Más allá del espectáculo musical, la noche fue también un recordatorio de lo importante que es la labor de quienes lo hacen posible. Dabadaba y Bloody Mary llevan años sosteniendo la escena local, trayendo a Donostia propuestas internacionales de primer nivel y cuidando los espacios donde la música sigue teniendo algo de ritual.
Fue un buen concierto. No perfecto. No especialmente sorprendente. Pero bueno. Porque Cullum, incluso cuando repite fórmula, sabe cómo hacer que funcione. Y eso, en una noche en la que no todas las piezas encajaron del todo, no está nada mal. Porque al final, lo que cuenta es que la gente salió contenta. De pie. Bailando. Con una sonrisa. Y en eso, Jamie Cullum sigue siendo un fuera de serie.
Quizá tras este concierto entiendo un poco mejor aquella frase de C. Tangana en su película: “Los modernos le tratan de moderno, pero los gitanos le tratan de gitano”. Al final, Yerai Cortés es simplemente alguien que hace música con el corazón. Y eso —flamenco, moderno o lo que sea— se nota. Y emociona.
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