En una de las frases más célebres de Drácula de Bram Stoker (1992) que dirigió Francis Ford Coppola, el conde afirmaba que había recorrido océanos de tiempo para encontrar a su amada. Esta adaptación muy libre de La Bestia en la jungla de Henry James dirigida por el francés Bertrand Bonello plantea el recorrido inverso. En un futuro distópico cercano, en 2044, dominado por la inteligencia artificial las emociones humanas se consideran una amenaza. Para poder hacer carrera en su trabajo Gabrielle (Léa Seydoux) deberá purificar su ADN volviendo a sus vidas pasadas para reencontrarse con Louis (George MacKay) y superar sus traumas del pasado.
Ya en Casa de Tolerancia (2011) y en Zombi Child (2019), Bonello sugería el efecto de hechos del pasado en un presente con el que no estaban necesariamente relacionados. En Nocturama (2016) y en Coma (2022), los efectos de la tecnología en la sociedad actual. Pero La Bête es la primera incursión de Bonello en la ciencia ficción. Ambiciosa por su estructura de tres tiempos y tres líneas temporales. Y ambiciosa al manejar un concepto abstracto como la depuración del ADN, aunque si bien Bonello plantea un mundo dominado por la inteligencia artificial en el que las emociones humanas se consideran una debilidad, no desarrolla esta idea más allá del punto de partida necesario del film.
La Bête transcurre en tres tiempos y espacios: la alta sociedad del París de 1910, Los Angeles en 2014 y otra vez Paris en un futuro distópico en 2044. En cada uno de ellos una tragedia se cierne sobre la protagonista. O al menos ella lo siente así. Una gran inundación en 1910, el gran terremoto y la masculinidad tóxica en 2014 y la dictadura tecnológica en 2044. Tres amenazas que la atenazan y que la obsesionan y que condicionan la vida que le gustaría vivir. A través de un artilugio purificador, la protagonista viajará a sus vidas pasadas, a 1910 primero y a 2014 después con el objetivo de desbloquear sus traumas, purificar su ADN y convertirse en una ciudadana ejemplar para la sociedad de 2044.
Bonello, que compite por primera vez en su carrera por el León de Oro, estructura La Bête con dos grandes bloques temporales correspondientes a cada uno de los tiempos del pasado e inserta los acontecimientos de 2044 como arranque, punto de unión y final de la película. Una estructura clara y diáfana, pero que provoca también que La Bête se perciba como la suma de tres películas. Sus tres partes están rodadas en distintos formatos, distintos tonos y distintos estilos lo que dificulta la percepción de La Bête como una obra total. Se echa de menos un esfuerzo mayor de síntesis, el plantear un juego más consistente de referencias, de guiños, de interconexiones formales o de fondo entre las distintas partes que hubieran aligerado las casi dos horas y media de duración del film. La sección de 1910 y la de 2014 son muy distintas, pero también tienen muchas partes en común. Pero tal y como las plantea Bonello pueden resultar repetitivas. Sus partes pueden funcionar mejor o peor de forma independiente, las imágenes y los temas planteados puedes ser más o menos perturbadores, pero la suma de todos ellos no acaba de funcionar.
La Bête es una película romántica. Sobre el amor y los sentimientos. Pero el acercamiento de Bonello es frío y calculado lo que apela sobre todo, a la parte racional y analítica de sus espectadores por encima de las emociones.