El cine de Sofia Coppola V
«Mis películas no son sobre ser, sino sobre convertirse»,
Sofia Coppola
The Bling Ring (2013)
Después del éxito de Lost In Translation, las siguientes películas de Sofia Coppola, aunque no fueron un fracaso, no tuvieron el impacto esperado en taquilla. María Antonieta recaudó 61 millones de dólares con un presupuesto de 40 millones (el más alto que ha manejado la directora) y Somewhere obtuvo 15 millones con un presupuesto de 7 millones. Para su siguiente proyecto, The Bling Ring, Coppola se mantuvo en Los Ángeles y el entorno de las celebridades y, al igual que en María Antonieta, se inspiró en hechos reales para su guion: un grupo de adolescentes que robaban en las casas de famosos y miembros de la alta sociedad en Los Ángeles. Basándose en el artículo de Nancy Jo Sales de 2011 para Vanity Fair, Las sospechosas llevaban Louboutins, el guion de Sofia Coppola ofrece una versión ficcionalizada de las peripecias de esta banda de Calabasas, una ciudad conocida por ser hogar de celebridades del pop, cine, deporte y televisión, como Will Smith, Denise Richards, Jennifer Lopez y Marc Anthony, y más adelante, Justin Bieber o Kim Kardashian. Este grupo de adolescentes, atraídos por el glamour y el lujo de la fama, utilizaba Internet para planear sus robos en las casas de las celebridades cuando sabían que estaban vacías, sustrayendo más de tres millones de dólares en joyas, ropa, zapatos y accesorios de figuras como Paris Hilton y Orlando Bloom.
Tras su presentación en Un Certain Reagard de Cannes, la distribuidora A24, recién creada entonces, compró The Bling Ring. Su estrategia de lanzamiento logró la mejor apertura en taquilla para una película de Sofia Coppola en casi diez años. S
Sofia Coppola se pasa al formato digital
A estas alturas la estética del cine de Sofia Coppola está plenamente establecida y es fácilmente reconocible, aunque aporte variaciones en cada película. En gran parte de The Bling Ring se recrea en un brillante esteticismo que evoca los filtros de Instagram, simbolizando la era digital y la obsesión por la imagen que forman el eje de la película. Para lograr esta estética, que captura la esencia de la representación de los famosos y aspirantes a serlo en las redes sociales, Sofia Coppola, siempre defensora del celuloide, rueda por primera vez en digital. Harris Savides, que ya había trabajado en Somewhere, comparte los créditos de Fotografía con Christopher Blauvelt. Savides falleció durante la postproducción de «The Bling Ring», pero su toque se puede apreciar en la manera de la luz suave y los destellos, marca de la casa también en formato digital. Sofia Coppola aprovecha el contraste visual entre el deslumbrante Hollywood y el tedioso Valle de San Fernando para narrar visualmente la disparidad entre el glamour perseguido por los personajes y su monótona realidad suburbana.
El montaje, a cargo de Sarah Flack, que combina una variedad de medios y formatos -imágenes de informativos reales, pantallazos de ordenador, cámaras de seguridad, escenas que parecen sacadas de videoclips…- reflejando la naturaleza fragmentada y hiperconectada de la vida contemporánea. Una forma de sumergir al espectador en el bombardeo constante de imágenes y sonidos que definen la cultura de las celebridades y las redes sociales. No podemos olvidarnos del papel crucial que juega el meticuloso diseño de producción y vestuario en la narrativa. Algunos decorados hablan por si solos, como la casa de Paris Hilton -la real, no es un decorado aunque lo parezca-, con su exceso de personalización, que funciona como una metáfora de la mercantilización de la celebridad y el consumismo. La arquitectura siempre ha jugado un papel importante en la filmografia de Sofia Coppola, sirviendo como un reflejo de la vida de sus personajes. Las mansiones ostentosas de The Bling Ring, aunque no encierran a los personajes de la misma manera que los espacios en Lost in Translation o Maria Antonieta, continúan interactuando con la narración. La decisión, como hiciera en Maria Antonieta, de rodar en locaciones reales, como la mencionada casa de Paris Hilton, añade autenticidad a la representación de la extravagancia y el vacío de la vida de las celebridades además de añadir un poco de metacine a la película, algo que desarrollaremos más adelante. Si en Las vírgenes suicidas citábamos a os fotografos Bill Owens y Takashi Homma como influencia para representar la vida de los suburbios, ahora se cita a la fotógrafa Tina Barney y su obra Theater of Manners, como influencia para los interiores de Calabasas.
El uso de la música en The Bling Ring vuelve a ser, como no, brillante. La música en la película no solo ambienta las escenas, sino que también refleja y amplifica los estados internos de los personajes, sus deseos y su percepción alterada de la realidad, funcionando como el eco de sus fantasías de alcanzar un estilo de vida ostentoso y desenfrenado. Que las protagonistas, mientras conducen los Lexus y BMW que les han comprado sus padres y madres, canten a todo pulmón Bad Girls de M.I.A. o 9 Piece de Rick Ross, canciones sobre chicas malas o narcotraficantes, no solo resulta irónico y ridículo, sino también señala la falta de autenticidad con la que los personajes construyen sus identidades. Al adoptar la música asociada con la ostentación y el éxito, pero cuyos orígenes suelen estar en las historias de adversidad y lucha de comunidades más problemáticas que las suyas, los personajes se envuelven en una capa adicional de falsedad. También es cierto que al igual que los personajes de la película, las estrellas del rap interpretan roles, empleando artículos de lujo como parte de su vestuario, del mismo modo que lo hacen las celebridades víctimas del grupo. El Bling Ring está involucrado en estafas en múltiples capas, apropiándose del estilo de gánsteres y celebridades simultáneamente para modelarse a sí mismos como «chicas malas».
La formación de la identidad y la fama
Una constante de la filmografía de Sofia Coppola desde su cortometraje Lick The Star ha sido explorar la formación de la identidad propia, destacando que esta no se crea en soledad sino a través de las relaciones con otros. En películas como Las vírgenes suicidas, Maria Antonieta o, más adelante, La seduccion, ambientadas en entornos opresivos y exclusivos, la identidad se forma a través de la imitación y se fortalece por la conformidad, mientras que el individualismo surge a través de la rebelión y la desobediencia. Las películas de Sofia Coppola dramatizan estas dinámicas grupales: los individuos se definen en su relación con los demás y son a su vez definidos por la interacción social y la observación. Siempre hay interés en la apariencia, la identidad y la vigilancia.
Matizando aún más, en cierta manera, casi todas sus películas abordan la fama y sus dinámicas. Desde los adolescentes de una urbanización fascinados por las hermanas Lisbon, hasta la pandilla de The Bling Ring obsesionada por Paris Hilton, pasando por el interés que despertó la llegada de María Antonieta a la corte francesa, o el retrato del día a día de una estrella que vemos en Somewhere o en Lost in Translation. Sofia Coppola examina cómo el público y los medios están fascinados por figuras famosas -aunque sea una fama de nivel local- y cómo esta atención afecta sus vidas privadas y públicas. La idea central no es solo que la fama construye una imagen pública que a menudo no refleja quiénes son estas personas en realidad, sino que además la identidad de las celebridades se forma tanto por cómo se ven a sí mismas como por cómo las perciben los demás. Las películas de Sofia Coppola sugieren que la manera en que nos formamos como individuos es un proceso continuo y que otras personas crean su propia versión de quiénes somos, sin importar lo que intentemos proyectar. La fama y la imagen pública de las celebridades son construcciones que dependen de cómo la sociedad decide verlas y valorarlas. Estas celebridades, a su vez, reflejan las expectativas y roles que la sociedad nos asigna, y que usamos para entender nuestras propias vidas y las de los demás. Se crea así un bucle perverso.
La celebridad y el metacine
Sofia Coppola incorpora a famosos reales como Paris Hilton o Kirsten Dunst en The Bling Ring, para que hagan cameos de sí mismas. Una manera de mostrar cómo la fascinación por la fama permite que la imagen pública invada el espacio privado. Es evidente que Coppola es consciente de lo que implica esa imagen pública en sus elecciones de casting. Por ejemplo, hay algo meta en que Bill Murray interprete a un actor en declive en Lost in Translation, en un momento en que parecía que sus mejores años habían quedado atrás, su presencia como persona pública llevaba algo de eso implícito. Sin embargo, para el papel de protagonista de Somewhere, prefirió a Stephen Dorff, un actor que no había alcanzado el grado de celebridad que sus comienzos auguraban y que, desde luego, no era tan famoso como el personaje que interpretaba, proporcionando un lienzo más adecuado para pintar sobre él los rasgos del personaje, que si hubiera escogido un actor más popular y del que el espectador ya tuviera una imagen preestablecida.
En The Bling Ring, el casting está formado mayoritariamente por actores en ese momento desconocidos, al inicio de sus carreras en Hollywood, interpretando a personajes que también buscan la fama. Incluso los dos nombres más conocidos entre los jóvenes, Emma Watson y Taissa Farmiga, representan a dos perfiles que buscaban reivindicación: Watson quería dejar atrás la imagen de «Hermione, la de Harry Potter» y ser tomada en serio como actriz, y Farmiga buscaba dejar de ser «la hermana de Vera Farmiga» y ganarse un nombre propio.
La propia celebridad de Sofia Coppola, siendo la hija de Francis Ford Coppola antes incluso de dirigir su primera película, ha afectado los juicios sobre su obra. Hay quienes afirman que, como creció rodeada de celebridades, solo cuenta historias sobre eso , sin ver que en realidad está usando sus experiencias, como hacen todos los artistas, para mostrar algo más. Algunos críticos piensan que Sofia Coppola solo se proyecta a sí misma en sus películas y que su éxito se debe más a su apellido famoso que a su talento. Ella es consciente de eso y en los títulos de apertura de The Bling Ring muestra un collar con las palabras «Rich Bitch» (Perra Rica) justo cuando aparece su nombre como directora, como si se autocriticara o, más bien, como si se burlara de lo que la gente piensa de ella por ser famosa desde su nacimiento.
Una historia que se cierra sobre sí misma
Sofia Coppola no juzga ni condena a sus jóvenes protagonistas, más bien muestra cómo la ausencia de modelos positivos a seguir y la facilidad de acceso a la vida de las celebridades pueden seducir a los adolescentes hacia el robo y la imitación de un estilo de vida ajeno. Muestra la delgada línea entre la admiración y la transgresión desde la perspectiva de quienes aspiran a ser parte de ese mundo glamoroso. El lujoso entorno de los alrededores de Los Ángeles, con sus bienes de lujo, altísima costura y mansiones desprotegidas, no solo sirve de escenario para los robos, sino que también simboliza la desconexión entre las celebridades y la realidad cotidiana, reforzando la noción de que las celebridades, confiadas en su burbuja de privilegios, son vulnerables a quienes desean fervientemente formar parte de su mundo.
La banda de The Bling Ring no busca enriquecerse, sino transformarse en las imágenes de sus ídolos a través de la posesión y exhibición de bienes asociados con ellos, bienes que a menudo abandonan una vez que han sido mostrados y exhibidos. En su intento por acercarse a sus ídolos, se convierten en una versión distorsionada de las celebridades, utilizando las redes sociales para proyectar una imagen de éxito y pertenencia a ese mundo exclusivo. Los personajes actúan, en palabras de Sofia Coppola, como si tuvieran «una audición todo el tiempo». A medida que los personajes se adentran más en este estilo de vida ilusorio, se enfrentan a la realidad de que pueden compartir local con Paris Hilton o Kirsten Dunst; pero realmente nunca formarán parte de esos elitistas círculos. Una representación de eso es como miran desde las mansiones de Calabasas miran las luces de Los Ángeles al fondo. El sueño sigue estando lejos.
La eventual captura del grupo y las ligeras consecuencias de sus acciones subrayan la crítica de Sofia Coppola a una sociedad que, en última instancia, permite y hasta celebra este tipo de comportamientos. La pélicula es el ¿último? capítulo de una historia que se pliega sobre si misma. El difundir en las redes sociales fotos con los objetos robados, imitando las poses y tácticas de promoción de las celebridades que admiraban, es una de las razones que los llevan a ser arrestados. Sin embargo, la detención aumenta su popularidad, colocándolos en el mismo plano mediático que sus víctimas. Primero destacando en los medios de comunicación durante el juicio y más tarde a través de entrevistas, incluida la de Vanity Fair que inspiró el guion de Sofia Coppola. La banda de The Bling Ring, termina por ser representada por actrices en esta película y completa el ciclo: empezaron imitando a las celebridades, ahora son imitadas por las actrices de Hollywood. Este concepto se refleja perfectamente en la escena final, cuando Nicki (interpretada por Emma Watson) mira directamente a la cámara y nos invita a seguirla en su sitio web, nickimooreforever.com.
Marc y la fama por una razón equivocada
El problema de esta fama obtenida por motivos equivocados lo representa muy bien el personaje de Marc (interpretado por Israel Broussard) quien destaca por ser el único chico del grupo. Marc es nuevo en la escuela y pronto sufre un aislamiento social marcado por una ambigüedad sexual que Coppola maneja con gran sensibilidad. La amistad de Marc con Rebecca se inicia gracias a la admiración y conocimiento compartido de la moda y las celebridades, pero su vulnerabilidad lo convierte en alguien sometible por la influencia de su nueva amiga. Marc es uno más de esos jóvenes que buscan definirse a sí mismos -con la ansiedad y auto-rechazo propios de esa edad- en una era dominada por la imagen y las redes sociales.
El papel que la moda juega en la autodefinición de Marc es crucial. Inicialmente va vestido como cualquier chaval del instituto, tratando de encajar sin llamar la atención; pero su transformación a través de la ropa robada y la aprobación de sus amigos muestra cómo los objetos materiales se convierten en herramientas de autoexpresión, pero también en cadenas que lo atan a un ciclo de validación externa. En escenas como en la que modela para sus amigas en la mansión de Paris Hilton, combinando stilettos rosas con una bufanda de leopardo, Marc experimenta con la identidad de género y la autoafirmación de una manera juguetona pero que no puede ocultar que es, a la vez, profundamente triste porque subraya su soledad y su búsqueda de aceptación. Los momentos de Marc solo en su habitación, especialmente la secuencia en blanco y negro donde baila frente a la cámara de su portatil contrastan con la representación vibrante y saturada de la cultura de celebridades. No solo destacan estilísticamente, también lo hacen porque ofrecen un momento de introspección en una película centrada en la superficialidad.
Finalmente, su arresto y la siguiente notoriedad en las redes sociales completan su transformación de un adolescente inseguro a una «estrella», como le dice su abogado. La fama que alcanza, lejos de ser el resultado de logros personales o talento, es una manifestación de su participación en el robo y la transgresión, subrayando la inversión de valores en la sociedad moderna. Finalmente, su identidad sigue siendo definida por lo que ven los demás. «Recientemente tuve 800 solicitudes de amistad en mi página de Facebook, las acepté todas, ni siquiera las miré, luego noté que alguien había creado una página de fans para mí. Si hubiera sido por algo que hice para ayudar a la comunidad o beneficiar algo me encantaría, pero es un poco incómodo para mí que estas personas me amen por algo que es mal visto en la sociedad…«
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