Es la sensación del momento, con permiso de la séptima temporada de Juego de Tronos. Las vacaciones de Manuel Bartual. No voy a hablar del fenómeno, de cómo ha revolucionado Twitter y ha pasado ampliamente de los 200K seguidores, ni de las respuestas más o menos ingeniosas de otros tuiteros. Voy a hablar de la obra de ficción transmedia que ha desarrollado en un hilo de twitter, a medio camino entre la literatura epistolar, el cine de found footage y el reality televisivo. En un tiempo en el que recibimos la información a través de fuentes diversas y complementarias, como vídeos, textos y fotos, tiene sentido llevarlo al terreno de la ficción. Vamos allá.

Lo primero es que os leáis, si os apetece, el hilo completo -que mientras escribo estas líneas aún no ha acabado. Al ser un hilo tan grande parece que Twitter no está muy preparado para mostrarlo. Si no me equivoco, la manera más sencilla de seguirlo a estas alturas es entrar en su cuenta y buscar en el timeline el tweet inicial  para leerlo de abajo a arriba. Hacedlo que voy con spoilers sin piedad.

¿Ya?

Quiero decir, antes de nada, para quién no lo sepa, que Bartual ya ha escrito y dirigido un largo (Todos tus secretos, que podéis ver en Filmin) y varios cortos. Y eso se nota, en que no solo es una gracieta de twitter, tiene saber hacer, narrativo y visual.

El primer referente que me viene a la cabeza es El proyecto de la bruja de Blair. Que ya, que no fue la primera película de found footage, como tampoco esta es la primera historia contada en un hilo de Twitter. Pero es la que pegó fuerte y como esta tuvo que echar mano de algunos recursos especiales para su narrativa. Recursos que ahora son más que conocidos por tantas películas del exitoso género pero que entonces no eran tan evidentes. Se trata sobre todo de mantener cierta noción de realismo y verosimilitud natural a la vez que se aplican algunos trucos narrativos y estéticos. Ese es el gran reto del género. Más en una obra temprana, pues ahora cada vez son más licenciosos, pero recordemos que Blair Witch Project se vendió como una historia real, así como Bartual ha iniciado contando su experiencia supuestamente real. Más allá del planteamiento “publicitario” sería tonto quedarnos con la cuestión que algunos claman -y clamaron entonces- de que es mentira, un engaño. No, señores, es ficción. Pero en todo caso, influencia directamente el formato que debe mantener la ambigüedad aparente.

Por eso el comienzo debe ser muy creíble, con muchos elementos de cotidianeidad, en este caso, de unas vacaciones, que todos debemos reconocer. La primera imagen no aparece hasta el tweet número 12, y es algo tan anodino como la llave de un hotel. Nos sirve para tener una referencia sólida del contexto. Para que no pensemos que lo escribe en pijama desde su casa. Aunque sea ficción, tenemos la noción de que está allí y ahora -sea así o no- y que la acción está transcurriendo en tiempo real.

Por lo demás, antes de ese tweet ya hemos tenido la clásica introducción de intriga, con un personaje que nos avisa en propias carnes del mal que está por venir. La trama -a falta de conocer el final- es una reconocible variante de Los ladrones de cuerpos, con ambientación vacacional. Una historia que siempre funciona porque nos habla de alienación y desconfianza, ideal en el tiempo en que vivimos de nazis y terroristas con el cerebro lavado. El terror de la falta de emociones que vemos en la persona que “hoy parece un robot”.

En un entorno tan familiar para todos como el del desayuno de hotel, Bartual aprovecha para mostrarnos la primera imagen inquietante. Lo es por el simple hecho de ser un robado perfectamente creíble. La clásica foto a traición.

Bartual comienza en seguida a utilizar los objetos cotidianos en clave de intriga, al más puro estilo Hitchcock. Un lápiz encontrado que sirve como otro objeto sencillo y creíble de fotografiar, pero que tiene implicaciones inquietantes y que, más adelante, descubriremos para qué sirve. Juega así con el clásico recurso de mantener información reservada mientras va desarrollando la trama. Será un hilo de Twitter pero su estructura narrativa es perfectamente comparable a la de otros formatos más “respetables”.

Aquí llega el momento en el que la estética empieza a ser relevante dentro de la historia. El público está ya preparado para aceptar una atmósfera con expresividad emocional. Lo vemos en la pasarela, con el juego del contraluz vemos dos tweets seguidos que cambian completamente el registro de tranquilidad vacacional a tensión amenazadora.

La tranquilidad y la inquietud, depende del ángulo la luz

La tranquilidad y la inquietud, depende del ángulo la luz

Además usa el contraluz para mantener la intriga, y entra de lleno, con el zoom digital, en la idea de amenaza vigilante tan propia de Los ladrones de cuerpos y otras evoluciones similares.

El primer vídeo llega tarde y es, como las primeras fotos, un elemento puramente funcional que no tiene un verdadero valor estético -como sí se permitirá después. O en todo caso, su valor estético es el del hiperrealismo, como en el típico primer acto de los found footage.

De nuevo usa recortes ampliados, aprovechando la baja calidad. Y aquí incluye quizá el primer elemento puramente metanarrativo: su propia foto. Aunque todo está contado en primera persona desde el principio, este refuerzo visual nos marca la idea de que está ocurriendo en el mundo real pues el autor es el mismo protagonista.

La interacción

Twitter es el formato ideal para el monólogo interior. Bartual desarrolla sus propios pensamientos sobre lo que puede estar pasando -no olvidemos que el autor está viviendo la situación en tiempo real sin conocer el final, como en una obra epistolar. La gran novedad aquí es que el lector puede participar, respondiéndole y haciendo algo que nos encanta a los espectadores: gritarle lo que creemos que está pasando. Por supuesto, Bartual recoge el guante, de la manera que mejor le conviene y hace referencias constantes a “lo que le están diciendo algunos”. No es ajeno al público que, además, forma parte de la obra. Incluso, en uno de los finales de capítulo, por llamarlo así a sus paradas, llega a plantear un acertijo que los tuiteros ayudan a resolver:

He dicho «finales de capítulo», pero hay que aclarar que la estructura de sus piezas y su frecuencia responden únicamente al desarrollo de la acción. En un tiempo en el que el formato capitular está cayendo en desuso -Netflix ofrece sus series del tirón y en todo caso, cada vez menos gente ve los capítulos a la hora prefijada- Bartual se toma la libertad de unas entregas completamente libres adecuadas a lo que está contando.

Seguramente la cumbre del transmedia tuitero es incluir un GIF animado. Y qué mejor candidato -si acaso en competición con Nicolas Cage- que Chiquito de la Calzada. Sí, amigos, esta es una historia que incluye a Chiquito. Y además, como colofón a un sueño narrado, que como decía Robert Rodríguez, siempre ayuda a rellenar metraje, y que dentro de esta historia Lynchiana encaja perfecta.

Gracias, Manuel Bartual, por permitirme incluir a Chiquito de la Calzada en un artículo de El contraplano.

Llegamos al primer vídeo con fuerza visual. Probablemente más potente que algunas mediocres películas de terror. Aquí Bartual empieza a utilizar recursos nocturnos. De nuevo con la idea del ser alienado vigilándonos, una extensión onírica más aterradora que su propio sueño.

Bartual tiene ideas narrativas estupendas, como el hotel espejo, que usa de una manera inteligentemente gráfica, no solo por la composición de las dos fotos en un tweet si no por el uso una vez más del sol: la luz y la oscuridad. A tener en cuenta también que usa siempre los elementos propios del contexto: el hotel, la llave de hotel, el sol de vacaciones, la piscina, la playa…

Completamente crecido, llegamos a elementos más claramente cinematográficos, de pura tensión en primera persona.

Y pasa a vídeos sin apenas valor informativo, porque ya da igual, quien ha llegado hasta aquí se ha dejado llevar. Una carretera en la noche que nos sugiere esa huida desesperada y tensa, en la que se teme ver, en cualquier momento, una silueta en la carretera.

En el aeropuerto sigue teniendo buenas ideas, como la de su segundo nombre en el billete  y el asiento vacío. Además, las escenas en el aeropuerto y en el avión nos vuelven a situar con fuerza en el lugar de la narración.

A falta de terminar -parece que se acerca el clímax- creo que se ha perdido la oportunidad de un cierre inmediato a la sospechosa sensación de seguridad clásica de los previos al final. Sospecho que se está extendiendo más de lo necesario. Ha incluido nuevos elementos como un sobre, que es interesante porque hace referencia a la propia narración de Twitter, lo que le da un nuevo significado a sus detalles meta. Pero quizá era el momento de terminar.

Seguiremos permaneciendo en sintonía.

Lo que queda cada vez más claro es que con un móvil y talento puedes contar una ficción, y que en un tiempo en que el público está saturado de efectos especiales grandiosos en IMAX 3D, puede quedar atrapado con una buena historia.