Que no es que nos haya poseído el espíritu del flamante y único Premio Donostia 2020 Viggo Mortensen y se nos haya ocurrido comentar la excelente película de David Cronenberg protagonizada por este actor y que inauguró el Zinemaldi de 2007. Pero es que las dos películas que vamos a comentar en este artículo están dirigidas por un debutante en la dirección de largos ruso con conexiones donostiarras y por un polaco que con su anterior película ganó los premios más importantes para cineastas debutantes de su país en 2018.

CHUPACABRA de Grigory Kolomytsev

El director es ruso. La historia transcurre en Rusia. Los personajes son rusos. Pero si uno se queda hasta el final de los créditos de la película, en este Zinemaldi por motivos de seguridad sanitaria es lo recomendado/obligado, descubre que también tiene mucho de donostiarra. Entre los logos al final de los mismos se ven el del propio Zinemaldi. Y el de Tabakalera. Y los de Ikusmira Berriak, Filmoteca Vasca y hasta Donostia2016, que aún sobrevive.

Y es que Grigory Kolomytsev ya participó en 2016 en la sección Nest con su corto Maria. Y en 2017 con I’m Stayin. Y este Chupacabras lo trabajaron en la cuarta edición del programa de residencias de Ikusmira Berriak en 2018. Y ahora le toca llegar a las pantallas del Zinemaldi dentro de la sección de NNDD.

El protagonista es Andrey, un niño de nueve años, que vive en las afueras de un pueblo al borde del mar y en un lugar muy cercano al medio de la nada. Sus padres están separados, su relación con ellos es más que conflictiva y su madre ha decidido que quiere enviarlo interno a un colegio. Su vida transcurre yendo de un lado para otro por los alrededores de la casa familiar, en un paisaje inhóspito entre ruinas de edificios, solo o en compañía de su amigo, mientras se saca unos rublos trapicheando con el reciclaje de botellas de vidrio.

Cuando un buen día aparecen unas gallinas muertas, el noticiero local las relacione con el chupacabras y se encuentre con un perro abandonado en la playa sólo es cuestión de dejar volar la imaginación infantil para establecer la relación.

Kolomytsev presenta con acierto al protagonista, su entorno y sus relaciones. Saca provecho de las localizaciones e introduce de forma sutil y ajustada referencias a los elementos fantásticos, mezclados con la imaginación infantil más relacionados con un sentido de la aventura que con el terror. Pero la poca entidad de su arco dramático provoca que a pesar de sus escasos 75 minutos la película una vez presentados los personajes, el punto de partida, el entorno y la atmósfera se quede narrativamente en punto muerto y que no encuentre un rumbo claro hacia el que avanzar.

I NEVER CRY de Piotr Domalewski

Tras ganar varios premios en su país con Silent Night, su ópera prima, el polaco Piotr Domalwski ha estrenado mundialmente en la sección de NNDD, I Never Cry, su segunda película en la que cuenta las aventuras y desventuras de Ola en Irlanda para conseguir repatriar el cadáver de su padre.

Ola es una joven polaca rebelde y con carácter de 17 años. Su padre está en Irlanda trabajando. Aunque su relación se limita a llamadas telefónicas esporádicas y el dinero que envía a su familia, le ha prometido que en cuanto se saque el carnet de conducir le enviará el dinero para comprarse un coche.

Sin embargo, todos sus planes saltan por los aires cuando su padre muere como consecuencia de un accidente laboral. Ola se desplaza a Irlanda para organizar la repatriación del cadáver de su padre y hacerse con el dinero para comprarse el coche. O al revés. Y allí descubrirá que va a ser más complicado de lo que tenía previsto. Deberá vérselas con el jefe y los compañeros de trabajo de su padre, empleados de funerarias y demás personajes, no todos con espíritu colaborador y/o desinteresado, y a través de esos encuentros mientras lucha con la burocracia y la búsqueda por encontrar el dinero para pagar el viaje irá descubriendo y conociendo quién era de verdad su padre.

Un camino de aprendizaje y madurez que le llevará a establecer un vínculo con su padre una vez fallecido, que a pesar de su punto de partida poco verosímil, compensan la fuerza interpretativa de su protagonista, la joven Zofia Stafiej, su tono realista y su buen pulso narrativo.

A diferencia de lo habitual en el cine más centrado normalmente en los problemas de la inmigración, en I Never Cry nos encontramos, aunque sea de forma indirecta, a través de los testimonios y de las experiencias de Ola, con las dificultades de la vida de los inmigrantes legales. Son ciudadanos de la Unión Europea, tienen papeles, pueden ganar dinero de forma legal, pero su vida a miles de kilómetros de sus países y de sus familias es difícil. Lástima los elementos melodramáticos que facilitan el vínculo emocional con la protagonista, desvíen el foco del trasfondo social, le hagan perder pegada y jueguen en contra de que la historia adquiera una dimensión más universal.

New Directors 2020