Iñaki Ortiz GascónLa última película de Isaki Lacuesta, Un año, una noche, rodada en francés, cuenta lo sucedido en el atentado de la discoteca Bataclan de París. Para ello parte de la experiencia de algunos personajes españoles residentes en París. La película no se centra tanto en la crónica de lo sucedido esa noche, como podría sugerir el título, como en los efectos traumáticos que tuvieron los supervivientes. Hay una parte de la película que sí muestra los hechos, con bastante respeto y distancia y sin caer en el morbo, pero el grueso de la historia va por otro lado. Esto le da a la película un valor más universal, más allá de la tragedia concreta o del terrorismo como tema, el núcleo emocional de la historia pasa por hablar de las diferentes maneras que tiene cada individuo para afrontar un hecho traumático. Y esto cada espectador puede llevarlo a otros contextos. Hablar de ello o guardártelo para ti. Seguir con tu vida o rememorar una y otra vez los hechos. Cada persona es distinta y necesita tiempos y formas diferentes para superar los hechos, y también veremos los problemas que conlleva cada una de estas formas.
Isaki Lacuesta es un director muy versátil. Puede volverse un poco loco haciendo Los pasos dobles -que ganó una concha de oro- o rodar muy sobrio como en Los condenados. Aquí adopta un estilo menos experimental, pero sí que juega con la estructura y con un estupendo montaje desordenado y rápido que aporta un ritmo sostenido a la película. Quizá, el aspecto más atrevido es un cierto giro argumental que no explicaré aquí, que da una ambigüedad a la historia y que en mi opinión es mejor obviar porque todo lo que aporta al resultado, más allá de la sorpresa, es negativo. Se pierde mucho enganche dramático y narrativamente es extremadamente tramposo. Quien ya haya visto la película sabe de qué hablo. Creo que estropea el conjunto pero afortunadamente es suficientemente sugerido como para eliminarlo de la ecuación si el espectador quiere.
Un drama de personajes y de parejas bien contado que se beneficia de unas buenas interpretaciones, con mención especial para una actriz que en cada trabajo demuestra lo buena que es, Mélanie Merlant. Especialmente en sus catarsis. La estrella musical C. Tangana también hace sus pinitos en la interpretación, con un pequeño papel aquí y no lo hace mal.
Una película que no ahonda en el horror pero sí aborda el drama, con una decisión de tono que mantiene hasta el final y que creo que es bastante acertada aunque podría haber conseguido un impacto mayor en el espectador si hubiera optado por otras fórmulas. Un título de Lacuesta equilibrado, entre su faceta más autoral y una historia más convencinal.
