Cuando, hace años ya, Diego Vasallo comenzó a cantar con voz ronca y áspera no fuimos pocos los que nos quedamos descolocados. No sé si por la novedad o por una excesiva presencia que no acababa de casar con la música, seguramente por una mezcla de ambas. El caso es que Diego siguió con su peculiar forma de cantar -a veces casi recitar- y las piezas fueron encajando en su sitio. Su voz cavernosa, ahora, encaja como un guante en sus composiciones y es parte fundamental de su sonido.
A Mikel no le hace abusar de la carta de la nostalgia porque en su caso es un plus y no la base del concierto. La base son las canciones, una cuidada puesta en escena y la actitud. Mikel sabe que el respeto al show empieza desde el cuidado de la estética, que el directo también vive de eso.
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