The Innocent es una película que de entrada desconcierta. Básicamente porque cambia de género y de trama principal cada 10 minutos. Empieza con la historia que podemos identificar rápidamente como una mujer atormentada, atrapada en una familia ultracatólica, con misa sectaria y marido de amabilidad fingida. La cosa ya empieza a descolocar cuando la misma mujer es la trabajadora de una clínica de investigación que hace experimentos con monos de carácter avanzado, casi ciencia ficción. Por otro lado, una historia de crimen del pasado, y de un amante que vuelve de la cárcel en extrañas circunstancias. Cuando uno ya tiene problemas para unir estas subtramas, aparecen escenas bizarras como la de enterrar el fiambre -no es jerga, es literal, el fiambre- y ver luces casi extraterrestres en el cielo. Hay exorcismos, milagros… ¿Pero qué estamos viendo?
Aquí hay dos cosas a tener en cuenta. Por una parte, quizá su director, Simon Jaquemet, puede tener una imperiosa necesidad de huir, precisamente, de eso que decía al principio: una historia que podemos identificar rápidamente. Por otra parte, es posible que nos quiera transmitir la desorientación del personaje protagonista, que obviamente sufre algún tipo de trastorno cercano a la esquizofrenia. Un trastorno que en lugar de ser tratado por profesionales de la medicina, se deja al mal cuidado de una comunidad ultracatólica con tintes de secta donde el individuo está alienado en detrimento de esta comunidad. Uno de los momentos más expresivos es esa imagen de mar abierto en plena tormenta a la que la protagonista llega solo a través de su mente.
Los recuerdos del pasado, encarnados en la imagen de su amante muerto; y sobre todo, la necesidad de escapar de esa familia de doble moral. Esta película nos habla, muy a su manera, de los males interiores de la protagonista. Recuerda, en este sentido, a la reciente Thelma, donde la represión moral de la familia provocaba un comportamiento de resistencia agresiva en la protagonista. Aquí, la madre que a duras penas acepta esa vida para sí misma, termina de estallar cuando ve que su hija puede sufrir las consecuencias.
La manera en la que la película escenifica toda esta situación es atípica y valiente, pero también abusa de la excentricidad. Es fácil desconectar y se puede perder el interés por el conjunto aunque tenga muchas escenas que por separado captan la atención. La citada escena del mar abierto y toda la secuencia que la contiene; la escena de sexo en la tienda india; algunos momentos de falsos exorcismos. La cierta solvencia del reparto ayuda. Queda, al mismo tiempo, una cierta sensación de que vale todo y de que no termina de estar bien resuelta la ambigüedad enfermedad – fantasía.