Iñaki Ortiz GascónSabemos que Islandia es una tierra de dioses. Lo hemos visto en la reciente orgía de violencia de Robert Eggers, The Northman. Islandia es una tierra dura, fría. Pero también es fértil, enérgica. Forjada a fuego por las convulsiones volcánicas. Esta es la historia de un viaje hacia lo salvaje y hacia lo bello. Un viaje que tiene un valor en sí mismo, por su propia dificultad, por abrir caminos inexplorados. El protagonista es un pastor de Dinamarca que tiene el encargo de viajar a Islandia a montar una Iglesia en la zona sureste, donde todavía no la hay. Como se encarga de recordarle el personaje más pragmático, podía haber ido directamente en barco hasta ese punto. Pero no, él quiere primero explorar las tierras y por eso realizan un viaje muy duro, desde otra playa de la isla, asumiendo el cansancio y el frío que ya empieza a asomar a finales del verano.
La premisa real de la película parte de una caja con fotografías de esa época que se ha encontrado y de la que no se tiene más información. Alguien debió atravesar esas tierras con la dificultad que conlleva. Con esto, Hlynur Pálmason construye toda una ficción que pueda cuadrar con las fotos aparecidas. Para adecuarse al material de la época se toma un formato clásico, de 1.33:1, muy cuadrado, para entendernos, como si fueran diapositivas de la época. Incluso están redondeadas las esquinas del plano. Pálmason quiere ser fiel a la premisa, no basta con que sea una excusa para contar una historia. Quiere plasmar plásticamente el hallazgo de las fotografías con una forma que las represente. Quiere que sintamos lo que pudo suponer para ese fotógrafo del siglo XIX recorrer esos caminos salvajes.
Pálmason ya había trabajado la intensa luz de los largos y neblinosos días de la isla en Un blanco, blanco día, protagonizada por Ingvar Sigurdsson que tiene aquí también a uno de los personajes importantes, el rudo Ragnar. Aquella era un drama policíaco, con más trama que esta, pero se notaba que el verdadero interés del director estaba más en captar las particularidad del paisaje de Islandia. Aquí ya es mucho más claro que el paisaje tiene una relevancia vertebral. No solo el valor de las imágenes en sí mismas sino la lucha por conseguir esas imágenes. La peligrosa caza de las imágenes, como veíamos en la reciente Nope. En ese sentido, es una historia muy al estilo de Herzog, sobre todo su primera mitad. También se habla de otras cosas, como la fe, el odio, la desconfianza y la dependencia de Dinamarca, pero el mayor motor de la historia está en la belleza del reto, de la aventura, de la lucha contra la naturaleza. Civilización y religión son dos cuestiones que se ponen sobre la mesa en la película y que son dos de las mayores luchas contra la naturaleza.
