GARBURA / CARBIDE de Josip Zuvan

El carburo del título de la película es un compuesto químico que en contacto con el agua libera un gas inflamable que da lugar a una fuerte detonación al contacto con el fuego. Hacer explotar el carburo es una tradición navideña en Croacia. Y esa es la situación de las dos familias protagonistas de Garbura. Estamos en vísperas de Navidad y es precisamente el agua no debidamente canalizada y que pasa de una casa a la otra y provoca humedades en la inferior la que detona el conflicto entre ambas familias. Sobre todo entre los más mayores. 

Porque a Antonio y Nikola no parece importarles. Son amigos inseparables. Les encanta experimentar con el carburo, los videojuegos y sus teléfonos móviles. Antonio, que vive en la casa de arriba, es activo, espabilado y le encantan las armas y los explosivos. Nikola, el de la casa de abajo, es más retraido y se deja llevar. Además el móvil de Antonio es mejor, graba en 4K y se lo envió su padre desde Suiza donde trabaja, por lo que es él quien decide lo que se graba y cómo se graba con él. Pero pronto este equilibrio se va a ver perturbado.

Garbura es una película sobre relaciones familiares. Y entre vecinos. Sobre esas pequeñas rencillas, esas tiranteces aparentemente insignificantes que pueden desequilibrar las relaciones. Cualquier detalle, cualquier pequeño descubrimiento, cualquier secreto desvelado o cualquier gesto extraño puede suponer la aparición de un móvil nuevo, la desaparición de otro o el cese momentáneo de las relaciones. Y desencadenar una reacción en cadena. El debutante en la dirección de largometrajes Josip Zuvan consigue transmitir esa calma tensa y esa evolución de las relaciones con mano firme y sin necesidad de golpes de efectos, ni entrar en truculencias. En Garbura todo es sutil y contenido, las formas de actuar de los personajes y sus razones no son obvias y evidentes, pero sí consecuentes y sus efectos son claros y contundentes. Un debut prometedor y una buena alternativa a los coming-of-age tan habituales en las pantallas últimamente.

NAGISA de Takeshi Kogahara

La segunda película japonesa participante en la sección New Directors, tras la notable Roleless comentada por Iñaki hace unos días, es esta misteriosa, críptica, minimalista y algo ensimismada ópera prima en la que un joven empleado de un restaurante de Tokyo que vive atormentado por la culpa por la muerte de su hermana Nagisa se topa con su fantasma en un túnel encantado.

Nagisa navega continuamente entre el presente, la memoria, los recuerdos y el pasado de su protagonista. Entre un presente en el que el afligido protagonista intenta reconstruir su vida y un pasado luminoso en el que vivía feliz y en armonía con su hermana. Sin necesidad de establecer ningún nexo de unión, ni causalidad que justifique el salto temporal. Al pausado ritmo de la memoria de su protagonista.

Nagisa es nocturna y misteriosa. Sin apenas diálogos. Kogahara deja a menudo la pantalla en negro salvo por unos pocos puntos de luz intensa que permiten ver en los mejores casos y adivinar en otros el entorno. Bien sea cuando su protagonista se desplaza por unas carreteras perturbadoramente solitarias o cuando se pasea por el amenazante túnel encantado. Luces internas o externas que unidas a una brillante utilización del sonido permiten crear atmósferas perturbadoras. Además, como si Kogahara quisiera respetar la intimidad de sus personajes, opta por mostrarlos muchas veces de espaldas. No permite al espectador ver sus rostros, sus gestos y el detalle de sus interrelaciones lo que acaba generando distancia en un film que desde su planteamiento resulta enigmático y fantasmagórico. Kogahara deja muchos huecos a rellenar por el espectador y tampoco da muchas pistas sobre cómo hacerlo. 

Nagisa
6.8

CARBON de Ion Bors

La actualidad no le ha venido bien a la ópera prima del moldavo Ion Bors, proyecto ganador del premio Industria WIP Europa del año pasado . Hacer comedia absurda, por divertida o no que sea en torno a la guerra de la independiencia entre Moldavia y Rusia y el conflicto de Transnitria de hace 30 años no parece lo más oportuno en plena guerra de Ucrania. Cuando el proyecto se fraguó, se rodó y se montó aún no se sabía qué es lo que iba a ocurrir unos kilometros más al este en este 2022.

El Carbon del título hace referencia al cadáver carbonizado que encuentran Dima, un tractorista que decide alistarse para participar en la guerra de Transnitria, y Vasea, un veterano de la guerra de Afganistán cuando se dirigen al frente. Ante el hallazgo intentarán identificar el cuerpo primero y darle justa sepultura después, pero se encontrarán con un grupo de autoridades, politicuchos y religiosos más preocupados por salvar sus pellejos que por hacer justicia.

Carbon es una comedia de enredo ligera y caricaturesca, que si bien no resulta demasiado original, tiene su punto de mordiente y sus gotas de ingenio que seguramente desde aquí no se captan en su totalidad por no conocer el contexto y el trasfondo de la relación entre las distintas comunidades, culturas y religiones que la protagonizan y que debe combatir con la inoportunidad de hacer humor con un conflicto que si bien ocurrió hace 30 años recuerda demasiado al que en la actualidad cuesta muchas vidas diarias en Ucrania.