Disney+ estrena ‘The Beatles: Get Back’, una forma de sepultar ‘Let It Be’

Disney y Apple Corps. (la compañía que gestiona todo lo relacionado con el cuarteto de Liverpool, que nada tiene que ver con la fundada por Steve Jobs) anunciaron hace unos años el lanzamiento de The Beatles: Get Back dirigida por Peter Jackson. Un documental a partir de las cientos de horas de grabación de otro documental, el Let It Be que dirigió Michael Lindsay-Hogg en 1969 durante las sesiones de preparación y grabación del disco del mismo nombre. Un documental que apenas ha podido verse, que nunca se ha reeditado, que siempre ha sido maltratado por The Beatles y que ahora, parece, va a ser sepultado por este The Beatles: Get Back como el relato oficial de aquellos días.

Así que vamos a recordar qué fue el documental Let It Be. Para saber qué fue, primero hay que saber que es lo que querían que fuera.

¿Qué iba a ser Let It Be?

En 1969 The Beatles se embarcaron en un ambicioso proyecto con la idea de retomar la ilusión y las ganas de tocar juntos tras una época de tensiones personales. El proyecto consistía en rodar una película documental que mostrará los preparativos y ensayos de Get Back, un nuevo disco que se presentaría y se grabaría en directo, en su primer concierto en tres años. Un regreso a sus orígenes musicales, sin tanta producción y efectos de estudio -un sonido más “honesto” según Lennon-, acompañado de un regreso a los escenarios para el que barajaron grandes y extravagantes localizaciones como el Coliseo Romano, el Desierto de Túnez o un trasatlántico lleno de fans. McCartney estaba convencido, y Lennon lo apoyaba, que esa era la forma de recuperar la chispa. Los ensayos se harían en los Twickenham Studios de Londres, para que pudieran ser filmados sin problemas.

Nada salió como estaba previsto.

Los Twickenham Studios eran fríos e incómodos. Tras una discusión, se abandonaron y decidieron seguir en los estudios que tenían los Beatles en el sótano de sus oficinas. El gran concierto multitudinario se descartó y se convirtió en uno casi improvisado en la azotea de sus oficinas, porque de alguna manera había que acabar la película y los inversores empezaban a ponerse nerviosos. El disco no se llamó Get Back, sino Let It Be y de la idea de un sonido directo y honesto, se pasó a una controvertida producción de Phil Spector llena de arreglos orquestales y coros. En lugar de un estímulo para que la banda cogiera impulso fue el comienzo de una serie de disputas que lo convirtieron en el último disco de The Beatles en ser publicado.

Por otro lado, la película documental se llegó a estrenar, aunque lo hizo un mes después de que Paul McCartney anunciase que abandonaba el grupo y desde entonces ha sido maltratado sistemáticamente por los integrantes de The Beatles y las personas que explotan su legado. Apple Corps gestiona de una manera muy cuidada, todo el material disponible y cada poco tiempo pone en el mercado diferentes recopilatorios, tomas inéditas, remasterizaciones, remezclas, directos, reediciones acompañadas de exquisitos libretos, libros, documentales… todo lo que pueden rescatar de las sesiones de grabación, ensayos, entrevistas, actuaciones, textos, todo excepto el documental Let It Be. Da la sensación de que The Beatles no quieren que se vea esa película.

Para entender por qué The Beatles se embarcaron en este proyecto y por qué no funcionó, conviene saber que había ocurrido los años anteriores, unos años repletos de cambios.

El fin de las giras

En 1966 The Beatles habían abandonado las giras y los conciertos en directo. Hay una leyenda urbana que dice que fue porque no había equipos lo suficientemente potentes para los conciertos que daban y, como casi todas las leyendas urbanas, tiene algo de cierto y bastrante de exageración.

Es cierto que los cuatro tenían problemas para escucharse a si mismos en el escenario debido al griterío del público. Es cierto que el equipo que llevaban durante su gira americana de 1965 era ridículo para los aforos que tocaban. En el Shea Stadium de Nueva York de 1965, en el concierto al aire libre con más aforo realizado hasta la fecha, el precursor del rock de estadios de hoy en día, los cuatro de Liverpool tocaron con unos amplificadores especiales Vox de 100w. Para que pudiera escucharse por todo el estadio se enchufaron a las columnas de megafonía del estadio (diseñadas para dar avisos y anuncios, no para poner música) con altavoces de 25W. Un horror de sonido (que dio paso a otra leyenda urbana de que The Beatles eran malos músicos de directo).

También es cierto que las casas de equipos de sonido se pusieron las pilas porque enseguida vieron que ahí había un negocio y empezaron a diseñar amplificadores y altavoces para dar grandes conciertos. Los propios Beatles tocaron con un equipo muchísimo mejor en 1966 en el Shea Stadium como cuenta muy bien en este vídeo José Martí Faus.

Así que, aunque las condiciones técnicas no ayudaban, no fueron la causa de su abandono de las giras. El estrés, el miedo y el cansancio, sí. The Beatles eran las personas más famosas del planeta y miles de personas les seguían allá donde fueran. Había que movilizar a miles de policias para escoltarlos y las brechas de seguridad se convertían en temas políticos -por ejemplo, el ministro de asuntos exteriores británicos tuvo que responder a una pregunta en el parlamento sobre un incidente en los alrededores de la embajada británica en Washington en la que una admiradora cortó un mechón de pelo de Ringo-. Todos querían aprovecharse de su fama: promotores, empresarios o políticos deseando captar voto joven. Imelda Marcos montó un escándalo diplomático al sentirse desairada cuando el grupo no acudió a una recepción tras un concierto en Manila, les quitó el dinero del concierto y les hizo abandonar el país casi sin protección mientras gritaba a los cuatro vientos que The Beatles habían ofendido a Filipinas. En el sur de Estados Unidos se organizaron quemas de sus discos y el Ku Klux Klan les amenazó a raíz de unas declaraciones descontextualizadas de John Lennon en las que afirmaba que en ese momento eran más populares que Jesucristo.

Tras cuatros años girando sin parar, logrando un éxito tras otro, The Beatles decidieron parar. A partir de ahí tuvieron más tiempo para probar cosas en el estudio, experimentar otros sonidos y su música evolucionó hacia unas producciones bastante más elaboradas y difíciles de llevar al escenario en aquellos tiempos.

Hombres de negocios

Brian Epstein, el “descubridor” y manager de The Beatles desde sus comienzos murió en agosto de 1967. Además del golpe emocional, la muerte de Epstein forzó a que los cuatro -John,Paul, George y Ringo- tomaran el control no solo de la parte creativa de The Beatles, sino también de la económica. Fundaron Apple Corps, un conglomerado de empresas para gestionar los intereses de la banda. Desde las grabaciones, a los derechos de autor pasando por una división de electrónica, una productora de cine o una boutique además de, por supuesto, su propia discográfica, a la postre prácticamente la única división que no generó unas pérdidas escandalosas. La mayor parte de los proyectos que emprendían eran un sonoro fracaso y se iban comiendo las escandalosas ganancias de las ventas de sus discos y royalties. Hay que recordar que ya no ganaban dinero con las giras porque las habían abandonado.

Los cuatro adolescentes de Liverpool desvergonzados y despreocupados ahora eran unos hombres de negocios que no sólo quedaban para ensayar, componer o pasárselo bien; ahora también había que firmar contratos, tomar decisiones empresariales y responder ante inversores.

Cambios personales

Personalmente los integrantes de The Beatles también están en época de cambios. Ringo se casó en 1965 con Maureen Tigrett y tuvieron a sus hijos Zak y Jason en 1965 y 1967. George Harrison se casó en 1966 con Pattie Boyd en 1966. A finales de 1968, Paul McCartney empieza su relación con Linda Eastman, con la que se casará en marzo de 1969, un par de meses después de acabar la grabación de Let It Be. En ese momento Linda tenía una hija de un matrimonio anterior y está embarazada de su primera hija con Paul. John Lennon, por su parte, se ha divorciado de su primera mujer y está totalmente volcado en su relación con Yoko con quien se casará en Gibraltar apenas un par de semanas después de la boda de Paul.

Sus prioridades también van cambiando, se acercan a la treintena y ya no son los adolescentes de los primeros discos. Ringo se ha vuelto casero, le encanta la fotografía y el vídeo y quiere probar suerte como actor. George ha descubierto las religiones hinduistas y la meditación trascendental. John está muy volcado en su labor de activista junto a Yoko. Paul comienza a desarrollar una visión empresarial mucho más marcada que la de sus compañeros. Básicamente, como en cualquier cuadrilla de amigos, han ido creciendo y encontrando distintos caminos. Hasta entonces las experiencias eran mucho más compartidas. Compartían prácticamente todo, convivían casi a diario, ya no.

En lo que respecta a la parte musical la banda venía de grabar el primer disco publicado bajo el sello de Apple Records, The Beatles, más conocido como The White Album (El álbum blanco) por el color de su portada. Un doble LP que les costó casi cinco meses grabar, el que más de su carrera. Dedicaron una media de 30 horas a cada tema. Gran parte de las canciones las realizó cada miembro por separado mientras los demás estaban en otras salas trabajando en otros temas. En la grabación de The White Album por primera vez funcionaron más como músicos de estudio a servicio de quien dirigiera la canción que como un grupo musical. Entre sesión y sesión iban a firmar algún contrato o a alguna reunión de Apple Corps. La grabación les dejó exhaustos y aburridos.

¿Qué ocurre en Let It Be?

Así que, a finales de 1968, John, Paul, George y Ringo ya no se divertían siendo The Beatles. Se había convertido en un trabajo, en una rutina, ya no les excitaba y, por eso, se embarcaron en el proyecto de Get Back (que acabaría llamándose Let It Be). Buscaban un regreso a los orígenes. La idea fue de Paul, pero a John le sedujo. De hecho él propuso la foto de portada: una réplica de la foto de su primer disco en las escaleras de EMI. Finalmente se usó otra y esa foto se utilizará, años más tarde, en el recopilatorio 1967-1970

La película Let It Be fue dirigida por Michael Lindsay-Hogg, responsable del Rock And Roll Circus de los Rolling Stones y de varios vídeos musicales para The Beatles. Originalmente la idea era rodar un especial de televisión y se rodó en 16mm; pero más tarde se pensó en proyectarlo en salas de cine y se ampliaron los 16mm a 35mm, perdiendo mucha calidad de imagen. En el proceso se estropeó gran parte de la zona inferior del negativo. Por si fuera poco cambiaron la relación de aspecto del 4:3 televisivo de entonces (las teles casi cuadradas) a uno más alargado para el cine (1,37:1), con lo que tuvieron que recortar para reencuadrar las tomas.

El primer montaje que Lindsay-Hogg presentó duraba tres horas y media, fue rechazado por el grupo. La segunda versión, la que se estrenó en salas, duraba tan solo hora y veinte. Una apuesta bastante arriesgada y poco comercial, un documental observacional sin ningún tipo de texto contextualizador, presentador o voz en off.

El concepto de documental es bastante radical porque la descontextualización es absoluta. Damos por hecho que todo el mundo conoce a The Beatles, y más en 1969; pero ¿qué hacen ahí? ¿Dónde está “ahí”? ¿Por qué cambian de sitio más tarde? ¿Quienes son esos señores junto a ellos? ¿Y ese músico negro? ¿Por qué suben a tocar a la azotea?

Los fans, por lo menos muchos, saben que ese lugar tan espacioso con las paredes iluminadas de colores donde comienza el documental son los Twickenham Studios, un plató de televisión donde podían ser grabados sin problemas. Un lugar que abandonaron cuando George Harrison, hastiado, abandonó el grupo y se negó a volver a no ser que renunciasen a seguir ensayando allí y al superconcierto final. Los demás, cansados de tener que ir hasta allí temprano, del frío que hacía en un espacio tan grande y de las incomodidades del lugar, accedieron encantados.

Decidieron ir a los nuevos estudios que acababan de instalar en sus oficinas bajo las instrucciones de Yannis Alexis Mardas, Magic Alex, un amigo de Lennon al cargo de Apple Electrics (la división de electrónica de Apple Corps. Un auténtico sumidero de dinero). Ahí empezaron a darse cuenta de que Magic Alex en realidad era un estafador. En lugar de las 72 pistas prometidas había 16 pistas; pero sin insonorización, sin intercomunicador (para qué si no estaban insonorizados), sin una bahía de conexión para instalar el cableado entre la sala de control y los 16 altavoces, sin apenas potencia, que Mardas había fijado al azar en las paredes. La mesa de mezclas era totalmente inservible y era más producto de atrezzo. El grupo tuvo que llamar a George Martin (hasta entonces productor de todos sus discos) para que le sacara del problema alquilando a EMI dos equipos de cuatro pistas y montando un estudio rápidamente.

El músico negro que aprece es Billy Preston, a quién The Beatles conocían desde los primeros años del grupo. En ese momento estaba tocando con Ray Charles en Londres. George Harrison fue a buscarle y le pidió que fuese a tocar con ellos. George sabía que La presencia del virtuoso Preston estimularía a los competitivos John y Paul. Además afirmaba: “¿sabes cuando la gente se porta bien delante de un invitado? No quieren que todos sepan lo cabrones que son. Pues por eso llevé a Billy. Ya pasó lo mismo cuando llevé a Clapton en las sesiones del White Album”

El concierto de la azotea, el famoso concierto de la azotea. Una vez descartado el gran concierto necesitaban un final para la película. ¿Cuál? A alguien se le ocurrió lo del tejado, nadie terminó de rechazarlo y se hizo. A McCartney y Ringo les hubiera encantado que les detuvieran, “un gran final para la película”, pero solo les hicieron bajar el volumen pasado un buen rato.

Nada de esto se explica en la película. Se podría decir que realmente todo eso no importa y que lo que importa es ver a esos cuatro amigos intentando recuperar la magia del pasado. A veces lo consiguen, sí. Hay momentos en que la chispa surge porque a los cuatro les sigue gustando tocar y se lo pasan bien haciendo. Es una gozada ver a McCartney gritando eufórico «GOOD MORNING!!!» tras una buena toma de I’ve Got a Feeling, a Harrison ayudando a Ringo a componer Octopus’s Garden al piano, sonriendo complice a George Martin que les escucha atento y a un Lennon que cuando llega y les ve corre a tocar la batería para acompañarlos, a Lennon y McCartney compartiendo micrófono en un ensayo de Two Of Us que acaba con el último imitando a Elvis, o a Harrison riéndose ante las improvisaciones de Lennon en Dig It.

La tristeza del documental o quizá la de los espectadores

Claro que, por otro lado, sabemos cómo acaba la historia. Sabemos las discusiones previas, los excesos de Lennon, la tirantez que provoca la presencia de Yoko, los litigios por el control de la compañía que se iniciarán apenas unas semanas después del concierto de la azotea. También sabemos que discutirán por cómo debe producirse el disco y que les dará tantos problemas que Abbey Road, un disco grabado después, se publicará antes. Abbey Road, el último disco que grabaron juntos y en el que la situación era tan tensa que decidieron firmar una tregua y hacer una cara según los criterios de John y la otra según los de Paul. Juntos pero no demasiado revueltos.

Sabiendo eso es inevitable ver con cierta tristeza algunos momentos de la película. Hay un momento, por ejemplo, en el que Harrison canta I, Me, Mine, una canción sobre el ego con ritmo de vals. John baila ostentoso con Yoko por todo el estudio. De no saber nada esta imagen podría ser alegre, de un amigo disfrutando de la música del otro; pero sabiendo lo que sabemos es fácil pensar que el ego de I, Me, Mine tiene como destinatarios a sus compañeros de banda y que el baile de John es una forma de hacer ver que la cosa no va con él, que prefiere estar con Yoko que trabajando en la banda. El significado está en los ojos del espectador, sobre todo en una apuesta formal tan descontextualizada como la de Let It Be.

Otra escena famosa es una discusión entre Paul y George. En realidad no es gran cosa, no se levantan la voz aunque se mastica la tensión. También es cierto que no creo que haya local de ensayo, ni lugar de trabajo, que no vivan una situación parecida todos los meses. De nuevo es saber lo que sabemos, que George se enfadará tanto que dejará The Beatles unos días, lo que potencia esa escena.

Yoko, siempre Yoko. Impertérrita al lado de John, inmutable (aunque sabemos que participó, opinó e incluso cantó (o eso que ella hacía) en alguna sesión). Quién mejor que ella para representar la tensión entre ellos; pero de nuevo por lo que sabemos que por lo que vemos. Extraña que sea la única persona ajena a la banda siempre presente, representa físicamente lo que comentábamos al principio del artículo, que ya no eran unos adolescentes que solo pensaban en el grupo. Ahora son adultos con familias. Pero no hay ni una mala cara, ni un comentario negativo, ni una mirada extraña de ninguno hacia Yoko. La tensión que provoca su presencia viene más de lo que sabemos los fans, que de lo que se muestra.

Yo creo ver la cara de aburrimiento de John cuando Paul le está soltando una perorata sobre los problemas de la banda. Me parece sentir el hastío de todos tocando Maxwell Silver Hammer y muchas veces tengo la sensación de que la banda muestra el mismo entusiasmo que un oficinista en horario laboral. Ni seriedad, ni concentración, más bien aburrimiento. Es probable que la tristeza de esas imágenes se la añadamos los fans al saber que estamos viendo acabarse algo.

El primer montaje largo que presentó Lindsay-Hogg fue rechazado, según el propio director porque “había demasiadas escenas de John y Yoko, querían una visión más agradable y no querían mostrar demasiados trapos sucios”. Nadie quedó contento con la película. Lennon aseguraba que se había hecho para glorificar a McCartney, McCartney pensaba que se le retrataba como el malo, Harrison y Ringo la consideraban un recordatorio de aquellos días oscuros y Lindsay-Hogg se quejaba de que no le dejaron incluir escenas que le gustaban mucho.

El maltrato a Let It Be

La película se estrenó en salas semanas después del anuncio del abandono del grupo por parte de Paul McCartney. Ganó el Oscar a mejor banda sonora (que recogió Quincy Jones porque ningún Beatle fue a la ceremonia). A lo largo de los años 70 se proyecta en televisión en diferentes países. En 1981 se publica en Estados Unidos en VHS, Betamax, Laserdisc y Videodisc, la calidad es bastante mala, a partir de la versión de 35mm, y el sonido es mono. Más adelante se publica en otros países, como Holanda, pero a partir de los negativos en 16mm. Las emisiones de la película en las televisiones van cambiando de aspecto y color, aunque todas las versiones son bastante pobres. A su vez, comienzan a circular copias piratas.

En 1992 se restauran los negativos de 16mm y se remezcla la banda sonora en stereo cuando la grabación lo permite. El trabajo corre a cargo de Ron Furmanek, la persona encargada desde hacía años de restaurar todo el material de archivo de Apple Corps. Se empieza a hablar de una posible edición en VHS de la película restaurada; pero nunca llega a ocurrir. Se pueden ver imágenes de esa restauración en los vídeos de Anthology.

En 2002 Paul McCartney comienza a hablar del proyecto Let It Be… Naked y desliza que cabe la posibilidad de publicar el documental en DVD. Para promocionar el lanzamiento del disco se utilizan nuevas imágenes restauradas; pero finalmente el disco se publica sin el DVD del documental. Aunque Lindsay-Hogg dice que hay preparada una versión de dos discos: uno con el documental original, otro con tomas inéditas. Afirma sentirse satisfecho. Los años pasan y se van filtrando diferentes fechas para un estreno que nunca llega. Apple Corps incluso llega a registrar el dominio letitbemovie.com. Neil Aspinall (director de Apple Corps. en aquel momento) dice en 2007 que el documental no se publicará, que sigue siendo demasiado controvertido. Según quien filtre la noticia el culpable del veto cambia. Hay quien asegura que fue Yoko, mientras otros echan la culpa a Paul y Ringo.

Pasan los años y sigue el runrún de un posible lanzamiento que nunca se concreta. Se baraja el 50 aniversario de Love Me Do (primer número 1 de la banda). Ringo y McCartney aseguran en diferentes ocasiones que el documental saldrá; pero la época del DVD ya ha pasado y lo que ahora toca es reeditar las películas en Blu-Ray. Todas menos Let It Be, por supuesto.

En 2016 se estrena el documental Eight Days a Week, de Ron Howard, en el que pueden verse nuevas imágenes del concierto de la azotea; pero sigue sin haber rastro del documental. Según Tony Richmond, director de fotografía en Let It Be, son Yoko Ono y Olivia Harrison (viuda de George) quienes vetaron el proyecto.

En 2019, en el 50 aniversario del concierto de la azotea, se anuncia que Peter Jackson está remontando las grabaciones originales para hacer un nuevo documental que se titulará The Beatles: Get Back y se estrenará en salas de cine Se espera que salga en el 50 aniversario del estreno de la película y, aseguran, el lanzamiento vendrá acompañado de una versión remasterizada del documental original. La pandemia retrasa el lanzamiento del documental hasta noviembre de 2021. No solo eso, también cambia los planes: no irá a salas de cine y lo que se estrenará en Disney+ será una serie de 3 documentales de dos horas cada uno. El estreno irá acompañado de una reedición del disco al estilo de estos eventos: diferentes posibilidades de formatos y extras. En su opción más completa (y cara) hay una nueva remezcla del disco original (ahora con sonido 5.1 y ATMOS), una versión del disco más cercana a la idea original que mezcló el técnico de sonido de las sesiones Glynn Johns (que debe ser muy similar a la edición pirata que circula hace años), un par de CDs de extras con tomas alternativas (supongo que diferentes a las que conocíamos de los Anthology), libretos llenos de fotos y declaraciones, las canciones en formato bluray… pero ni rastro del documental. Ni del original, ni del de Jackson.

El relato oficial

Quizá, finalmente, publiquen una edición del The Beatles: Get Back y el Let It Be de Michael Lindsay-Hogg venga incluida como un extra. El caso es que el empeño de The Beatles en que no veamos Let It Be es tal que han preferido hacer una nueva película con el material original que eclipse la anterior. Una nueva versión oficial que narre como ellos quieren esos días del final, que encaje con el edulcorado final que llevan años queriendo vender y que no parece corresponderse con la realidad.

Desde el Anthology, The Beatles están intentando dulcificar el relato de aquellos días. No sé si es porque no quieren remover viejas heridas, porque creen que así venden más, porque prefieren la imagen de chicos buenos… o porque ahora prefieren quedarse con lo bueno que vivieron que, seguro, fue mucho más que aquel amargo final. Sin embargo, resulta ridículo tratar de vendernos aquellos días como días felices y leer estos días a Peter Jackson o artículos en grandes medios como el New York Times o el Vanity Fair (o decenas de textos clónicos en diferentes webs) sobre que The Beatles: Get Back es el documental que te hará ver aquellos días con otros ojos porque vamos a poder ver a The Beatles reírse, bromear y disfrutar creando música, es algo que encuentro terriblemente forzado. Sobre todo porque todo eso ya se podía ver en el Let It Be original.

Por supuesto que en 100 horas de metraje Peter Jackson ha podido encontrar cuatro, cinco o seis horas en las que estén relajados y disfrutando de tocar juntos. Lennon es un bromista nato, sobre todo cuando está nervioso, y seguro que habrá decenas de momentos con él poniendo caras. A McCartney le encanta hacer vocecitas e imitar a otros mientras canta, así que, sí, seguro que en el metraje hay muestras de todo eso. Insisto, la versión de Lindsay-Hogg ya las tenía.

Pero vamos a repasar lo que decían ellos mismos de aquellos días.

  • George Martin: “Para coordinarlo todo, Paul intentaba organizar a todo el mundo y se fue volviendo bastante autoritario, lo cual no gustaba nada a los otros tres; pero era la única forma de reunirse. John se largaba con Yoko, George decía que no vendría al día siguiente. Era la desintegración general, el desencanto. (The Compleat Beatles, documental de 1982)
  • Lennon: “Paul tenía la impresión errónea de que iba a hacernos ensayar. Por supuesto, con los veinte años que llevábamos tocando juntos, eso era imposible. Así que íbamos grabando tomas, pero sin el menor entusiasmo. Era realmente una sensación horrible estar en los estudios Twickenham a las ocho de la mañana con un tío metiéndote una cámara en las narices y esperando a que hicieras buena música con lucecitas de colores parpadeando en la cara sin parar. Aquello acabó pareciéndome una maldita versión pirata de una película doméstica de 8mm y, la verdad, es que todo me importaba un pito. Como a todos” (The Beatles: A Celebration, libro de 1986)
  • Lennon: Hacer la película Let It Be fue un infierno. Fueron las sesiones más abyectas que puedan imaginarse (Beatles In Their Own Words, libro de 1976)
  • McCartney: «Let It Be fue muy desagradable» (Rolling Stone, Septiembre de 1986)
  • Harrison: “¡No podía aguantarlo más! Decidí que ya era suficiente. Ya no era divertido. De hecho estar en el ese grupo era estar a disgusto (The Compleat Beatles, documental de 1982)
  • Harrison “pronto se hizo evidente que no era una buena idea. Iba a ser doloroso de nuevo.” “Era algo poco sano y muy triste”
  • Ringo “El ambiente no era el apropiado. Los días se hacían largos y aburridos”
  • Ringo “Todo el mundo se estaba empezando a hartar de nosotros, porque tardamos mucho en hacer las cosas y discutíamos todo el rato”
  • Lennon: Pra cuando llegó Let It Be ya no podíamos seguir jugando, habíamos llegado a un punto en el que la magia se había acabado y la cámara que teníamos delante nos hizo ver lo falso de la situación” (Anthology)
  • Ringo “En Let It Be volvimos a ser un conjunto. Tocamos en directo en lo alto de aquel edificio y eso era lo que se estaba grabando. Pero entonces ya era demasiado tarde. (Musician, febrero 1982)

The Beatles pueden contar su historia como ellos quieran, recuerden o sientan. Por supuesto tienen el derecho de hacer con sus grabaciones lo que mejor le parezca. Yo, como fan, disfruté mucho de Eight Days A Week, el documental de Zemeckis, aunque me resultó torpe, frustrante la velocidad con la que se aborda el final de la banda. Lo mismo me ocurre con los Anthology o con cualquier texto oficial de los últimos años. A pesar de eso, el maltrato al que se ha sometido a la película de Michael Lindsay-Hogg estos años me parece bastante poco respetuoso.

Respeto para Let It Be

Leo estos días que Peter Jackson dice respetar mucho el trabajo de Lindsay-Hogg. Asegura, incluso, que ha intentado no coincidir con Let It Be y cuando ha utilizado los mismos momentos ha procurado que sean registrados desde otra cámara, como muestra de respeto. En las mismas entrevistas (se está prodigando mucho) dice que él vio la película en una copia pirata cuando era adolescente y que por eso no quería trabajar en una película así, centrada en la ruptura del grupo. Cuenta que tras ver las cien horas de material grabado le dijo a McCartney “esperaba que aquel momento hubiera sido un horror para vosotros, pero en realidad es todo lo contrario. Es divertidísimo. Está lleno de energía. Se os ve pasándolo muy bien”.

Seguramente el mayor respeto que se le puede hacer al Let It Be de Lindsay-Hogg es dejar que se pueda ver y que sean los espectadores los que juzguen su contenido. Sabiendo que quién lo dirigió y montó lo hizo estando presente aquellos días, viviéndolo en primera persona y luchando con cuatro Beatles orgullosos decidiendo lo que valía o no en medio de una guerra civil en el seno de la banda.

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