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Dormir bajo las estrellas. Sentir el viento a galope y ser libre. Elegir tu propio destino. Ser dueño de tus botas, tu caballo, tu sombrero y poco más. Ah sí, y tu revolver. Dueño de tu propia ley. ¿Romántico? No, es una mierda.

Dormir a la intemperie, entre arañas y osos, y el mayor depredador de todos, el ser humano, por el que siempre conviene dormir con una mano en el revólver. Podría ser peor, podría llover. Una lona y a dormir en el suelo mojado. Jacques Audiard consigue transmitir esa inseguridad, incomodidad, peligro y el dolor de ser portado como un fardo por un caballo  cuando estás enfermo o de resaca. Una vida de mierda la de los forajidos. ¿Elegir tu propio destino? Más te vale elegirlo bien y que haya recompensa. Y que no se te cruce en el camino otro tipo que dispare primero. La pericia de unos famosos forajidos desmitificada, convertida en el maravilloso don de no dudar en disparar a la cara a un enemigo de rodillas.

Audiard comienza con una secuencia nocturna estupenda. No vemos mucho más que los fogonazos de los disparos, que iluminan un escenario naturalmente oscuro. Y eso es una emboscada de los Sisters. No es una perfecta estrategia y una puntería certera. Es entrar, con algo de instinto, eso sí, a tiros en un entorno en el que apenas distingues a quién matas. Es el caos y la suerte, la valentía y la determinación. La misma que convertía al mítico William Munny en un enemigo terrible a pesar de no ser el mejor tirador. Los hermanos Sisters no están edulcorados, no son “malos pero”. Son unos malnacidos dispuestos a llevarse por delante a quien mande el pagador. Y sin embargo, conectas rápido con ellos porque no hay crueldad, solo es el tigre hincando el diente a su presa. La ley de la selva. La ley del Oeste.

No es un simple retrato de una época. En esa ley del Oeste hay una significación que recoge el capitalismo más salvaje. Una época y lugar en el que el individualismo y el laissez faire son extremos. La ley es un espejismo. Vemos como Charlie, el personaje interpretado con el indómito carisma de Joaquin Phoenix, el hermano más salvaje, saca sin pudor su revólver de borrachera y se pone a disparar. El otro hermano, Eli, interpretado con más paz interior por John C. Reilly -productor e impulsor principal de la película- representa a un tipo de capitalismo menos voraz, más templado. Las tensiones entre ambos se pueden entender, por tanto, como un debate sobre el tipo de capitalismo. Entre ese salvaje que vive al límite y es consecuente hasta el final con su propia premisa; o aquel que es consciente de que llevado al extremo nada funciona bien y quiere algo que le dé cierta estabilidad, cierto bienestar, incluso renunciando a su rabiosa libertad de hacer lo que le venga en gana en cada momento. Eli quiere otra vida y esto se expresa de forma muy clara, además de por sus palabras explícitas, por el interés por su último descubrimiento: el cepillo de dientes.

Es Eli el que alerta, en la floreciente ciudad de San Francisco, que el hotel es obscenamente caro. A Charlie, sin embargo, le trae sin cuidado, es parte del juego, si puedes pagarlo, adelante, no le hables de burbujas. San Francisco se presenta como una urbe absolutamente contrastada con la vida a la intemperie. Un país a dos velocidades. El lujo y la nada separados por unas cuantas millas. Una época de extrema desigualdad -hacia la que hoy en día caminamos de nuevo. Y en ese caldo de cultivo es en el que nacen las nuevas ideas socialistas. Aquí, la representación del personaje es mucho más explícita. Hermann, interpretado por Riz Ahmed, es un idealista convencido que quiere montar una comuna con el dinero que saque con su fórmula casi mágica para encontrar oro. Por supuesto, Eli, el capitalismo no demasiado convencido, escuchará con interés lo que este idealista propone. Es también importante esa fórmula, como metáfora de la innovación científica, tan propia de una época al final de la revolución industrial -que precisamente había propiciado la desigualdad y la desruralización que en América lleva más tiempo. Esa misma revolución industrial que potencia el capitalismo y que, finalmente, de manera indirecta -o por reacción- provoca el surgimiento de ideas socialistas. La clave, en ambos casos, es la manera en la que se usa esa tecnología y para quién/qué serán los beneficios. Esta es la variedad que nos muestra la película a través de sus personajes. Es fórmula casi mágica para conseguir dinero, con efectos realmente nocivos (el desastre ecológico habitual en el XIX), también nos puede hacer pensar en los recientes artefactos financieros que han generado una crisis terrible. Pozos de ambición de Paul Thomas Anderson haría una buena pareja con esta, una especie de secuela de medio siglo después.

Más allá de todo el contenido de fondo, The Sisters Brothers es una película de aventuras. Toda la parte inicial tiene un ritmo impropio del western. Es ágil y ligera, la música se aleja de la épica de las grandes llanuras y podría ser idónea para una peli de robos cool. Montaje brioso. Muchas veces se obvian las escenas de duelos clásicos. A veces pasándolo rápido con secuencias de escenas cortas, como en la recta final en la que son acosados pero no necesitamos la resolución de cada escena, consiguiendo transmitir la idea de huída constante, en un estilo ligero, casi de cómic. Por otra parte, dejando fuera de plano algunos duelos que en otro tipo de western sería climático. No solo es una variación del western clásico, también es algo muy diferente del spaghetti western que ralentizaba esos momentos y los cargaba de dramatismo. En este caso es lo opuesto. Lo que sí coincide con ese subgénero es en la moral distraída de los protagonistas y en que está, en parte, rodado en España.

Los hermanos Sisters

Media Flipesci:
7.7
Título original:
The Sisters Brothers
Director:
Jacques Audiard
Actores:
Jake Gyllenhaal, Joaquin Phoenix, Riz Ahmed, John C. Reilly, Rutger Hauer, Carol Kane, Creed Bratton, Duncan Lacroix, Niels Arestrup, Jose M. Pinilla
Fecha de estreno:
10/05/2019