles en exceso, tan seguros como están de que a ellos no les pasará nada. Ni siquiera la llegada de un antiguo trabajador de la casa pidiendo ayuda al ver cómo su esposa era expulsada de un hospital público por los revolucionarios parece preocuparles. Pero el nuevo orden que da título de la película avanza.

Con buen pulso, utilizando el fuera de campo y las elipsis, tomando prestados elementos del fantástico y saltando continuamente de un personaje a otro, Michel Franco construye una narración dinámica con un ritmo trepidante, una espiral de violencia hacia el caos de un mundo sin ley, en el que el fin justifica los medios y en los que todas las partes quieren sacar provecho. Militares o civiles, ricos o pobres, blancos o indígenas. Lo que de inicio se plantea como una rebelión de los de abajo contra los de arriba, de los pobres contra los ricos, de los indígenas contra los blancos, se convierte en una lucha por la supervivencia. Y por sacarle el máximo partido a la situación. A medida que avanza la película, Franco se encarga de ir eliminando los atisbos de humanidad de sus personajes, bien por su evolución o bien por la eliminación de los mismos.

El gran pero de la película es el regodeo en la crueldad y el efectismo gratuito al que recurre el director mexicano en la línea argumental de uno de los personajes, una decisión narrativa desconcertante y desalineada con el resto de la película y que neutraliza en parte los logros del resto.

In Between Dying de Hilal Baydarov

Tras triunfar en 2019 en los principales festivales de cine documental europeos con Mother and Son y When the Persimmons Grew, el azerí Hilal Baydarov de la mano del mexicano Carlos Reygadas en la producción, da el salto a un gran festival con este enigmático, misterioso, pero magnético poema cinematográfico. 

El protagonista de In Between Dying es Davud, un hombre que en su vagar en moto por la Azerbaiyán más rural, en busca de un espacio al que pertenecer, de una familia de la que formar parte y de una mujer a la que amar, se encontrará  con distintas mujeres y se dará la casualidad de ir provocando muertes allí por donde va. Pero no serán muertes dramáticas o trágicas, sino extrañamente liberadoras.

Las imágenes, los paisajes, las palabras, los sonidos, el humor y las situaciones de In Between Days atraen, arropan y atrapan al espectador dispuesto a sentir más que a entender lo que se le propone desde la gran pantalla. Apelan al sentimiento más que a la razón. Lo hacen sentir como en un sueño. Con su estructura episódica y claramente marcada, con sus repeticiones, sus vueltas atrás y sus rimas, más relacionada con la lírica y la poesía que con el drama más o menos convencional. 

Sus imágenes y paisajes en cuya inmensidad se pierde el hombre (que recuerdan al mundo de Nuri Bilge Ceylan y en especial a Érase una vez en Anatolia) son atractivas sin ser estética y objetivamente bellas. Su utilización de la luz y de la niebla resultan mágicas. Sus palabras y sus reflexiones en torno a la existencia y la naturaleza humana son certeras y lúcidas, pero no apabullan. Sus sonidos y su banda sonora acarician y complementan, pero no condicionan. Y el humor de sus situaciones y de sus personajes (como ese grupo de perseguidores) actúan como contrapeso a la gravedad del tema tratado.

In Between Days parece querer condensar la búsqueda vital de todo ser humano, encontrar su sitio, su espacio y su forma de estar en el mundo, en unas pocas horas de la existencia de Davud. Y en poco más de hora y media de película lo consigue.